Armunia: el espejo que el Ayuntamiento no quiere mirar

El abandono de Armunia por el Ayuntamiento de León es evidente para su Junta Vecinal.

Agradezco sinceramente a los medios de comunicación de León que han permitido visibilizar la realidad que sufre Armunia. Pero también debo decirlo con claridad: algunos tertulianos, más pendientes de aplaudir al poder que de mirar la realidad, han demostrado que la ignorancia, cuando se adorna de soberbia, se convierte en una forma de miseria intelectual. 

Porque no, la reclamación de Armunia no es una queja ni un capricho vecinal. Es un grito de alarma, un SOS lanzado desde un territorio que agoniza mientras el Ayuntamiento mira hacia otro lado y algunos opinadores de salón pontifican sin haber leído ni una línea del informe que sustenta nuestras denuncias y propuestas. Lo verdaderamente estúpido no es protestar, sino hablar sin saber. 

Los datos son demoledores. Otras pedanías reciben entre 16 y 19 veces más financiación que Armunia, pese a tener diez veces menos población. No pedimos más que nadie; exigimos equidad e igualdad de trato. Mientras en algunos lugares se reparten casi 300 euros por habitante, en Armunia apenas llegan 14,2 euros. Lo llaman gestión. Yo lo llamo discriminación institucional

Y, por si fuera poco, el Ayuntamiento se comporta como si la transparencia fuera una rareza exótica. Nadie explica por qué la Casa de Cultura de Armunia lleva más de cuatro años sin calefacción, por qué no existe una acera hacia el cementerio, o por qué se desmonta un parque infantil mientras en otras zonas florecen áreas de juego de casi un millón de euros. Es difícil no ver el patrón: para Armunia, abandono; para otros, derroche. 

Nuestra pista polideportiva parece una reliquia arqueológica, los jardines agonizan sin riego y las ratas y cucarachas campan a sus anchas, impunes y felices. En mayo, mes de 31 días, solo hubo barrenderos cinco. Cinco. Pero, eso sí, el Ayuntamiento sigue presumiendo de limpieza urbana en notas de prensa que solo leería alguien con mucho estómago o poca vergüenza. 

El 12 de julio de 2023 enviamos una desesperada petición de auxilio por qué tropezamos con algo inaudito; injustificación de pagos, salida de fondos sin ninguna apología, inmuebles abandonados y en estado de semi ruina…. La respuesta llegó seis días después, tan fría como inverosímil: que nos dirigiéramos a la Diputación. Una burla institucional, un manual práctico de cómo sacudirse las pulgas –las mismas que campan por nuestras calles–. 

La actitud del alcalde no mejora el cuadro. Padece lo que podríamos llamar sordera institucional crónica, ese mal político que se contrae al pasar demasiado tiempo entre moquetas y alfombras. Tardó más de seis meses en recibirnos por primera vez, y la última vez que accedimos a tan sublime deferencia, nos dejó con su lugarteniente, personaje de gran capacidad para desbarrar y enorme elocuencia demagógica, quien duró diez minutos antes de reconocer que “Armunia le aburre”. Qué revelador: al poder le aburre el pueblo, pero nunca la propaganda. 

Y luego llega la frase estelar: que en Armunia “se ha invertido muy por encima de la mayoría de los barrios”. Una afirmación tan grotesca que ni siquiera merece ser desmentida; basta con pasear por nuestras calles para comprobar que el alcalde vive en un relato paralelo, ajeno a la realidad que debería gobernar. 

Queremos cumplimiento

Nosotros no queremos competencias, queremos cumplimiento. Queremos que el Ayuntamiento asuma las competencias obligatorias que marca la ley. Armunia cuenta con más de 5.300 vecinos y vecinas, numerosas empresas y un encomiable Parque Tecnológico que contribuyen solidariamente a las arcas municipales. ¿Dónde está ese esfuerzo fiscal? ¿Dónde van nuestros impuestos? La pregunta flota en el aire, sin respuesta, mientras el dinero se evapora en inversiones selectivas y decisiones arbitrarias. 

El Procurador del Común nos ha dado la razón, y no por azar, sino porque detrás de nuestra denuncia hay trabajo, datos y rigor. Y no será nuestro único cómplice. Desde 2023 hemos presentado alegaciones, propuestas, informes y alternativas concretas. Y el Ayuntamiento, en su habitual ejercicio de autismo político, ha optado por ignorarlas todas. 

Atribuir nuestras demandas a intereses electorales es tan ridículo como previsible y simplista. Molesta, claro, que en Armunia haya quien no se arrodille ante el alcalde ni participe del coro servil de aduladores. Pero esto no va de ideologías. Va de decencia y de respeto. Lo que pedimos no tiene color político: tiene sentido común y justicia social

Armunia no pide favores. Exige lo que le corresponde. Inversiones reales, transparencia y trato digno. Todo lo demás –las excusas, los silencios y las mentiras– son solo eso: ruido. Y el ruido, a diferencia de la verdad, no construye nada. 

Armunia no se rinde. Pero León debería empezar a mirar en este espejo, aunque le duela lo que refleje.

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