Si Ángela Ruiz Robles (Villamanín, León,1895-Ferrol, A Coruña, 1975) hubiese inventado una máquina del tiempo y pudiese dar una vuelta por el mundo de 2024, seguramente reconocería buena parte de su legado en la actual era tecnológica. El hilo más reconocible de su ingenio sería el libro electrónico. Pero hay expertos que también ven su impronta detrás de aplicaciones hoy de uso corriente como el zoom o los hipertextos y hasta la wikipedia y los pódcast. Si se pasease por una escuela, sin embargo, puede que torciera el gesto. “Ella se enfadaría al encontrar que muy poco de la tecnología que ella inventó se está aprovechando para uso escolar”, señala el periodista y escritor italiano Simone Sperduto, autor de la última investigación sobre esta maestra leonesa convertida en inventora. Cuando viese a los chavales de hoy portando pesadas mochilas como hace 50 años, el transalpino cree que la leonesa sentenciaría: “No habéis entendido nada”.
La dimensión educativa del mundo con el que soñó la docente es precisamente uno de los factores que destaca Ángela Ruiz Robles. La inventora española del libro mecánico que imaginó el moderno libro electrónico (Bubok Publishing, 2024), publicado por Simone Sperduto a partir de su trabajo final de máster online en gestión editorial y marketing digital de la Escuela de Unidad Editorial y la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). El italiano ha volcado su trabajo precisamente en un libro electrónico sin dejar de reconocer que nunca hasta que entró en materia había oído hablar de Ruiz Robles. Y ahora la emparienta en su obra en un recorrido histórico con el alemán Johannes Gutenberg por lanzar la imprenta, el italiano Aldo Manuzio como precursor de los actuales libros de bolsillo y el estadounidense Michael Hart como fundador del Proyecto Gutenberg como base para crear una biblioteca de libros electrónicos.
La ausencia de grandes referencias bibliográficas sobre Ángela Ruiz Robles fue lo que llevó al escritor y periodista italiano a rendir homenaje a esta mujer nacida a finales del siglo XIX en plena Montaña Central Leonesa y formada como maestra en León capital, donde ya entonces dio clases de taquigrafía y mecanografía hasta que empezó propiamente a ejercer su oficio en La Pola de Gordón, a pocos kilómetros de distancia de su lugar de su localidad natal. Fue en 1918 cuando se trasladó a Galicia para desarrollar su carrera docente fundamentalmente en Ferrol con dos vertientes añadidas: un carácter altruista que la llevó a enseñar a leer y escribir de forma gratuita y una portentosa vocación innovadora que derivó en hitos como el primer mapa lingüístico del idioma español, la máquina taquimecanográfica y, sobre todo, el libro mecánico (1949) y la enciclopedia mecánica (1962).
“Aliviar la enseñanza: con el mínimo esfuerzo, conseguir los máximos conocimientos”, decía Ángela Ruiz Robles en una entrevista en Televisión Española cuando se le preguntaba por el objetivo de los dispositivos inventados (y no desarrollados comercialmente por falta de apoyos económicos) que permitirían a los estudiantes consultar en un solo aparato contenidos de diferentes asignaturas con láminas que se deslizaban horizontalmente dentro de bobinas intercambiables. Aligerar el peso de las mochilas y hacer la enseñanza más amena serían, en otras palabras, las pretensiones de unos inventos que, en la versión definitiva, contaban como añadido con un aparato de distribución de sonido (mucho antes de los audiolibros y los pódcast), una solución para personas con discapacidades visuales para las que ya había pensado en sistema amplificador del tamaño que se podría homologar al actual zoom. “Se viene a este mundo”, decía la leonesa, “no solo a vivir nuestra vida lo más cómodo y mejor, sino a preocuparse de los demás para que puedan beneficiarse de algo ofrecido por nosotros”. “Y esa”, sentencia el investigador italiano, “es una idea y una frase bellísima que lo dice todo sobre ella”.
El libro de Simone Sperduto defiende dos tesis. La primera, la que sitúa a Ruiz Robles como precursora del e-book, está generalmente reconocida. La segunda le da una dimensión añadida: la de subrayar su papel protagonista en forjar “una enseñanza alternativa a los esquemas muy rígidos de la España del franquismo” con un carácter “interactivo e inclusivo”. La leonesa nació, se crio y se formó ya con el influjo aperturista de la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Pero tuvo que desarrollar buena parte de su carrera en el contexto de la dictadura franquista, un régimen caracterizado además sobre todo en sus primeros años de andadura por un especial afán depurador del magisterio que consideraba de adscripción republicana. El italiano enfatiza el valor de la obra de la docente española al tener cuenta que desarrolló sus inventos en un país “atrasado” por el impacto de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial y en su periferia, lejos de ámbitos urbanos como Madrid en los que habría encontrado “más oportunidades”.
El caso es que Ángela Ruiz Robles sí hizo de la necesidad virtud hasta imaginar las bases del actual libro electrónico en una sociedad “muy rural” con las consiguientes dificultades en la distribución editorial. Y, para afianzar su carácter disruptivo, lo hizo siendo mujer en un país que relegaba la formación y el desarrollo profesional de las féminas hasta alcanzar otro hito: ser la única inventora española que constaba en las estadísticas a la altura de 1970. Fue precisamente ese año, tras frustrarse sus aspiraciones para desarrollar sus creaciones en el país, cuando varios testimonios hablan de la oferta de un empresario de Washington para dar forma a sus patentes y comercializar la enciclopedia mecánica. Ella la habría rechazado con dos motivos: que sus inventos se ejecutaran en España y que llegaran a toda la población.
Angela Ruiz Robles está por encima de Michael Hart y su Proyecto Gutenberg. La diferencia entre los dos es que lo que ella inventó era de su propia imaginación y Hart lo realizó a través de una tecnología que no era suya
Simone Sperduto no conocía este episodio, otra espoleta para seguir ahondando en la figura de la maestra leonesa. “Hay todo un mundo por detrás de Ángela Ruiz Robles que merece ser explorado”, dice para sugerir la posibilidad de abordar futuras investigaciones. El italiano lamenta que la docente no encontrara en su día eco para desarrollar su inventiva. “La cultura no era y tampoco hoy es consideraba imprescindible. Y en otros países no habría sido muy diferente”, considera Sperduto haciendo un paralelismo con el ejemplo de su compatriota Filoteo Alberini, que ideó una herramienta para la proyección de películas anterior al cinematógrafo de los hermanos Lumiere. “Pero en Francia sí hubo apoyo y recursos económicos”, añade para ilustrar las diferentes mentalidades con una frase típica en Italia que se podría extrapolar a España: “Con la cultura no se come”.
Ruiz Robles se quedó con las ganas de ver su invento hecho realidad. Y en 1971 Michael Hart lanzó el Proyecto Gutenberg. “Para mí, ella está por encima de Hart (...). La diferencia entre los dos es que lo que ella inventó era de su propia imaginación y Hart lo realizó a través de una tecnología que no era suya”, subraya Simone Sperduto. La revolución tecnológica fue dando forma con el paso de los años a la inventiva de la leonesa. Ella se trasladó a Galicia para ejercer la docencia en 1918, el año de la epidemia de la mal llamada gripe española. Cuando en marzo de 2020 se declaró la pandemia del coronavirus, el espíritu de lo imaginado por esta maestra leonesa fallecida en 1975, apenas unas semanas antes de la muerte de Francisco Franco, empezó a aplicarse en los centros educativos a través de iniciativas como el Chromebook. Hizo falta, eso sí, que los alumnos no pudieran ir a clase.
“Yo me he formado en la escolarización tradicional. Ella quiso lograr que la mochila fuera más ligera. Y conseguir que la enseñanza fuera interactiva y estimulante para los niños. Y hoy estamos en un mundo lleno de oportunidades”, señala Simone Sperduto, quien vio durante su investigación el prototipo de enciclopedia mecánica que alberga el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de A Coruña (Muncyt), para evocar la figura de esta maestra nacida en Villamanín cuyo eco llegó hasta las páginas de The New York Times, una mujer que viajó siempre por delante del tiempo que le tocó vivir. “Y hoy”, concluye el investigador italiano, “un personaje como ella sería un milagro”.