Tararí, 25 años “en vivo y en directo”

Mítico concierto de Antonio Vega, uno de los cientos celebrados en la sala /  César Sánchez / ICAL

Vanesa Silván / ICAL

El 3 de septiembre de 1989. Las portadas de los periódicos anunciaban que Manuel Fraga delegaba en José María Aznar la presidencia nacional del PP, mientras el Bierzo se conmocionaba con el fallecimiento de la tercera víctima del apuñalamiento masivo de Bembibre. Con los ecos del gran éxito del verano, la 'Lambada' de Kaoma, Madonna llegaba a los primeros puestos con 'Like a prayer' y “pegaban” también 'Lulably' de The Cure, 'Money for nothing' de Dire Straits', 'You got it' de Roy Orbison y 'I want it all' de Queen, mientras los españoles descubrían parte de su historia musical con canciones como el 'Cadillac solitario' de Loquillo, 'Mil calles llevan hacia tí' de La Guardia, 'Entre tu y yo' de El Norte, 'Bajo la luz de la luna' de Los Rebeldes, 'Sabor de amor' de Danza Invisible, 'Aquí no hay playa' de The Refrescos o 'Mi novio es un zombie' de Alaska.

Ese día, en medio del ocaso de la 'movida madrileña', abría por primera vez sus puertas en el casco antiguo de Ponferrada la sala Tararí, que se convertiría en el “templo” de la música en directo en la capital berciana durante más de dos décadas. Un cuarto de siglo después, y sumando más de 2.500 actuaciones, este emblemático local mantiene ese espíritu de acercar al público a sus grupos y artistas favoritos, con la cercanía que caracteriza a una sala pequeña. “Sus ídolos están a unos metros de ellos y la comunión o el feeling entre ambos, músico y público, es impresionante, es grandiosa”, asegura su propietario, Jorge Mateos, que ha volcado en ese lugar su propia pasión por la buena música y las actuaciones en vivo, haciéndose un hueco entre los 50 locales “más longevos y prolijos” de Europa, con una programación comparable a las grandes salas de conciertos.

Se puede decir que Tararí es a Ponferrada, lo que The Cavern es a Liverpool o el CBGB es a Nueva York. Así, sus paredes de ladrillo, adornadas con decenas de fotografías y carteles de conciertos, han dado cobijo a miles de personas que han saltado, cantado, gritado y bailado con los centenares de grupos que han pasado por su escenario -incluso hubo un tiempo que había que cruzarlo, literalmente, para ir al baño-. Desde las primeras actuaciones de grupos locales, como lo fue Deviot, hasta conciertos de “grandes” como Raimundo Amador o Antonio Vega, pasando por Malevaje, La Guardia, Los Secretos, Los Rebeldes, Siniestro Total, Javier Krahe, Pepin Tre, Aguardiente Swing, Pleausure Fuckers con Kike Turmix, Sex Museum, Los Coronas, La Cabra Mecánica, M Clan, Sidonie, Dover o Sexy Sadie, en un interminable etcétera.

A ellos se sumaron los conciertos de míticos grupos y artistas internacionales, muchos de ellos de la mano de la asociación cultural 'From Timba to Tumba'. Y así llegó a Ponferrada la oportunidad de ver “en casa” a grupos impensables en otros tiempos y pasaron Nikki Sudden, el legendario guitarrista y compositor de canciones como 'Road of the broken dreams', y Roy Loney, uno de los fundadores en 1965 de The Flamin' Groovies, junto a los neoyorquinos Chesterfield Kings y The Fleshtones, los suecos Diamond Dogs, los 'blueseros' The Healers, los más 'punkarras' The Queers o el rock de The Cynics, sin faltar la oportunidad de descubrir otros estilos como el “metal melódico” de Masterplan. Además de ser el escenario secundario durante varios años del festival Freakland.

“Lo que hemos hecho es mirar dónde estamos y quiénes somos y a través de From Timba to Tumba, que nuestra sala se adaptaba bien para sus conciertos diarios para 50 ó 70 personas, empezamos a descubrir con ellos otro tipo de música, contando con gente maravillosa y de gran nivel”, añade Jorge Mateos, que recuerda también el concierto de los estadounidenses Delta Saints “que están ahora sonando mucho”, que hizo escala en la Tararí en una gira europea de una treintena de conciertos.

Primeros acordes

Hubo un tiempo en el que un adolescente Jorge Mateos soñaba con tener su propia “caverna” en Madrid, un “modus vivendi” basado en un bar con actuaciones y equipo propio, con el que pudiera tocar en directo y llevar a otros grupos. Una idea que dejó aparcada por un trabajo como técnico en Metro de Madrid y que recuperaría años después cuando la casualidad o el destino le llevaron a Ponferrada. Un accidente de tráfico que le dejó postrado durante un año en cama, donde dio “mil vueltas a la cabeza”, y que la que era entonces su pareja obtuviera una plaza de dermatóloga en la capital berciana llevaron a Mateos a dejar la capital madrileña, “quitar el polvo a la Fender Stratocaster” y volver a vincularse con la música en directo, abriendo con otros dos socios el Tararí -uno lo dejó a los seis meses y otro al año-.

Y es que en ese 1989 se cumplían 20 años desde que, con apenas 11 años, Jorge Mateos tocara su primera guitarra, regalo de su abuelo, y descubriera el “esperanto” que, en su opinión, es toda la música. Su nuevo local era una oportunidad de volver a la escena musical, a la que había estado vinculado profesionalmente a finales de los 70, llegando a tocar con miembros de Paracelso, el grupo de un “melenudo” Gran Wyoming, recuerda, en los tiempos de Leño, Ñu, Unión Pacific o Cucharada, donde dio sus primeros pasos Manolo Tena antes de fundar Alarma!!!. Las luces se encendieron en la sala Tararí y el primer grupo que actuó “en serio”, promoción incluida y que no fueran amigos, fue 'La Rosa' de la Rua de Petín (Orense), ya empezaba a labrarse un nombre en la noche de Ponferrada.

“Me llevé la sorpresa de poder contar después con grupos que pensé inimaginables para que actuaran en la sala, grupos como Burning, Los Secretos, La Guardia o Pata Negra que en ese momento eran carísimos, inalcanzables para el presupuesto de una sala pequeña”, confiesa Mateos, que destaca que ahora es más fácil organizar una gira que hace años. “Con las redes sociales te puedes poner en contacto inmediatamente, te pasan enlaces en lugar de tener que esperar, como antes, a que te llegara el LP para poder escuchar los temas, tenía que ir todo con una previsión de meses que ahora puede ser prácticamente inmediata”, añade.

Del fiel Raimundo al plantón de Estopa

Un cuarto de siglo da para mucho, pero Jorge Mateos recuerda especialmente a Raimundo Amador, que ha pasado hasta cinco veces por el escenario del Tararí. “Es uno de los personajes con el que más hemos disfrutado aquí”, asegura el propietario del emblemático local, que recuerda que en una de esas actuaciones le comentó que había compuesto una canción que le encajaba mucho. “Le entró la curiosidad y me llamó después para preguntarme por esa canción, si la hacíamos o no, yo vi entonces la oportunidad de tocar con Raimundo Amador y, encima, con la banda del Tararí. Le dije que viniera a tocar con nosotros y que yo le regalaba una guitarra, que cogiera el AVE en Sevilla y que yo le recogía en Madrid, comíamos con Antonio el de Malevaje, y que ya se venía en coche conmigo hasta Ponferrada. Y así lo hicimos”, relata.

Tras grabar los brutos de guitarra de Raimundo en la propia sala, cuenta Mateos, hicieron una escapada a Balboa y los Ancares. “Ya por la noche tocamos con él, lo planeamos como un tributo a Raimundo Amador, yo empecé cantando 'Voyeré' y 'Pata palo', entonces paré y dije: Para esto yo creo que sería mucho mejor que lo tocara el mismísimo Raimundo Amador. Fue increible y emocionante, nunca ví tantos flashes delante de mí”, recuerda. Y entonces cumplió con su parte y le regaló una Fender Telecaster porque, el propio artista le advirtió: “Hermano, si quieres ver a tu amigo tocar con tu guitarra me tienes que regalar una Fender, que con otra no me dejan tocar, que he firmado con ellos, que me estan haciendo una 'signature' (guitarra de una marca diseñada para un artista concreto, como la Fender Eric Clapton o la Gibson de B.B. King, conocida como 'Lucille')”.

César Sánchez / ICAL

Raimundo Amador fue capaz de cruzar España por una guitarra -y eso que tenía ya una colección de más de 60- y Estopa canceló su concierto tras “pegar el pelotazo”. Mateos recuerda que estaban contratados como dúo, les había llamado la atención su estilo de rumba, con letras canallas y muy duras. “Les teníamos contratados y pegaron el pelotazo y anularon el concierto inmediatamente, imagínate, si nosotros los teníamos por 30.000 pesetas, pues empezaron a costar una pasta, habían empezado a vender y prefirieron cancelar y devolvernos la señal, por decirlo así, y cerrar un concierto en otro sitio para esa fecha”, detalla.

La banda del Tararí

Pero uno de los grandes aciertos de este local es la banda del Tararí y las jam sessions, cogiendo el testigo tras el cierre de otra mítica sala ponferradina, El Quijote. Desde el 6 de febrero del 2000, hace casi quince años, las noches de los jueves se convirtieron en una cita obligada con el Tararí para muchos músicos con ganas de tocar pero que no tenían grupo y que contó con un gran respaldo con la llegada a Ponferrada de Luis Masdeu, el batería de Lone Star -¿Quién no recuerda su canción 'Mi calle', todo un himno en 1968?-. “El chico había estado en Inglaterra y venía con unas ideas increíbles, de repente no encontramos con un 'superbatería', que lo mismo te hacía una cumbia que un rock'n'roll o un swing”, apostilla.

Así, alrededor de 40 músicos han participado a lo largo de los años en la experiencia de la banda del Tararí y muchas nuevas bandas se han formado gracias al 'feeling' surgido en esas sesiones, como es el caso de Smokey Blue. “Empezamos a tirar para adelante y a los dos años se nos ocurrió hacer un CD de música en vivo, versiones en principio, para incentivar y volver a ilusionar a la gente”, cuenta Mateos, que logró seguir motivando a sus músicos incorporando en siguientes grabaciones -hasta cinco discos- a colaboradores de la talla de Raimundo Amador, el cantante de Malevaje, Antonio Bartrina, Aguardiente Swing o el campeón de Europa de imitadores de Elvis Presley, Javier Arias.

No son buenos tiempos para la música pero, como dice Bruce Springsteen en su canción 'No surrender', “no hay rendición” y desde la sala Tararí hacen todos los esfuerzos por que los músicos puedan desplazarse más fácil y evitar gastos como el alquiler de la furgoneta “que está disparado”, ofreciendo a los grupos el backline, con un equipo propio de alta calidad con amplificadores y el cuerpo de una batería Pearl. Así, seguirá celebrando su aniversario con los conciertos del rock “más oscuro” de los daneses Fuzz Manta, el regreso a los escenarios Bile y Bigas -antiguos miembros del grupo local The Rednecks- con los Gibones, Aguardiente Swing, Malevaje o los divertidos 'rumberos' de Alpargata. “Tenemos prácticamente todo cerrado hasta diciembre”, asegura Jorge Mateos. Entonces, que siga la música.

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