Sáez Aguado: “La sanidad pública también se defiende con cambios: el inmovilismo la condena al fracaso”

Eduardo Margareto / Ical. El consejero de Sanidad, Antonio María Sáez Aguado.

S. Calleja/ Ical

Con el plan de ordenación de recursos humanos en Atención Primaria recién cocinado, y con la espada de Damocles todavía pendiendo sobre su cabeza por la polémica que ha suscitado esta reforma, el consejero de Sanidad, Antonio María Sáez Aguado, se mantiene firme. No le tiembla el pulso al suscribir que la redistribución, que se traduce en el traslado de 75 médicos y 45 enfermeras de los centros rurales a los urbanos y semiurbanos, es un movimiento de fichas sin impacto en el medio rural, donde el médico seguirá prestando el servicio con la misma calidad e intensidad. La voces contrarias no le achican. Es más, reconoce que la ordenación debería haber llegado antes, porque la sanidad también se defiende con cambios. “Una sanidad que no avanza está condenada al fracaso”, dice. Y por si el mensaje no queda claro, matiza los cambios con cifras: la media de pacientes por médico en el medio urbano se rebaja un ocho por ciento, pasa de 1.549 a 1.420, y en el ámbito rural crece de 680 a 737, en total 57 tarjetas más que suponen dos nuevas consultas al día por cada profesional. Y ahora, “que me digan si se resiente”.

Hace tres semanas se sirvió la polémica. Aprobado el decreto y escuchadas las partes, ¿cómo me va a afectar la reestructuración si vivo en el medio rural?

Desde el punto de vista del ciudadano y de la asistencia sanitaria la reordenación no tiene impacto. Es una ordenación de los recursos que tiene como criterio inicial mantener los niveles de asistencia que tenemos. Por lo tanto, se mantiene la asistencia sanitaria en todos los consultorios locales y en todos los centros de salud. Se garantiza que no sólo se va a mantener la atención, sino que se va a hacer con la misma intensidad. Después de 25 años, muchas de esas zonas han perdido población y se han mantenido los recursos. Hoy, si un médico solo tiene cinco consultas, su compañero de otro pueblo, seis; otro, cinco... Esto lo podemos reordenar manteniendo la intesidad, en unos casos pasando de diez médicos a nueve, y en otros de doce a once. Redistribuyendo el trabajo podemos mantener la misma intensidad.

¿Mi médico va ir los mismos días y las mismas horas a mi consultorio?

El criterio es que se mantenga la misma intensidad. Cuando empezamos el proyecto, si en algún pueblo ha quedado una vacante por jubilación, no la hemos cubierto y hemos aprovechado para reordenar la atención. Hay varias, no pocas, de estas zonas básicas de salud donde ya se ha producido la reestructuración y, curiosamente, la gente no lo ha notado. La inquietud se ha generado cuando hemos puesto sobre el papel el cambio que formalmente tenemos que hacer en la relación de puestos de trabajo. No se ha notado el cambio, y esa es la prueba y la garantía. No lo digo yo, lo dicen voces entre las que había cierta incertidumbre. En una reunión con las organizaciones agrarias, puse como ejemplo los cambios que ha habido en la zona de Esguevillas de Esgueva. Uno de los asistentes es de allí, y reconoció que la población no lo había notado. La prueba del siete, se ha pasado de seis a cuatro médicos y se mantienen los horarios. Insisto, no se va a adelgazar ni la atención ni su intensidad.

¿En qué se van a traducir los cambios en los centros de salud?

Pongo un ejemplo que también ha sido actualidad estos días, el centro de salud de Laguna de Duero, un municipio casi urbano con una sobrecarga asistencial importante. El efecto, en este caso, es la incorporación de tres médicos y la reducción de consultas diarias para algunos médicos con 40 y 50 consultas diarias. El impacto que tiene todo este proyecto se resume en que el número medio de tarjetas por médico rural crece un siete por ciento, y entre los médicos urbanos, cae un ocho por ciento. Por lo tanto, mejoramos el tiempo que se dedica a los pacientes en zonas urbanas con mucha presión asistencial, y mantenemos la misma intensidad en el medio urbano. Puede y habrá algunos cambios en los horarios, se adelantarán las consultas. Sí, es un cambio que puede generar cierta incomodidad, pero consiste en que ahora en lugar de ir al médico a las 10.30, se tendrá que ir una hora antes. Ése es el cambio.

La tercera pata, los profesionales, ¿de qué se benefician?

Esta semana me decían los responsables del Consejo de Colegios de Médicos, que siempre aportan algún matiz, que es bueno porque no conviene que un médico solo tenga 50 tarjetas por motivos de desarrollo profesional. La pregunta es sencilla, qué prefiero, que me atienda un médico que ve todos los días una patología, o uno que la ve una vez al mes. Me reconocían que en algunas zonas donde ya se ha hecho la ordenación muchos profesionales quieren tener más pacientes. A algunos médicos o enfermeras les puede generar cierta incomodidad, porque están acostumbrados a una situación estable desde hace años, y ahora tienen que modificar horarios y asumir algún consultorio más. Ese es el cambio.

El Consejo de Médicos apoya la ordenación, pero aboga por un cambio del modelo, por que sea el paciente el que se acerque al centro de salud, ¿el futuro de la sanidad pasa por ahí?

Son cosas que se pueden hablar, pero no es bueno mezclar las cosas. Ese planteamiento es la realidad de muchas comunidades autónomas con pocos consultorios locales, donde existe la tradición que sea el ciudadano el que vaya al centro de salud. Se puede estudiar, pero ahora toca cerrar este proyecto.

Y una vez cerrado, ¿toca arreglar, según su palabras, la “estructura tan diversificada” en Atención Primaria, es partidario de un cambio de modelo?

No es el momento, pero no hay que ser excluyente. En sanidad no hay que cerrar puertas, hay que irse adaptando siempre a nuevas situaciones.

En todo caso, tras 25 años sin cambiar el mapa, ¿tocaba ya una ordenación de recursos, era el momento?

Esto había que haberlo hecho antes. En los años 2002 y 2003, se hicieron unos pequeños cambios en esta dirección. Si la ordenación se hubiera hecho poco a poco, ajustando en una zona y otra, hubiera generado menos dudas. Lo que está claro es que había que hacerlo, y en algún momento había que abordarlo.

Esta ordenación no es nueva, comenzó a abordarse hace dos años, ¿por qué surge ahora tanta polémica?

Cuando se ve blanco sobre negro y junto todo, da la impresión que se está reduciendo mucho la atención en el medio rural. Digo que da la impresión, porque no es así. No es lo mismo decir que en una zona se pasan de seis médicos a cuatro y se mantienen los servicios, que decir que 73 médicos y 45 enfermeras se trasladan de centros rurales a urbanos y semiurbanos.

¿Considera que algunas voces han utilizado la ordenación como arma arrojadiza?

Muchas de las voces que han criticado la reforma saben perfectamente que su impacto en la asistencia sanitaria del medio rural es nulo y la mejora en el urbano. Me preocupa que haya tanto inmovilismo, en el sentido de que una organización como la sanitaria debe estar constantemente evolucionando y adaptándose, entre algunas voces que nominal y formalmente hablan de la sanidad pública. La sanidad pública también se defiende con cambios. No podemos mantenernos igual que hace 25 años, porque la rigidez de todo eso hace que no defendamos la sanidad pública.

Hay quien achaca el cambio a la crisis. Lo cierto es que sí se están amortizando plazas. En 2013, la tasa de reposición en AP no ha llegado al 60 por ciento, son cifras que están ahí.

Hoy todo cambio se achaca a la crisis y a los recortes. A veces son medidas de ajuste, de ahorro, pero otras veces son de organización y de mejora de la eficiencia. Cuando hablamos de gestión clínica no estamos hablando de ahorros ni de ajustes, sino de cambios organizativos. A eso es a lo que me refiero cuando hablo de los inmovilistas en sanidad. En sanidad los inmovilismos no son buenos. Estaríamos condenándonos al fracaso. Hay que emprenderlos bajo un modelo de gestión y de sanidad pública que es a lo que nos hemos comprometido.

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