La farsa y la tragedia palestina
Ya empieza a resultar estridente la multitud de opiniones que se vierten sobre el drama palestino en un recital de hipocresía pocas veces conocido. Políticos y comentaristas de todo pelaje se han volcado en justificar el agresivo comportamiento del gobierno israelí con sus vecinos palestinos. La animadversión de los unos por los otros, y viceversa, viene de muy lejos. Ya el Antiguo Testamento habla de la profunda enemistad entre judíos y filisteos (denominación antigua de los actuales palestinos, habitantes de Gaza).
Además de esta reseña histórica del pasado, para enfocar bien la situación actual, conviene viajar más atrás en el tiempo. Judíos y palestinos, pueblos semitas ambos, habitaban una pequeña extensión territorial que fue ocupada por los romanos durante el esplendor de Roma. El levantisco pueblo judío se mostró siempre hostil a la presencia romana en el Reino de Judea. Los romanos les concedieron autonomía en un principio pero el gobierno teocrático judío siguió con su convencimiento de que siendo el Pueblo elegido por Dios, no tenían por qué someterse a una potencia extranjera y siguieron con su insumisión hasta que Roma, cansada de su conducta, destruyó Jerusalén con su templo incluido y acabó por expulsarlos de su tierra.
Ya mucho más acá, la solvencia de las economías de los judíos y sus ritos un tanto misteriosos, unidos a su tradicional rebeldía, les acarreó la expulsión de numerosos países como España, Portugal, Inglaterra, entre otros o las furibundas persecuciones como los pogromos rusos o ucranianos y el Holocausto nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Terminada esta contienda, Gran Bretaña, potencia colonizadora de Oriente Medio, se retiraba de aquellos territorios (1948), el mismo día Israel se declaraba como estado independiente. La declaración Balfour para atraerse a las grandes fortunas judías a la causa aliada en la Primera Guerra Mundial, había favorecido ya el prematuro reasentamiento de judíos en Palestina.
Históricas desavenencias
Las históricas desavenencias entre árabes y judíos no tardaron en reproducirse, pero bajo la tutela británica y americana, los árabes perdieron la partida, de forma muy especial en la Guerra de los Seis Días (1967) donde la aviación judía aplastó a los ejércitos jordano, egipcio y sirio en menos de una semana. A partir de esa fecha las imposiciones judías no cesaron y poco a poco se fueron apropiando de territorios palestinos hasta dividirlos en dos fracciones (Gaza y Cisjordania), Altos del Golán sirios y el Sinaí egipcio. Miles de palestinos, siempre compelidos por el continuo expolio israelí, se vieron forzados a emigrar a países vecinos como Jordania.
En vano trataron los palestinos de dar golpes de efecto, como fue el secuestro y asesinato de atletas israelíes en las Olimpiadas de Munich en 1972, o el secuestro de un avión que se acabó resolviendo en Uganda con un baño de sangre en 1976. Como respuesta a este conflicto perpetuo con duros enfrentamientos armados, en los que se incluyó a Líbano y Siria, los israelíes ejercieron una asfixiante presión con deportaciones, expulsiones y carnicerías indiscriminadas como la del campo de refugiados de Sabra y Shatila (1982) donde se produjo un crimen contra personas indefensas, siendo ayudados en este caso por facciones libanesas.
El momento actual
Y así ha seguido todo hasta el momento actual donde, tras la indiscriminada matanza de un millar de civiles israelíes en 2023, Israel respondió de forma brutal contra la franja de Gaza matando decenas de miles de palestinos, bombardeando escuelas y hospitales e incluso asediando por el hambre a la población gazatí. La tradicional ley del Talión judía del ojo por ojo y diente por diente, ha tenido un efecto multiplicador en esta ocasión hasta el extremo de que la cifra de niños palestinos muertos es inmensamente superior al de niños ucranianos fallecidos en más de tres años de contienda.
La situación actual es cambiante respecto a este conflicto. Hemos pasado de la ambigüedad calculada de Europa a una tímida condena en sede de la ONU, organismo hecho a la medida de las potencias vencedoras de la última gran contienda mundial, pero sobre todo a la del amigo americano que, como primera potencia mundial, impone su ley y sus intereses ante el aplauso enfervorecido de la ‘Vieja Europa’ que no duda en arrodillarse ante el todopoderoso Tío Sam, ni en aceptar resignada el cambio de rol israelí que pasó de víctima alemana a verdugo.
El ridículo de Europa es tan acentuado que condena sin paliativos a Rusia por su invasión de Ucrania pero mira hacia otro lado en el caso de a Israel, el cual, sintiéndose respaldado hasta las últimas consecuencias por los norteamericanos y sus primos ingleses que se resisten a dejar de ser árbitros del mundo, hacen lo que les apetece, incluido matar a troche y moche. Europa ha incluido a este pequeño país asiático en festivales como Eurovisión o en competiciones deportivas europeas, mientras veta su participación a Rusia o Bielorrusia. Ahora, con su cambio de conducta, amenaza en vano a Israel con vetarle dicha participación.
Los actuales judíos protestan farisaicamente de quienes censuran su bestialidad, tachándolos de antisemitas, cuando en realidad su aspecto es de centroeuropeos, argentinos, americanos y un largo etcétera, es decir los verdaderos antisemitas son los judíos de nuevo cuño mal que les pese y los masacrados son los auténticos semitas. El mundo ha tardado en reaccionar ante las atrocidades judías ejercidas sobre una población civil indefensa abandonada por árabes, europeos, y otras potencias, como Rusia o China, que no creen que puedan sacar partido alguno de una confrontación abierta por esta causa con el poder americano u occidental.
La elipsis de periodistas y políticos conservadores que se resisten a tildar de genocidio lo que esta sucediendo en la franja de Gaza, arguyendo peregrinas razones técnicas para evitar el uso de una palabra que podría sustituirse ventajosamente por la de exterminio, resulta ignominiosa. Igualmente tachan de terrorismo al grupo Hamas ¿Serían los gazatíes terroristas si dispusieran de un ejército de 200.000 soldados, 500 tanques, otros tantos aviones, abundantes misiles modernos, armas nucleares y el apoyo de potencias extranjeras, o quizá sería un país respetable? ¿Cómo se puede tener el cuajo de motejar de grupo terrorista a quien lucha por recuperar su tierra? ¿Eran terroristas acaso el Cura Merino, el Empecinado y otros muchos guerrilleros españoles que ejercieron idéntico proceder cuando la francesada?
Este conflicto tiene muy mal pronóstico y lo menos malo que puede ocurrir a todo el mundo es que de verdad cesen las hostilidades. También está el oportunismo de la izquierda española (periodistas y políticos) con pifias como la de la Vuelta Ciclista, la flotilla de Gaza y las protestas tras el plan de paz de Trump que ha traído este alto el fuego, pero eso lo dejaremos para mejor ocasión.
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata