¿Por qué no nos tomamos en serio los cómics?

Cómic 'Maus' de Art Spiegelman, primero en tener un premio Pulitzer.

Pese a su importancia indiscutible en la cultura popular, el cómic no goza de un estatus similar en el mundo de habla hispana al que tiene en otros países. Entre otras razones, esto puede deberse al origen mismo del cómic moderno en la prensa diaria, mucho más débil que en Estados Unidos, y que vinculó el cómic a contenidos infantiles. Sin embargo, se trata de un medio que representa visualmente uno de los roles fundamentales de los humanos: el de narradores de historias.

Desde 1992, cuando el prestigioso premio Pulitzer se otorgó a Maus: historia de un superviviente, la obra de Art Spiegelman sobre el Holocausto, el medio ha ido ganando reconocimiento en todo el mundo. Hoy se usa para narrar hechos históricos, como hace el multipremiado Paco Roca, y se abre camino en espacios típicamente culturales, como los museos.

En Francia existen desde hace años lecturas de cómics recomendadas en el ámbito escolar. Y aunque podemos encontrar ejemplos desde Indonesia hasta Japón o Australia en los que se ve ese interés creciente, en pocos lugares como en el país galo se otorga un estatus similar a la historieta gráfica.

En España es un recurso educativo que ha generado interés, pero que no parece haber consolidado (todavía) su posición.

Origen educativo

La palabra cómic de origen inglés deriva del griego komikos, “relativo a la comedia”. Si tuviésemos que definirlo en pocas palabras, el cómic consiste en narrar historias basándose en la imagen y la palabra. Para la RAE es una secuencia de viñetas (arte secuencial lo llaman algunos autores) con desarrollo narrativo o también el nombre del libro que las contiene.

Tomando esas definiciones, se podría establecer un parentesco con otras obras (los jeroglíficos o el Estandarte de Ur). Sin embargo, los verdaderos padres del cómic moderno son más recientes, del siglo XIX. Hablamos de la tira cómica de The Yellow Kid y la obra del pedagogo suizo Rodolphe Töpffer.

Como se puede observar, el cómic nace unido a la educación. The Yellow Kid tenía un fuerte componente de crítica social y Töpffer era pedagogo.

Además, estamos en una sociedad cada vez más visual y el cómic es una excelente forma de educarnos en la lectura y creación de contenidos visuales; no en vano en el cine los storyboards son bocetos muy habituales como parte del proceso creativo.

Una cosa “de jóvenes”

Pero si tiene tantas posibilidades educativas, ¿por qué no se usa más?

Tradicionalmente se ha visto como un producto cultural de segundo (o tercer) orden, asociado a un público infantil; de hecho, uno de los sinónimos de cómic en español, tebeo, viene de la publicación para niños TBO.

Y sin duda también ha influido la mala prensa de este medio. En Estados Unidos a mediados del siglo XX, con el Senado estadounidense implicado, se vivió una pequeña caza de brujas, en la que se temía que los cómics pervirtiesen la mente de los jóvenes. Esto provocó la imposición de la autocensura, el Comic Code, que llegó todavía hasta principios del siglo actual.

Lo curioso es que estas acusaciones de corrupción de las mentes juveniles (que abarcaban desde la delincuencia a la homosexualidad) no se sustentaban en una base científica. De hecho, recuerdan a lo ocurrido años después con los videojuegos o los juegos de rol. En ambos casos se han realizado verdaderos juicios mediáticos sin base científica, acusando de promover la violencia o el consumo de drogas.

En el vídeo superior se puede ver una entrevista en 1955 al senador Estes Kefauver, presidente del subcomité que investigó los efectos del cómic en la delincuencia juvenil en EEUU.

¿Será que desconfiamos de lo que hacen las nuevas generaciones? Tal vez una parte de la idea de “cualquier tiempo pasado fue mejor” subyace en el interés por criticar las aficiones de los jóvenes. Y está bien ser crítico, pero quizá seamos muy exigentes con esos contenidos nuevos y menos con otros.

Reconocidos en Francia

El Ministerio de Educación francés establece listas de lectura organizadas por niveles y géneros, incluyendo una dedicada específicamente a cómics. Desde hace más de treinta años, la enseñanza de la lectura de la imagen es una tarea normalizada en las clases.

En 2008 surgió la asignatura obligatoria Historia de las Artes, en la educación secundaria, en la que el cómic está clasificado como “arte visual”. En 2013, se duplicó el número de cómics incluidos en la lista de lecturas.

El cómic tiene en Francia claramente un reconocimiento explícito a nivel educativo e incluso ha sido empleado en experiencias terapéuticas.

Beneficios educativos

Los cómics son un importante recurso para el desarrollo de la lectura y escritura, tanto de jóvenes como de adultos, contribuyendo a la comprensión del entorno social que nos rodea. Las principales funciones pedagógicas del cómic son estimular la creatividad, el aprendizaje, el lenguaje verbo-icónico (aquél en el que texto e imagen se complementan) y el conocimiento del entorno.

Podemos considerar que los beneficios educativos del cómic son los siguientes:

  1. Comprensión lectora y vocabulario.
  2. Expresión oral y escrita.
  3. Concentración y memorización.
  4. Se adapta al propio ritmo de lectura del alumnado.
  5. Ortografía y síntesis.
  6. Aprendizaje de idiomas.
  7. Complementa medios audiovisuales.
  8. Actitud crítica.
  9. Comprensión de la realidad social y cultural de su entorno inmediato.
  10. Educación en valores.
  11. Favorece la creación y creatividad del alumnado.

Un interés creciente

Actualmente en España existen varias iniciativas con actividades para escolares o para la formación de docentes que se basan en el cómic. Por ejemplo, en el Saló Internacional del Cómic de Barcelona se han celebrado varias jornadas anuales, organizadas por el Departamento de Educación de la Generalitat, con la colaboración de FICOMIC.

En el ámbito universitario, encontramos el Master Universitario en Cómic y Educación de la Universidad de Valencia. Es el primer máster universitario de este tipo en el ámbito hispano.

En Latinoamérica también existe un creciente interés, aunque la comparación entre publicaciones científicas sobre el tema de diferentes países se ve condicionada por diversos factores (número de revistas, por ejemplo). Brasil es uno de los países con más publicaciones en los últimos años: por poner algunos ejemplos, aplicados al cómic encontramos trabajos sobre creatividad, el cuerpo humano, la diversidad sexual y la homofobia, la lectura crítica o la historia de la propia nación.

En todo el ámbito de habla hispana encontramos trabajos sobre la formación de lectores, sobre Educación Física y educación emocional, así como ensayos sobre el origen de los cómics. Como se puede observar, es un abanico muy amplio y rico, repleto de posibilidades.

Perder los complejos

Tampoco se quedan atrás, aunque sea de forma anecdótica, las grandes empresas como Marvel en campañas de sensibilización protagonizadas por superhéroes, por ejemplo frente al acoso escolar, sin que nos olvidemos del papel en EE. UU. de los cómics con respecto a la diversidad racial o las reinvidicaciones de igualdad de género.

Estas son indudablemente señales del potencial e interés que generan los cómics. En definitiva una forma artística con un enorme potencial en el entorno educativo a la que conviene tomar algo más en serio.

Esperemos que en el “próximo número” encontremos nuevas y trepidantes aventuras… que nos ayuden a aprovechar todos los recursos disponibles para promover el aprendizaje. Sin complejos.

Mario Grande de Prado es profesor de Tecnología Educativa de la Universidad de León. Artículo publicado originalmente en The Conversation.

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