Calleja con los nómadas

ileon.com/Jesús Calleja

Bueno, amigos, finalmente hicimos caso al arriero que nos habló de la presencia de unas tres caravanas con nómadas en otros valles. ¡Y menos mal! Porque acertamos de pleno... y gracias a ellos pudimos vivir una experiencia increíble de la mano de estas gentes tan sencillas y amables y que nos dejaron absolutamente alucinados a todos.

Tras deliberarlo entre todos, decidimos ir en su busca, pero sin desviarnos demasiado de la ruta al lago Tsokar; así que fuimos por otro valle paralelo, siguiendo las indicaciones del buen arriero... ¡y sí! ¡al final las encontramos! encontramos las caravanas de nómadas... No teníamos, para nada, todas con nosotros porque sabíamos que era demasiado pronto, que había demasiada nieve en los pasos altos y que casi seguro no íbamos a poder verlos... así que la alegría que nos llevamos al verlos en la lejanía ¡no os la podéis ni imaginar!

Necesitábamos que nos informaran de cómo estaba la ruta y los collados hacia las montañas del Korzok (ellos son los únicos que saben realmente esa información) pero es que además, tener un encuentro con estas gentes, de los pocos nómadas auténticos que quedan en el planeta... era sin duda uno de los atractivos más increíbles de este Desafío.

Y desde luego ha sido fascinante, amigos... ¡porque parece casi irreal, parece una película! Es como revivir esas historias de gentes y tribus milenarias en lugares remotísimos que parecen casi sacadas de un cuento. Viven los 365 días del año en sus “robo” que así se llaman sus tiendas, y donde abuelos, hijos y nietos comparten los poco más 10 metros cuadrados de espacio de la estancia. Su manera de vivir es tremendamente básica y tradicional: utilizan los excrementos de sus rebaños de yaks como combustible –no poseen otro material- para calentarse y hacer la comida.

Su comida también es muy básica, la tsamba, harina de cebada con sal mantequilla rancia de yak, y el té tibetano, que lleva mantequilla rancia de yak y sal, y ya está... no comen otra cosa.

Básicamente se mueven a la semana dos veces, recorriendo valles y superando en ocasiones collados de hasta 5.500 metros con todo el ganado, para asentarse sobre los 4800, 4900 metros. Están como una semana ahí, y cuando acaban el pasto se vuelven a mover. La tienda es, por esa necesidad de moverse muy rápido, muy, muy básica.

Están llevando rebaños gigantescos de ovejas de lana de cashmire, de cabras y de yaks. Se levantan muy prontito, hacia las cuatro de la mañana, y a las cinco comienzan a arrear el ganado en busca de pasto; y como son rebaños tan grandes, consumen con bastante rapidez el pasto que encuentran y a la semana , como os decía, ya están cambiando de ubicación.

Ha sido complicado y difícil dar con ellos, pero fascinante, ¡¡y ellos también han alucinado con nosotros! Hemos estado en sus estancias, comido con ellos, bebido el té con ellos... y luego lo más sorprendente, y que no sabíamos es que hay dos tipos de nómadas: están los nómadas chantaníes, los que viven en la Meseta del Norte y los nómadas tibetanos, que nada tienen que ver con los originarios del Chang Tang, pero que viven exactamente igual, la única diferencia es que la tienda de los nómadas tibetanos está tejida con la propia lana de yak.

Habrá unos 7000 nómadas tibetanos por estas montañas y valles, que vinieron aquí desde su tierra natal, Tíbet en los primeros años sesenta. La alternativa que se les ofrecía tras el cambio de gobierno no les satisfacía en absoluto, ya que proponían una vida asentada, en aldeas de pastores, y ellos querían vivir según su método tradicional, libres y nómadas, al igual que sus antepasados habían hecho durante generaciones.

Y sí se notan diferencias, porque los nómadas tibetanos tienen rasgos más alargados, más fuertes, son más... más regios. Y son también muy, muy amables; nos han impactado sus ropas, su manera de hablar... y su hospitalidad! Nos han dejado compartir la jornada con ellos, hemos pastoreado con ellos, bueno con ellas, porque hemos estado viendo a una de las mujeres conducir el rebaño de yaks y ha sido muy curioso, porque van con su honda, tiran piedras a los márgenes del rebaño, nunca les dan, pero logran conducirles donde quieren, ayudadas también por los perros, los mastines tibetanos.

Y mientras hacen esto, van trabajando la lana en un artilugio de madera, una especie de rueca; también utilizan un telar súper arcaico, muy básico, para tejer la lana de yak, ha sido muy curioso, y muy bonito! Toda una experiencia.

También nos han contado que, cuando los inviernos son muy fríos, muy fríos, como este último que han tenido pierden hasta el 50% del ganado, y tienen que intentar reponerlo durante el verano. Y es que los inviernos aquí son durísimos, llegan hasta 40 bajo cero, y las intensas nevadas que les caen a veces no les dejan moverse de las tiendas, y es cuando van perdiendo el ganado.

Son totalmente autónomos, se autoabastecen de cuanto necesitan: con la carne de los yaks se abastecen durante todo el invierno, que aquí puede durar entre ocho y nueve meses; y luego también van recogiendo las heces de los yaks, las secan y las utilizan como combustible para calentarse y cocinar.

Nos han estado hablando de sus historias personales, cuando vinieron del Tíbet... la verdad que es una vida que te hace retrocede en el tiempo. Con ellos es como si el tiempo se hubiera detenido de una manera radical! Es que no hay nada, nada, que se asemeje en nuestros estilos de vida, son totalmente diferentes... y poder verlo y vivirlo es impactante, y muy bonito.

Por supuesto les hemos acribillado a preguntas sobre la ruta que hemos de seguir! Nos han estado indicado cómo alcanzar la cordillera del Korzok y ya nos han avisado que los collados que vamos a encontrar estarán con mucha probabilidad, cubiertos de nieve, y sobre todo el último, a 5500 metros de altura.

Nos han advertido que va a ser complejo que lo pasemos con nuestra expedición al completo y nuestros 14 caballos (para ellos es tan complicado pasarlo con el ganado que hasta agosto no van). Y bueno, alucinan con que vayamos a escalar al Korzok, porque para ellos es algo muy especial, es una de las grandes cordilleras de la zona, la respetan con mucha veneración. En fin, ha sido muy espectacular toda la vivencia con ellos, el poder compartir tan diferentes modos de vida...

Pudimos llegar hasta el lago Tsokar, porque aunque nuestro trekking varió para ir a buscar las caravanas, logramos llegar a nuestro destino, este importante lago glaciar que, como todos por aquí, tienen una historia muy curiosa. Porque no tiene desagües a ningún río; eran cuencas glaciares, que quedaron reducidas a agua cuando el glaciar se fue derritiendo, ésta se evaporó en gran medida y lo que vemos ahora es lo que ha quedado. No tienen drenaje, pero a cambio provocan humedales que son fantásticos para estos nómadas porque provocan que haya pasto. De hecho bajan hasta estos lagos en invierno para que el ganado coma la hierba que tapiza los alrededores.

Hoy es 15 junio, y tenemos la suerte de que es el cumpleaños del Buda más importante para ellos, Sakyamuni, así que aquí es fiesta, en Tsokar! Es sólo un pequeño campamento de tibetanos, un pueblo con muy poquita gente pero que nos han acogido genial, nos han dejado estar con ellos en el monasterio, nos han hecho una puja.... ha sido muy divertido y muy especial, vais a disfrutar con este programa, ya lo veréis.

Bueno, amigos, mañana nos internamos hacia territorio más hostil y todavía más indómito! Tenemos buen tiempo, estable, pero mucho frío todos los días; es una ruta de mucha altitud, de hecho ahora, al salir de Tsokar (4500 m), volveremos a dormir entre los 5.000 y los 5.300 metros. Seguimos vigilando a Rafa de cerca, porque aunque mejoró mucho del jamacuco que le dió por la altura el otro día, a partir de mañana volveremos a esta muy alto. Pero le tenemos controlado, no hay problema.

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