Símbolos del Camino de Santiago

Una puerta de un albergue en la Ruta Jacobea.

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La credencial del peregrino: es un documento muy útil para el peregrino, ya que le permite obtener alojamiento en los albergues. Se consigue antes de empezar la ruta en parroquias o Asociaciones de Amigos del Camino y se va sellando cada día al final de la etapa. Con el tiempo pasa a ser como un diario de ruta, indicándonos donde hemos pernoctado cada día.

La concha del peregrino, la vieira: es un producto típico de la costa gallega, un molusco que podemos encontrar en abundancia en sus rías. Antiguamente los peregrinos la obtenían casi como una especie de trofeo al llegar a Compostela y la llevaban de regreso a sus países de origen, colgada sobre su hábito o sombrero. La utilizaban para beber agua de manantiales y ríos, y les servía para demostrar que habían llegado hasta Santiago.

Actualmente también forma parte del atuendo del peregrino y la podemos ver colgada en numerosas mochilas o pecheras, balanceándose a cada paso de los andantes. Pero sobre todo nos acompaña como señal indicadora del camino, encontrándose durante todo el trayecto pintada en mojones o muros, en paredes de albergues o plazas de pueblos. Suele ser amarilla sobre fondo azul y para el peregrino es casi un seguro de vida al que se aferra para continuar su camino en la dirección correcta.

El bordón: es el típico bastón del peregrino. Suele ser largo y resistente, normalmente hecho de madera de castaño. En el pasado le servía de gran ayuda para apoyarse y ayudarse con él en los trayectos más duros de la ruta, o para defenderse de animales e imprevistos. Si bien en la actualidad es más común ver los modernos bastones plegables y ligeros, el bordón todavía tiene gran presencia en el Camino y son muchos los modernos viajeros que optan por esta opción que posiblemente sea más nostálgica que práctica.

La calabaza: la calabaza del peregrino es también un elemento muy asociado al Camino. En el pasado se usaba para transportar y mantener fresca el agua o el vino.

Las flechas amarillas: se han convertido en las últimas décadas en una parte fundamental del día a día del peregrino. Fue el padre Elias Valiña, párroco de O Cebreiro, quien en los años 70 emprendería la ardua tarea de señalizar el Camino Francés para facilitar el recorrido a los peregrinos. Desde entonces todas esas infinitas flechas amarillas que indican el camino a Compostela se han convertido en uno de los mejores amigos del viajero.

Los mojones: también los mojones han pasado a formar parte del paisaje habitual del Camino en los últimos años. Suelen tener una concha de vieira amarilla dibujada sobre ellos, los encontramos señalando cada kilómetro (cada 500 metros en Galicia) y nos indican la distancia que queda a la ansiada meta, a Compostela.

La Catedral de Santiago: el hermoso templo compostelano, con sus torres, su Pórtico de la Gloria y su impresionante fachada gótica tiene una carga simbólica enorme. Es el punto de llegada de todas las rutas jacobeas, la ansiada meta que cobija en su interior los restos del Apóstol Santiago.

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