Menos lobos

El consejero de Medio Ambiente, el leonés Juan Carlos Suárez Quiñones.

Máximo Soto Calvo

Menos lobos (caperucita) señor consejero autonómico. Para hablar del lobo y de los aconteceres autonómicos que por razón del cargo de ministrillo autonómico le han caído al señor Quiñones, y sobre su modo de actuar sin lustre, dicen que preñado de indefinición, había empezado a elaborar un artículo, cuyo título queda recogido en la primera línea de éste, para que nada oculte mi intención primera.

Muy animado estaba ante el ordenador para dar al original, en esta ocasión, cierto grado de bucolismo (que ahora se conservará en el arranque) antes de acometer la idea de poner en solfa sus aconteceres políticos, eso sí, bajando el diapasón de la sorna ante la gravedad de lo sucesos en la Sierra de la Culebra, en Zamora. Lo quiera admitir o no el colaboracionista Consejero: ¡En la Región Leonesa!

La primera vez que estuve ante aquella circular obra de piedra, tosca pero robusta, en el Valle de Valdeón, en nuestro andar hacia Caín desde Posada para acceder a la divina, esa de honda vida que no necesita otorrino, y pasado Cordiñanes, nos sorprendió una fuerte estructura cual incipiente torreón de castillo, más la pareada empalizada que en plan sendero conductor a él abocaba. Pero más nos impresionó su finalidad: atrapar y encerrar al lobo. Ni más ni menos era el Chorco de los lobos. Por supuesto el animal no entraba voluntario al encierro, había que saber conducirlo en la distancia. Eso nos venía a decir quién mandaba, pero también el que se defendía.

Avanzada estaba ya la sexta década del 1900. No había sido fácil la bajada hasta el valle. Un camino de tierra estrecho con curvas y recovecos, con dificultad nos permitió hacerlo en automóvil, partiendo de Santa Marina en el puerto de Pandetrave; la suerte quiso que no nos encontráramos con nadie en dirección contraria, pues tal cosa, casi, casi, resultaba una trampa, ésta para humanos sobre ruedas y de voluntario acceso.

Los habitantes y sufridores de las hazañas del lobo, sabían lo que querían, ni más ni menos que controlarlo, aunque no sin esfuerzo pero con ingenio para abocar al animal al encierro y captura en el chorco citado. Más que castigo por sus fechorías, con buena intención hablemos de control de número, había una suerte de convivencia. Todo organizado. Sin duda una amistosa forma mía de querer verlo, desde la distancia sugerente de que también lo dañino se puede reconducir.

En la fotografía que ilustra este escrito, el señor Quiñones aparece muy concentrado escuchando, vía auriculares, digamos para nuestra conveniencia ocasional, el impresionante aullido del canis lupus, cuya polémica figura está dando hoy y siempre, problemas por sus agresiones a los rebaños o reses más o menos aisladas, por supuesto con dueño, en la Comunidad llamada Castilla y León obligada por orden de superior grado, por decreto, para la conservación de la especie, pero que también han de saber gestionarlo. Y cómo “hincarlo el diente”.

La conservación del lobo

Hubo un tiempo en el que se incluyó al lobo como especie cinegética, sujeta a vedas y temporadas. Luego... se podía cazar a tiros según zona y en determinado número, aunque no siempre. Pero no sin respetar su conservación y en convivencia con la cabaña ganadera a la que acosaba. Compensando por daños en número de reses heridas o muertas, casi siempre tarde y con cortedad monetaria, según se vienen quejando los dueños de las reses.

Ahora en los papeles autonómicos hablan de proporcionar perros mastines como guardianes ante el ataque del lobo, en el ámbito 'regional' dicen, aludiendo al ente comunitario, cuando deberían decir: autonómico o birregional, para justeza y veracidad. Intencionadamente huyen de nombrar a los perros guardianes como mastines leoneses. ¡Cuánto les duele cualquier mejoría o prevalencia leonesa!

Como quiera que especialmente laboro en la defensa de lo leonés, de modo especial en el ámbito autonómico, que no sólo nos nomina con perversión, como les interesa, sino que nos roban el apellido leoneses, pido disculpas a los ganaderos y gentes de nuestros campos, si entienden que minimizo el tema que tanto les afecta, al llevarlo a un campo nominal y no al estudioso de su gran problema.

Siempre me ha parecido que, el señor Quiñones, cuando tiene dudas arremete contra el Gobierno central, algo que gusta mucho en la Junta. Tal como ahora con el tema lobo dice: “Tiene carrazón política e ideológica el Gobierno”.

El colosal y dañino fuego de la Culebra

El colosal y dañino fuego en Sierra de la Culebra, sin duda ha hecho merma también en el número de lobos en la zona quemada, demasiada amplitud de fuego debida a la tardía y mala organización defensiva para atajarlo, según se iba viendo. Escaso número de efectivos, un maligno plan de ahorro, fundamentado en que “las cuadrillas entrenadas, sólo son necesarias unos meses”. ¡Vaya decisión!

No sé qué asesores tiene el señor Quiñones en el tema Medio Ambiente para que le aconsejen, ni siquiera si los ha elegido él, o le han sido “insinuados” por el ente para materias como el lobo y los Montes. Para ambas cosas hay leyes, que no tendrá dudas para interpretar, pues encaja en su disciplina jurídica, pero políticamente vacila, cojea, cuando no yerra. Apagado el fuego, intenta sacar pecho, sacudirse responsabilidades y habla de virulencia y adversidad. ¡Catástrofe!

El fuego en los montes, quien sabe de ello, dice que “empieza a apagarse” con la prevención. Así se está haciendo aquí, osa decir el Consejero, (¿) [a quien alguna que otra vez se le escapa la nominación dañina: Castillaleón], no opinan lo mismo las gentes de los pueblos afectados, desde donde se pide su dimisión.

Ahí lo dejo.

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