La bola de cristal del consejero de Presidencia de Castilla y León

El consejero de Presidencia de la Junta, Luis Miguel González Gago.

Lánguido el estío, agonizante el verano, el consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León destapó el tarro de las esencias y con pretendida ironía respondió en una comparecencia pública a una de esas preguntas que suelen hacer exclamar al interpelado: “Agradezco que me haga esa pregunta”. El periodista, que al parecer tenía el ánimo contrito ante la posibilidad de la extensión del ¡separatismo! leonés a otras provincias de la comunidad, recibió una desconcertante e insidiosa respuesta: “Desconozco la situación del PSOE de Segovia”.

Queda patente el fino sentido del humor del inefable Luis Miguel González Gago, a la sazón consejero de Presidencia, que enmarca en un 'plano político' la reivindicación leonesa de una autonomía propia al margen de Castilla. Nada que ver con un tema social, lo que es tanto como dar por sentado que no existe el respaldo unánime de todo un pueblo que, carente de valedores, es incapaz a alzar la voz de forma nítida e inequívoca, lo que muy  bien podría ser. Como es probable que la doméstica y domesticada clase política leonesa permanezca callada ante tamaña ligereza, aprovecharemos la tribuna que nos brinda ILEÓN para hacer algunas matizaciones desde esta columna de opinión.

En primer lugar no puedo por menos que felicitar al insigne consejero por el arte desplegado en sus veladas insinuaciones al PSOE, pero sobre todo por sus prodigiosas dotes de exégeta del sentir leonés en este asunto. He gastado yo muchos años tratando de interpretar dicho sentir y no me atrevería a lanzar semejante afirmación. Claro que no se puede infravalorar a un abogado vallisoletano que bien pudiera ser miembro destacado de la fundación Abogados Cristianos, casualmente con sede en la capital pucelana. Con tales principios religiosos quizá haya trastocado los términos del mandato bíblico 'Apacienta mis ovejas' por el de 'apacienta mis borregos' vista la mansedumbre de la ciudadanía leonesa. 

No contento con esta salida de pata de banco se ha descolgado con otro comentario poco afortunado: “Se produce en León por una reivindicación del peso en León y que cae por el peso de Castilla y León, pero no fija criterio o posición al resto de provincias”. Con lenguaje tan alambicado, como arúspice no le auguro un porvenir muy halagüeño. Confiemos que en sus otros cometidos, que no sean el de comunicador, pueda demostrar sus habilidades redondeando mejores faenas. Si me permitiera una objeción le diría que me parece muy bien que se presente en público como esforzado jornalero de la Junta, pero hombre, llegar al extremo de convertirse en un estajanovista, se antoja excesivo. 

Mire, en León, aunque no se nos escuche la voz y se nos infravalore, somos conscientes de algunas particularidades que parecen escapársele a los altivos prebostes castellanos y que pasó a referirle aunque sea muy sucintamente. En primer lugar decirle que esa valoración tan sui generis de que la reivindicación leonesa se caiga por el 'peso' de Castilla y León, suena a incursión en el género cómico. A nivel estatal, Castilla y León es ingrávida y gentil cual pompa de jabón, es decir, rebosa irrelevancia. A decir verdad esta autonomía debería pasar a nombrarse con terminología mercantil que sin duda este rábula ha de dominar, su nombre más apropiado sería: Valladolid y otros.

Política de hechos consumados

La política de hechos consumados que pone en práctica la Junta no silencia las aspiraciones de León. Insisto en que el tradicional encogimiento del leonés le impide vivir de pie y levantar el tono de voz y reclamar lo que un día le arrebataron, con el silencio cómplice de políticos leoneses de la época y albaceas actuales de tan mísero legado. ¿Se imaginan que ocurriría si un día una nueva generación de leoneses, con los arrestos de los que ahora carecemos, exigiera una reparación histórica y la recuperación del status perdido? 

¡Señor consejero! ¡Hágame caso! No pretenda invocar ciertos vínculos entre Castilla y León que sólo existen en el imaginario de los mandamases castellanos, sencillamente porque no existen, son de nuevo cuño. Por más que traten de convencer a la opinión pública, entre nosotros sólo hay una imposición y una sumisión indecorosa. ¿Tan difícil es asumir que somos dos realidades inmiscibles? Tampoco se hagan de la miel por el vasallaje indecente de los representantes públicos leoneses, porque sólo es cuestión de tiempo que nuestra gente despierte y los fuerce a desligarse de sus actuales amos.

Esta tarea de hacernos creer lo que nadie cree, de hacernos comulgar con ruedas de molino, no es tarea para aficionados castellanos. En este tipo de prácticas esotéricas quedan reservadas para profesionales de la política, como nuestra irrepetible y polifacética paisana Ester Muñoz, mujer racial que conoce la entraña de su tierra hasta el tuétano y único oráculo capaz de interpretar las aspiraciones de los leoneses. La ardua tarea de narcotizar a la ciudadanía es ciencia suprema, sólo al alcance de iniciados en los misterios eleusinos, como es el caso de esta nuestra joven promesa.

Y burla, burlando, no podemos por menos que dedicar un breve recordatorio al papelón deplorable de los prebostes socialistas autonómicos, que ya en punto muerto, aguardan por el empujón postrero que desaloje a su partido del gobierno central, arrastrando mientras su insignificancia como almas en pena. Gran suerte la de la Junta y la de su locuaz consejero de Presidencia tener una oposición tan benévola, con la particularidad de que siempre está dispuesta a culminar las medias estocadas que un día sí y otro también se le propinan al País Leonés. Lo que el PP no despacha con la espada, le dan matarile Cendón o Tudanca con el verduguillo.

Etiquetas
stats