'Veneciafrenia': turismofobia

Un fotograma de 'Veneciafrenia' de Alex de la Iglesia.

Antonio Boñar

La turismofobia es una forma de aversión relativamente reciente que implicaría un contundente rechazo social de los ciudadanos locales de un destino hacia unos turistas que, desde la llegada de las lineas de bajo coste y la multiplicación de los cruceros, viajan de forma compulsiva a cualquier bello lugar que se precie. Ciudades como Barcelona, Roma, Santiago de Compostela, Ámsterdam, Reikiavik o Venecia han experimentado este fenómeno en los últimos años después de transformarse en bulliciosos parques temáticos sin alma por los que pululan miles de incansables turistas pertrechados con sus teléfonos móviles.

¿Y a quién no le ha apetecido alguna vez, como al retorcido asesino de esta sangrienta historia veneciana, cargarse a unos cuantos de esos ruidosos y molestos visitantes? Eso es lo que también debieron pensar Alex de la Iglesia y su guionista de cabecera Jorge Guerricaechevarría cuando decidieron llevar esta original premisa argumental hasta sus últimas consecuencias en Veneciafrenia, una atípica y grotesca revisión de ese subgénero del cine de terror conocido como slasher.

El cine de terror maneja unos resortes narrativos y formales absolutamente reconocibles y poco dados a la experimentación. Se trata de asustar al personal, y el fin último de cualquier producción de este tipo es ese, dar miedo. Es un género tan frecuentemente menospreciado por la crítica como seguido por el público. El slasher se caracteriza por contar las mil y una versiones de la misma historia: un grupo de frívolos e irresponsables chavales que solo piensan en el sexo y en beber o drogarse se pierden en algún misterioso paraje donde, cómo no, les espera un desquiciado y atormentado asesino. Quizás uno de los motivos que han condenado históricamente a este tipo de filmes en su falta de originalidad y la abusiva reiteración de ese modelo estándar y de rentabilidad contrastada. De hecho en muchas ocasiones comprobamos que la única diferencia entre unas y otras son los rasgos que adornan al malo malísimo de la historia, sus distintas y macabras formas de acabar con los incautos jóvenes que le han tocado en suerte.

Pero es precisamente ahí, en la singularidad de una propuesta que parte de esa delirante idea de una turismofobia llevada al extremo para trasladar todos esos paradigmas del slasher al gótico y fascinante escenario de Venecia, donde Veneciafrenia se erige como una interesantísima vuelta de tuerca del género. Además de las sutiles pinceladas de humor y el poderoso sentido visual que son marca de la casa, Álex de la Iglesia es suficientemente inteligente como para jugar con todas esas referencias sin olvidar lo principal: este es cine de palomitas, cine que se hace para divertir y entretener.

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