El ciervo que hizo su última visita a Prioro por culpa de la nieve

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Algo tiene la localidad montañesa y leonesa de Prioro que cada cierto tiempo, en cuanto cae una buena nevada como la que estos días ha vuelto a ocurrir, se convierte en refugio de un sinnúmero de fauna salvaje que busca refugio entre sus calles y sus casas.

Ya ocurrió hace años, en 2015, cuando al hilo de la ya famosa Nevadona, recorrió todos los perfiles sociales e incluso las televisiones la imagen del osezno entre una gruesa capa de nieve, a los pies de la escalera de un vecino. Por si la imagen del osín no era suficientemente entrañable y no resumía de un vistazo la crudeza de aquella nevada histórica, posteriormente surgió la polémica duda de si podía tratarse de un perro, algo que dejo caer la Fundación Oso Pardo.

Hoy, nuevamente Prioro ha recibido otro salvaje visitante. Pero en este caso, la historia ni fue tan entrañable ni tan divertida como aquella sino con un triste final.

Un ciervo asomó su hocico en otra de las viviendas de la localidad, más en concreto en el Barrio del Sotillo. Y como casi siempre pasa en estos tiempos de nuevas tecnologías, allí había alguien para inmortalizar el momento. Lo primero que llamó la atención era que el venado no respondía con la reacción natural de esta especie, que es salir en estampida en cuando se aproxima un ser humano. Al contrario, se quedó como resguardado junto al muro de la vivienda, aprovechando el camino espalado por su propietario, pero apenas se movió.

No pasó mucho tiempo cuando se pudo comprobar el motivo de su actitud inusual: el ciervo acabó tendido sobre un lateral de su cuerpo en la capa de nieve de más de 40 centímetros acumulada y apenas respiraba ya. No se sabe si se trataba de un ejemplar enfermo o si, por el contrario, pudo sufrir las consecuencias del agotamiento que a veces les provoca el deambular sobre una superficie tan dificultosa, o si acaso confluyeron ambas causas.

Lo cierto es que esta vez la entrañable imagen se trocó funesta. Y es que como bien saben en la zona, acostumbrados a la crudeza de los temporales, cuando la cosa se pone muy difícil, “el invierno no hace prisioneros”.

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