¿Por qué no te callas?

El famoso momento de Juan Carlos I diciéndole "por qué no te callas" a Hugo Chávez'

Aún resuenan en mis oídos la reprensión que gratuitamente profirió su emérita majestad Juan Carlos I al presidente venezolano Hugo Chávez, en una convención de los jefes de estado de los países hispanoamericanos celebrada en Santiago de Chile en 2007. Chávez ha fallecido y ocupa su lugar Nicolás Maduro, mientras que Juan Carlos I ha salido de España en un aparente exilio voluntario con retornos esporádicos, por razones que nunca han sido bien explicadas.

Chávez, como buen caudillo sudamericano, gozaba de incontinencia verbal para interrumpir continuamente a los intervinientes y su regio interlocutor se arrogaba atribuciones de las que carecía, aparte de una aparente ignorancia histórica. Juan Carlos I que, en su papel de primo de Zumosol, acompañaba al entonces presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, el de la triste figura, se excedió en una impostada autoridad al haber olvidado que Venezuela es una nación independiente de España desde 1811 y por tanto el monarca español carece de toda ascendencia sobre dicho país, más allá de los lazos históricos y culturales.

Las diecisiete repúblicas hermanas se sacudieron la figura monárquica de su ordenamiento constitucional y al parecer no les va del todo mal. Pero por extraños designios del destino en España, al parecer, no nos hemos enterado de la mayoría de edad de esos países hermanos y que la Madre patria a veces hace el ridículo de forma espantosa al considerar que tiene potestad para criticar a esos países de 'sudacas', cuando en realidad es un país que ha hecho una funesta descolonización y se arroga una paternidad moral de la que carece.

España, rinde pleitesía a la primera potencia mundial, esa que para su crecimiento no vaciló en aplicar a su política exterior la doctrina del big stick (gran garrote) de Theodore Roosevelt, eufemismo para someter a toda Hispanoamérica a los dictados de la supremacía yanqui por las buenas o por las malas, aunque fuera imponiendo dictadorzuelos de medio pelo siempre que mostraran un descarado servilismo al amigo americano. En nuestro país no hemos sido ajenos al pensamiento único de la política americana y con tal motivo se han puesto sordina a las atrocidades de personajes siniestros como el chileno Pinochet, los argentinos Videla o Galtieri –con sus vuelos de la muerte– o el paraguayo Stroessner, entre otros.

Pero esa condescendencia española con auténticos carniceros de sus pueblos se torna en agresiva hostilidad cuando algunos de esos países hermanos se han mostrado en rebeldía con el vecino del Norte, pongamos por caso la Cuba de Fidel Castro, la Bolivia de Evo Morales o la Nicaragua de Daniel Ortega, todos ellos con tintes izquierdosos, que ya es casualidad. En esa modalidad de rastrero seguidismo del Tío Sam, y con aires de superioridad moral, se produjo el lamentable episodio del rey de España hacia el caudillo venezolano. 

¿Déficit democrático en Venezuela?

Pero tal modalidad, lejos de amainar va in crescendo y los medios de comunicación españoles se declaran abiertamente beligerantes con el ¿déficit democrático? de Venezuela tras los polémicos resultados de sus recientes elecciones, presentándolos subrepticiamente a la opinión pública española como pucherazo. Tan es así que hasta la locuaz exministra Esperanza Aguirre, muñeca diabólica de risa sardónica y activista de torvas intenciones, sugirió sibilinamente en un programa de televisión que el ejército venezolano debería salir en defensa de los intereses de su pueblo. Si esto no es incitación al golpe de estado se le parece mucho.

No será quien estas líneas suscribe el que ponga en práctica el maniqueísmo con Venezuela, considerando a ese país un remanso de paz donde fluyen arroyos de vino y miel y se aproxima a la Arcadia feliz, ni tampoco entrar en valoraciones de la legitimidad de los resultados que se atribuye el régimen de Nicolás Maduro, por la sencilla razón de que, como casi todo el mundo, lo desconozco, aunque la apelación de presidentes de países, digamos afines a Venezuela, a que presente públicamente los resultados o vuelva a convocar elecciones, hace poner en tela de juicio la victoria electoral del Chavismo, como sostiene el gobierno venezolano.

Sencillamente creo que es muy sospechoso, por no decir tendencioso, que en España se crucifique según qué regímenes de países hispanoamericanos que nos son tan caros –no económicamente, sino afectivamente– mientras otros, con sanguinarios representantes, sean defendidos hasta el extremo de martirizar al juez Garzón cuando quiso imputar por violación de los Derechos Humanos al incombustible Pinochet. La vara de medir en España es singularmente elástica según el caso que se juzgue. Nuestro país no es quien para inmiscuirse en la política de un país soberano y su labor debería limitarse a apaciguar los ánimos y contribuir, como solícita madre, a la pacífica convivencia de sus hijos.

Claro que eso también atañe a nuestro ínclito expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien reconoce hasta más de treinta viajes a Venezuela en los últimos tres años. Si no ha sido capaz de arreglar los problemas de España, que tal era su cometido, difícilmente podrá arreglar los graves problemas por los que atraviesa ese país caribeño. Lo mismo ha tratado de hacer una comitiva del Partido Popular, que fue obligada a volver a casa por las autoridades venezolanas. Es problema de los venezolanos admitir o rechazar a tan pintorescos 'asesores', pero España debería abstenerse de intervenir en estos asuntos de forma oficial.

¿Y si se entrometen en la política española, qué?

Y para redondear este larga invitación a la equidistancia, sólo algunas preguntas: ¿Qué opinaría España si los países hispanoamericanos se entrometieran en la política española, o acaso seguimos creyendo que somos seres superiores a los 'sudacas'? ¿Habría la misma pulsión por el devenir venezolano si su riqueza y sus recursos fueran similares a los de Bolivia o Ecuador? ¿Cómo es que los americanos han sacado a Venezuela del Eje del mal, lista que compartía con Irán o Corea del Norte, cuando ha podido acceder al crudo venezolano y preservar así su Reserva Estratégica de Petróleo?

Y una última pregunta: ¿Alguien ha visto a su graciosa majestad británica cuestionar siquiera la política de cualquiera de los países que formaron parte del Imperio Británico? Sudáfrica, con su aberrante Apartheid, la segregación racial a favor de los blancos, fue una nota miserable en la historia de dicho país hasta finales del siglo XX, pero jamás recibió críticas formales por parte de Inglaterra. Y tampoco se ha sabido nunca que Portugal se inmiscuya en asuntos de Angola, Mozambique o Brasil. Se puede opinar, pero es bueno saber mantenerse al margen.

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata

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