Los nuevos puentes sobre el Bernesga

Feraz ribera del río Bernesga al norte de León capital.

En esta sección solemos utilizar los principios galénicos de tratar de extirpar todos los males que aquejen a una sociedad enfermiza como es la leonesa y de forma muy especial la que reside en la capital. Con tal motivo solemos señalar quebraduras, panadizos e inflamaciones sin cuento que acechan a una población desmotivada, y de ello se deriva señalar con el dedo la enfermedad y criticar, a veces de forma corrosiva, toda elusión de las noxas o agentes causales y también, como no, proponer tratamientos y remedios.

Pero hete aquí que contrariamente a nuestra trayectoria en la colaboración con ILEÓN, también hay que celebrar las curas y las mejorías que se pueden apreciar en algunos cuerpos que durante mucho, mucho tiempo languidecían sin que se alcanzase a vislumbrar su pronóstico ad valetudinem (recuperación completa de la salud). Sucede pues que con motivo de dispensarle las atenciones debidas a un familiar íntimamente allegado, he tenido la ocasión, en algunos momentos de asueto, de propinarme unas buenas dosis de satisfacción bajo el extenuante calor estival, aguas arriba del puente de San Marcos.

Aún evocan mis neuronas la aciaga noticia, que rondará el medio siglo de un infortunado piragüista que pereció en las sucias aguas del río Bernesga y al que se tardó varios días en recuperar su cadáver, al parecer por la excesiva turbidez. Recuerdo la locución radiofónica del luctuoso suceso porque las dos cadenas de televisión estatales no reparaban en estas ‘dramáticas menudencias’ de una capital de provincias. El río bajaba entonces enlodado, sucio, lleno de inmundicias. Hasta los pescadores que se acercaban a sus márgenes eran vistos con una especie de compasión.

Eran tiempos de estudiante donde la pulsión por la pesca llevaba a capturar infortunadas bermejuelas que se afanaban por salvar el apresamiento de agua junto al Puente de los Leones. A tal efecto se utilizaban las tapas de botes metálicos de gran tamaño que no era infrecuente encontrarlos diseminados por las orillas, rodeados de plásticos y desperdicios varios. Aquellos pobres peces parecían saltar obsesivamente, surgiendo de un caldo repulsivo que convertía la mucosidad que habitualmente los cubre, en verdadera piel de lija. Imposible escurrirse.

No hace mucho tiempo, con motivo de una comida de fraternidad de las antiguallas universitarias que conmemoraban su medio siglo de andadura, tuve noticia de que un grupo de voluntarios que de forma periódica y altruista se dedicaba a la limpieza de toda inmundicia que acechara los bordes del río Bernesga. Movido de mi curiosidad enfermiza tuve que comprobarlo para desechar el triste recuerdo que guardaba mi memoria. Y efectivamente así era, nada que ver con lo que años atrás era este trasunto de cloaca. Una alegría indescriptible.

Lecho del río Bernesga, hoy cristalino.

Así es que cuando ahora, paseando por la ribera del Bernesga difícilmente se puede adivinar un plástico colgado de las ramas de la vegetación riparia que flanquea el curso de agua, no puedo por menos que sentir agradecimiento ajeno a los autores de esta suerte de adecentamiento. A mayor abundamiento en el tema, pude observar anátidas sesteando. Alguna garza malhumorada e incluso he creído ver algunas garcillas con su níveo plumaje, amén de otras aves comunes. Pero es que además desde las alturas de los nuevos puentes, casi sumidos en el abundante arbolado, ‘navegaban’ barbos de notable porte y alguna trucha. Pura ambrosía para quien guste de reparar en la vida fluvial y su fauna.

La cuestión es tan así que hasta el pasado año, con motivo de la manifestación a favor de la salida de León de la impuesta comunidad de Castilla y León, ya saben, cuando nuestro paisano, el incombustible –perdón por el sarcasmo después de lo de la Sierra de la Culebra– se fotografiaba interesadamente con los enfermos de ELA y sus familiares, una trucha que superaría el kilo de peso, y de eso algo sabemos los pescadores, evolucionaba plácidamente bajo el puente de San Marcos mientras el agua lamía los sillares de la última pilastra en el lado opuesto al convento-cárcel-parador.

Lástima que con nuestra fagocitación por el ente castellano, hasta nuestra fauna piscícola ha adquirido la consideración de castellano leonesa. Si es que lo damos todo. Sólo un apunte negativo porque no fuera a ser que los responsables de la higienización y mantenimiento de la prestancia de este otrora malhadado río, se empalagaran con tanto dulzor como puede desprenderse de este más que merecido elogio. Y este punto, más propio de sibaritas pejigotas es el siguiente: Si como todo el margen del río esta flanqueado por chopos, asiática especie invasora, lo fuera por el Bosque de Galería que crea la vegetación autóctona, sobre todo con alisos, un servidor se sentiría reconfortado hasta el tuétano.

No encuentro palabras adecuadas para expresar mi admiración y mi gratitud por la labor desarrollada. Supongo que entre sus mentores habrá personas con las que ideológicamente sin duda discreparía, pero tras esta tarea sólo puedo tributarles mi más rendido homenaje. ¡Por favor sigan así y que el ejemplo cunda con otros ríos leoneses!

Etiquetas
stats