Las consecuencias del alzamiento del 20 de julio del 36 en Trobajo y San Andrés

Dibujos de Felipe García Prieto, 'Topo' que se pueden ver en la Casa de Cultura de Pinilla.

Con ocasión de presentar en San Andrés del Rabanedo el próximo viernes 21 de octubre, en la Casa de Cultura del Barrio de Pinilla, la ‘Primera Parte: El Golpe’, de mi libro ‘Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León’, una investigación que me ha ocupado más de ocho años, y en la que la detallada narración de lo sucedido en julio de 1936 y después en lugares del alfoz de León como Trobajo del Camino, San Andrés del Rabanedo y otros ocupa en la obra un amplio espacio, permítanme que tome de entre la información que ella recoge, mucha desconocida hasta el presente, y les acerque a modo de breve y resumido apunte, la siguiente:

Algunos de los anarcosindicalistas resueltos y ardorosos a los que se negara a media mañana del lunes 20 de julio en el Gobierno Civil las armas reclamadas y que en busca de ellas habían salido de la capital ya no pudieron volver a León. Manuel Fernández Calderón (de 16 años, dependiente de comercio afiliado al ugetista sindicato de su ramo), Ignacio Monge Antón y otros jóvenes de izquierdas se encaminaron en la camioneta de Frutas La Cubana y armados de escopetas a los pueblos de Armunia, Vilecha y Trobajo del Cerecedo, recogiendo armas al vecindario (no se llegó a registrar la casa del cura de Trobajo y sí la del carnicero, al que se confiscó, con recibo, una pistola). Un crecido grupo de obreros de las barriadas y los contornos leoneses requisaba en Puente Castro algunas escopetas y con otros venidos desde Armunia organizaban guardias para controlar el paso por el puente sobre el río Torío y apostarse en los altos de El Portillo y La Candamia, desde los que todavía al día siguiente se enfrentarán a los guardias civiles que procedentes de Valencia de Don Juan y de Sahagún –estos por Mansilla– se dirigen a León, huyendo como puede cada cual al imponerse los facciosos. Cuando a las siete de la mañana del 21 de julio intentaba Ignacio regresar a casa lo detenía Luis Gerona, cabo del Regimiento de Infantería, junto a la Comandancia de la Guardia Civil, en la que lo maltrataban y le hacían comer un carnet de la Corporación de antiguos alumnos de la Escuela Sierra Pambley. 

San Andrés del Rabanedo

A San Andrés del Rabanedo se trasladaron en una camioneta desde la Casa del Pueblo unos veinte hombres, en su mayoría de la CNT y las Juventudes Libertarias (entre ellos Pablo Cuadrado Gallego, Nemesio Rodríguez García, Agustín Juárez Fernández y Lisardo Llamazares González; condenados en marzo de 1937 a muerte los dos primeros por requisar armas, realizar varios disparos, allanar algunos domicilios y amenazar a sus moradores, unos días más tarde junto a un grupo de rojos en los pueblos de Cuadros, Lorenzana y Santibañez).

En San Andrés, residencia de muchos trabajadores como las demás localidades del alfoz de León, ya la tarde anterior una muchedumbre de izquierdistas encabezados por Florentino Brea Martínez (nacido en 1901, casado, comunista) había practicado incautaciones de armamento en los domicilios de varios falangistas y otros vecinos de derechas, el secretario municipal, y el párroco Juan Blanco González, y de ella fueron aquellos ahora, acompañados por Salustiano Cuadrado Gallego, el Chato, y varios más, a Trobajo del Camino y Villabalter en procura de más armas, registrando algunas casas, la del cura José María Reyero –al que con su sobrino simularían fusilar ante las tapias del cementerio para forzarlo a entregar las que dijo no tener–, y la iglesia, regresando a San Andrés para continuar viaje hasta Carrizo de la Ribera. En este pueblo se enteraron de la salida de las tropas golpistas a las calles de León a las dos de la tarde, y para oponérseles regresaron precipitadamente por La Virgen del Camino con las escopetas y pistolas recogidas.   

Trobajo del Camino

Al llegar a la ciudad, un grupo cruzó el río Bernesga por detrás de San Marcos, y otros (Lisardo Llamazares, Agustín Juárez, Pedro Salgado –de Villabalter, minero, que lo hizo cargado de dinamita–, y algunos más) entraron andando por el puente de piedra. A este grupo se había unido Lorenzo Martínez Álvarez “el Ronda” en Carrizo, llegado allí con los que en camiones desde Veguellina de Órbigo iban en auxilio de la capital, y se sumaban ahora otros obreros de Trobajo del Camino, del Barrio de la Vega y de otros arrabales.

Desde el otro lado del puente los guardias civiles les provocaban para que avanzasen y poder dispararles, y en una afortunada iniciativa de el Ronda decidieron dar la vuelta y repasar el puente de San Marcos, batidos a tiros desde la Casa del Pueblo ya en manos de los insurrectos, y sin que contra estos pudieran hacer más. Aunque señalan otras fuentes que los habrían obligado a replegarse hacía el interior de la urbe, disparándoles y arrojándoles bombas hasta unos 300 metros de la Comandancia Militar antes de ser contenidos y obligados a franquear de nuevo el río, entre cuyas orillas se continuó combatiendo, al tiempo que los facciosos enviaban al aeródromo varias camionetas con fuerzas mandadas por el capitán Antonio Cosido que decantan allí a favor de los golpistas el enfrentamiento que con ellos mantenían algunos suboficiales y soldados leales. 

Lisardo Llamazares se refugió después en casa de Lorenzo Martínez, en Oteruelo de la Valdoncina, y hasta allí los siguió la Guardia Civil, buscándolos a ambos y a Pablo Fernández Zapico (mecánico de Auto Motor, cuñado del socialista Víctor García Herrero), por lo que hubo de dormir al día siguiente en el cementerio de Trobajo del Camino y en el campanario otra noche, yéndose luego a Villafruela del Condado y a Cañizal de Rueda, donde tenía familia, consiguiendo pasar a la zona republicana en el mes de septiembre.  

Procede lo anterior del libro que ahora presentamos, publicado el 8 de julio por Ediciones del Lobo Sapiens con la colaboración de la Diputación Provincial y su Instituto Leonés de Cultura, y los Ayuntamientos de Santa María del Páramo, La Bañeza, Astorga, Santa Elena de Jamuz, y San Andrés del Rabanedo; que han valorado en el ILC como “una obra de singular importancia para el conocimiento de la historia reciente de nuestra provincia”, y que con sus 828 páginas, referencias de casi tres mil personas y más de quinientos lugares provinciales, un centenar largo de imágenes de época, y sus 1.200 notas a pie de página, es mucho más que el relato más completo, actual y detallado del golpe militar de julio de 1936 en los pueblos, villas y ciudades de la provincia de León.  

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