19 de julio de 1936 en Valderas: domingo sangriento
Lo sucedido en julio de 1936 en Valderas y localidades aledañas ocupa un extenso capítulo. Permítanme que tome de entre la información que ella recoge, mucha desconocida hasta el presente, y les acerque a modo de breve y resumido apunte, la siguiente:
Sobre lo sucedido en la localidad durante los días que van del 18 al 24 de julio nos ilustra la narración (parcial y tendenciosa) que el 21 de marzo y el 18 de julio de 1937 publica Jesús Temprano Toral en el semanario Prisma formando parte de un artículo por entregas que titula 'Un lustro de inquietudes. Episodios de la Revolución marxista en Valderas', y según ella, en la villa habrían patrullado por las calles una multitud de hombres, y también mujeres, izquierdistas (en un desesperado intento de proteger el régimen legítimo y constitucional, la República ya herida), requisando algunas pistolas y escopetas en casas de vecinos de derechas, a los que se recluye en sus domicilios y entre los que figura el jefe local de Falange, Ponciano Pérez Alonso, que resulta herido al oponerse a su arresto por quienes lo pretenden de acuerdo con lo ordenado por los responsables del Frente Popular.
A las cuatro de la madrugada del domingo 19 se producía el encuentro ante el Comercio Sucesor de Francisco Gómez del joven Ponciano Pérez, acompañado de dos de los cuatro falangistas con los que acababa de salir de la fábrica de alcoholes de Donato Caño González con una patrulla armada desde la que, desatendidas la consigna 'rojo' y sus voces de alto, le disparan un tiro de escopeta que lo hiere levemente con perdigones en las piernas. No es detenido, aunque en Prisma se afirme lo contrario, y permanece curándose en su casa tras prestarle la primera atención en la de Eustaquio Sierra.
Avanza la tarde dominical calurosa y en calma hasta las ocho. A esta hora los vecinos tomaban el fresco en la puerta de sus casas, cuando se escucha de repente un infernal paqueo en la carretera de Benavente. Al sonar los tiros se cierran puertas y ventanas y muchos corren, echándose la noche encima sin que la mayor parte de los vecinos sepan lo ocurrido: los guardias rojos habían disparado contra un automóvil ocupado por guardias civiles que venían de Roales de Campos, resultando en la refriega herido el cabo del puesto de Villavicencio de los Caballeros y muerto Sabas, uno de los izquierdistas de la villa que montaban guardia en aquel lugar, se dice en Prisma.
Disparar contra todo vehículo que no fuera del Frente Popular
Hacia las seis de la tarde de aquel domingo, en la carretera de Roales, nueve milicianos hacían guardia con la orden del alcalde de disparar contra todo vehículo que no fuera reconocido como del Frente Popular, cuando llegó un automóvil en el que viajaban varios paisanos, un cabo de la Guardia Civil y dos números más del cuartel de Villavicencio, “que intentaban poner orden en la villa” (tal vez el mismo orden que habían llevado el día antes por la tarde a Aguilar de Campos, donde Odulfa, vecina de más de 60 años, soltera, socialista, era asesinada de un tiro en el sobrado de su casa por guardias civiles de aquel puesto), adelantándose Vidal Casado Carreño haciéndoles señas de parada, momento en que otro de los vigilantes (Quintín García Alonso, de 18 años; será luego una de las numerosas víctimas mortales de la represión de los alzados) hizo un disparo contra el vehículo, al que siguieron otros más, de cuyas resultas cayó gravemente herido el cabo de la Benemérita, Manuel Herrero Reyes, que, curado por el médico en el pueblo (aunque en enero de 1937 acuse un vecino a otros que en grupo y armados le impidieron ir en busca del galeno), después fallecería, al parecer, aunque significativamente nada se afirma sobre ello en el sumario que por lo sucedido aquellos días condenará a tantos valderenses, ni en la Causa General.
Según otras fuentes consultadas, “en Valderas el 19 de julio de 1936 el sacerdote Leandro Casado disparó desde el balcón de su casa (parece que respondiendo a los disparos que le hacía un grupo de izquierdistas que la cercaban), en el paraje de la Alcantarilla, a Sabas, empleado en el taller y surtidor de gasolina de Lino Martínez Barrero, ambos miembros de la izquierda. El herido moría desangrado de un tiro en una pierna, por la que sangraba abundantemente, en la casa de Víctor Palina, en la que agoniza durante tres o cuatro días mientras el dueño de la vivienda, acogotado por el compromiso contraído al auxiliarlo, no deja de repetir –‘¿cuándo nos llevarán de aquí a esta criatura?”.
Por la noche se celebró en el Centro Obrero otra reunión, de las muchas habidas aquellos días, “y en ella Eugenio Gallego, que junto con el alcalde y Andrés Carbajo Marcos era quien daba órdenes y más excitaba a las masas, propuso quemar el domicilio del sacerdote don Leandro Casado (al que además se hacía responsable de la agresión sufrida el pasado 21 de junio por Teodomiro Alonso Rojo), a lo que se opusieron muchos de los allí presentes, sitiando después su casa en la Alcantarilla un grupo de guardias rojos –del que formaba parte Federico Campillo Vaquero— que se apostaron en torno a ella”.
El presidente de la Casa del Pueblo, Florentino Álvarez García (de 20 años, soltero, lo era desde hacía tres meses, y también de la ugetista Sociedad de Trabajadores de la Tierra), Jesús García López y José López Cabo, que lo acompañaban, anduvieron toda la jornada del domingo en busca de un coche para trasladarse a León y traer de allí armas al pueblo, lo que no pudieron hacer por no encontrar dicho vehículo (no se requisó en Valderas ningún automóvil ni camión), desplazándose los dos últimos a tal fin en la siguiente a la capital en el coche de línea, siendo apresados en el Gobierno Civil, donde les sorprendería la sedición de los militares leoneses.
Los hechos del 20 de julio
El 20 de julio, lunes, desde la Comandancia de la Guardia Civil de León ordenaba el leal teniente coronel Santiago Alonso Muñoz a su subordinado el capitán Arturo Marzal Macedo, al mando del cuartel de Valencia de Don Juan, detener “a un cura de Valderas que había dado muerte (en realidad lo malhirió) a un individuo del Frente Popular de aquella villa al repeler una agresión que allí tuvo lugar, y que el sargento del puesto valderense se pusiera incondicionalmente a las órdenes del alcalde, aunque él, desobedeciéndolo, envió a Valderas a dicho sargento con el previo mandato de que no realizara tal detención, excusándose en que el clérigo huyó a Valladolid, y de que hablara con el regidor, por pura fórmula, pero que, lejos de ponerse a su disposición, hiciera todo lo contrario, pues su deber era defender a España. Cumplió el sargento sus instrucciones con tan poca discreción que destituyó al alcalde, y al poco era llamado de nuevo el capitán por el jefe de la Comandancia, amonestándolo por lo hecho por aquel, ante lo que se disculpó como pudo achacándolo a un error…
Procede lo anterior del libro que ahora presentamos, publicado el pasado julio por Ediciones del Lobo Sapiens con la colaboración de la Diputación Provincial y su Instituto Leonés de Cultura, y los Ayuntamientos de Santa María del Páramo, La Bañeza, Astorga, Santa Elena de Jamuz, y San Andrés del Rabanedo; que han valorado en el ILC como “una obra de singular importancia para el conocimiento de la historia reciente de nuestra provincia”, y que con sus 828 páginas, referencias de casi tres mil personas y más de quinientos lugares provinciales, un centenar largo de imágenes de época, y sus 1.200 notas a pie de página, es mucho más que el relato más completo, actual y detallado del golpe militar de julio de 1936 en los pueblos, villas y ciudades de la provincia de León.
En cuanto a la Exposición 'Los dibujos de Felipe García Prieto, “topo” en Astorga durante la Guerra Civil, contra el fascio y la guerra', basada en contenido del propio libro y en documentación hallada en archivos a lo largo de su elaboración, y que puede contemplarse del 7 al 20 de noviembre en el mismo Seminario de Valderas. Se trata de una colección de dibujos realizados en su escondrijo por el joven astorgano así nombrado y perseguido por la justicia de los facciosos, que muestra su particular percepción del fascismo y de la guerra que él mismo sufría; que creemos que vale la pena conocer hoy, más de ochenta años después y cuando la historia se repite con una nueva contienda en Europa y el auge por doquier del fascio renovado; y que tiene, lamentablemente, plena vigencia y triste actualidad.