León disfruta de nuevo de la muralla del Cid

Parque del Cid

C.J. DOMÍNGUEZ

El León más monumental, más céntrico y también más histórico ya puede volver a disfrutarse encaramándose al tramo paseable de 80 metros sobre la muralla medieval del Jardín del Cid.

Con cierta discreción, sin anuncio público desde el Ayuntamiento de León, desde principios de esta misma semana el acceso a la muralla ha vuelto a permitirse después de que permaneciera cerrado a cal y canto poco más de dos meses a causa de los graves y cuantiosos daños infringidos por los actos vandálicos de un grupo de desconocidos que llenaron de pintadas y destrozaron la tarima del suelo de este paseo sobre el muro.

Curiosamente, hace apenas cuatro días que el Grupo Socialista en el Ayuntamiento criticaba que el equipo de gobierno tenía abandonado este tramo, abierto en el verano de 2011 tras una inversión de 550.000 euros. Pero al mismo tiempo las brigadas municipales ya se habían encargado de reparar los destrozos del verano, limpiar nuevamente este espacio y dejarlo con un aspecto casi tan decente como cuando se abrió por primera vez. Dos paneles de metacrilato con roturas eran esta misma mañana el único rastro visible de la violencia y poco gusto con la que los desconocidos se han venido empleando contra este céntrico espacio, de enorme tirón turístico.

La corta historia de este tramo paseable de fortificación entre el Jardín del Cid y la calle Ruíz de Salazar, cuyo origen data del siglo IV, está plagada de una saña con escasos precedentes contra el mobiliario urbano y los espacios públicos de la ciudad. En dos años, el adarve ha parecido concretamente cuatro episodios de vandalismo que han causado daños incluso estructurales.

Pero además, ha sido objeto de constantes acciones de menor intensidad y violencia, como pintadas o roturas de cristales, sostenidas en el tiempo. Tanto es así, que hasta llama la atención acceder hoy a la muralla y verla repuesta casi complemente, dado que lo habitual era pasear entre residuos de todo tipo, quemaduras, pintadas, cristales y otros desmanes.

En el fondo del asunto sigue vivo el debate del grado de vigilancia con que cuenta esta fortificación y el Jardín del Cid en general, que pese a estar en el centro de la ciudad, no se antoja fácil de garantizar. Los recovecos que deja la estructura de acceso y el hecho de que desde al nivel de la calle haya muchos puntos ciegos, junto con que el muro se haya convertido en lugar habitual de 'quedada' de numerosos grupos de jóvenes a determinadas horas, convierten el lugar en un punto negro respecto a la seguridad.

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