Los cementerios arden bien

Uno de los pueblos quemados en León durante la ola de incendios forestales.

Recuerdo una vieja anécdota, de los años noventa, en que dos viejos excombatientes hablaban de los bombardeos durante la guerra, y uno de ellos se reía diciendo que en su ciudad habían bombardeado el cementerio. Que sí, que fue una desgracia, pero mejor eso que la ciudad. Y eso es justo lo que pasa con los incendios: por ahí cunde la impresión de que ha ardido el cementerio. Ese sitio donde ya no hay nadie, ni vida, ni cosa que importe más allá de cubrir las apariencias poniendo cara de tristeza. Ni han hecho nada ni van a hacer nada, porque arden sitios donde no hay votos que rascar, ni mordidas que pillar, ni el menor interés en invertir un duro en mantenerlos. Han ardido los lugares medio abandonados. Cientos de miles de hectáreas con mil habitantes en total. Y nadie va a hacer nada. Nadie.

Digan lo que digan, cuando se les gaste la careta de compungidos que han cogido del almacén, se olvidarán otra vez de nosotros, de nuestros montes, y de esa cosa que llaman medio natural, tan cacareada, tan llevada y tan traída en documentos y discursos, pero que le importa a todo el mundo un carajo. Los montes no votan, suponen gasto y no lucen. ¿Quién se va a ocupar de ellos?

Pero vamos a ver, si quitan los consultorios médicos y las escuelas, si quitan el transporte público y los cuarteles de la Guardia Civil, ¿en qué cabeza cabe pensar que van a invertir un duro en desbrozar el monte? Si las personas, las pocas que quedan, no les importan una mierda, ¿qué les van a importar los árboles?

Y luego viene el Gobierno con que va a crear un comisión interministerial para el cambio climático. Nos toma, por centésima vez, por gilipollas. ¿Sabéis por qué se llama “para el cambio climático” y no para defensa de los bosques o el medio natural? Para poder decirnos que se dedica un presupuesto eso y luego gastárselo en subvencionarles coches eléctricos a los ricos. Se llama así, para poder decir que hace algo y desviar luego el dinero a donde le dé la gana, o sea, a donde haya votos y favores que deber. Nos lo vende ahora, en la emergencia, para luego gastárselo en cambiar ventanas en los edificios oficiales de las ciudades. O en poner calefacciones de pellets que, mira tú, se alimentarán convenientemente con los restos de la madera quemada de nuestros incendios.

Porque esa es otra: aquí van a venir unos cuantos a convertir nuestros montes en calefacción sostenible, ya lo veréis. Ardió el monte, más pellets para la ciudad, y veréis la prisa que se dan en ir a cortar árboles chamuscado, no sea que a alguno, el hijoputa, le dé por revivir y baje la facturación. Cojonudo.

Así que oye, sí, los cementerios arden bien. Y que sea enhorabuena, ¿verdad? Peor hubiera sido un incendio en el edificio de la Junta.

Anda y que os follen.

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