Musicalizando las aulas bercianas
La berciana Natalí Quindós es la autora de una investigación publicada por la revista Reflexión e Investigación Educativa (Reined) bajo el título de 'Musicalizando', en la que se propone implantar un programa de apoyo socioemocional extraescolar que utilice la musicoterapia para ayudar a los niños de sexto curso de primaria a controlar, gestionar y expresar sus emociones antes de dar el salto al instituto.
“La educación y las emociones van unidas y ambas son clave tanto para un rendimiento escolar positivo como para el desarrollo completo de las personas”, explica la autora de esta investigación, que lamenta que la educación emocional no aparezca en el currículo de ninguna de las etapas educativas. “Claro que los niños deben aprender lengua o matemáticas, pero es necesario primero partir de los cimientos, del plano emocional, pues de otra manera corremos el riesgo de que esa casita que será el futuro, se caiga”, advierte.
En esa línea, Natalí remarca que son varios los estudios que demuestran que “lo emocional y lo académico se retroalimentan”. “En muchas ocasiones, cuando un niño realiza una conducta inapropiada es debido a que no tiene las herramientas necesarias para expresar y canalizar sus emociones de manera adecuada.
Este tipo de bloqueos emocionales se pueden ver reflejados en conductas agresivas, en rechazo a aprender, en un trato inapropiado con sus iguales y con los adultos. Y por desgracia, todo ello se verá reflejado también en su vida adulta“, explica la berciana, diplomada como maestra de música y con un máster en una especialidad a la que define como ”una gran desconocida“.
“En España no tenemos la suerte de que sea una carrera reglada como en otros países”, lamenta Natalí, que critica que el intrusismo existente en la profesión “hace que muchas veces la gente se haga una idea equivocada de lo que es”.
El marco teórico de las inteligencias múltiples juega un papel clave en la reflexión pedagógica propuesta por Natalí. “Las inteligencias múltiples nos dicen que a la hora de enseñar debemos centrarnos en el alumno, en sus intereses y necesidades y en las cosas que lo motivan para lograr estimular su desarrollo integral”, explica la musicoterapeuta, que subraya que “una buena inteligencia emocional permite tener las herramientas necesarias para hacer frente a todo lo nuevo que va a pasar”.
En ese sentido, su propuesta se centra en los alumnos de sexto de primaria puesto que “son los que van a entrar en otra etapa de su vida de grandes cambios tanto físicos como psicológicos y de cierta inestabilidad, como es la adolescencia”. “Suelen aparecer problemas de autoestima, sentir que nadie los entiende... Es por ello que debemos prestar mucha atención al apartado emocional y social, pues todavía son muy vulnerables frente a todo lo que está cambiando a su alrededor”, explica.
De la misma manera, la berciana destaca la importancia de una correcta gestión y expresión de las emociones en el actual contexto educativo, con los colegios cerrados a causa de la pandemia de Covid-19. “Con todo esto del coronavirus las emociones están más revueltas que nunca”, explica Natalí, que apunta que las reacciones a la actual situación pueden variar desde la tristeza a la ira.
Con ese escenario, el papel de los docentes no puede limitarse a “los deberes 'online'”, asegura la berciana, que considera que el objetivo de los profesionales de la educación debe ser “ofrecerles estrategias para hacer frente a esas emociones”. “Tanto la familia como los profesores debemos hacer ver a los niños que estamos ahí, que pueden contar con nosotros”, resume.
Desarrollo de una sesión
Con una hora de duración, cada sesión de musicoterapia se divide en distintas fases, con el juego como eje de todas las actividades. Al inicio, Natalí suele usar una canción de bienvenida para saber en qué estado emocional llegan los niños, antes de pasar a una fase de expresión en la que los alumnos improvisan con su voz o con un instrumento y crean sus propias canciones y coreografías. “Círculo sonoro” o “emocionario musical” son algunos nombres de actividades que ayudan a los alumnos a estimular la expresión de las emociones y a “poner nombre a lo que sienten cuando no son capaces de hacerlo por sí mismos”.
Además, las sesiones también aportan a los alumnos técnicas que les ayudan a calmarse cuando sienten ansiedad o están irritados y “ayudan a que el niño se sienta parte del grupo y pueda tener su lugar dentro del mismo”. “En una etapa en la que los amigos tienen tanto peso, es básico encontrar un lugar donde poder expresarse y sentirse escuchado y arropado por el grupo, ya que todo eso ayuda a mejorar su autoestima y a poder enfrentarse a los problemas con otra actitud”, afirma Natalí.
El amigo invisible
La escuela de música Hermanos Sánchez Carralero de Cacabelos era el destino lógico para una joven que, desde muy pequeña, empezó a “aporrear la vieja guitarra” de su padre y para la que la música es una especie de “amigo invisible”. “Es algo que siempre me acompaña, en los buenos y en los malos momentos. Muchas veces consigue expresar cómo me siento realmente cuando no encuentro las palabras exactas, bien sea tocando o encontrando justo la canción para ese momento”, explica.
El siguiente paso fue la diplomatura como maestra de música, aunque ése no era el final del viaje. “Cuando terminé la carrera, no quise quedarme solo con enseñar las notas a los niños y ya, quería darle otro uso a la música”, recuerda Natalí. Su tesina para el máster se centró en la musicoterapia prenatal, una técnica que tiene el objetivo de fortalecer el vínculo afectivo con el bebé y que pudo poner en práctica durante sus prácticas en el centro médico de la villa del Cúa, donde condujo sesiones de este tipo de la mano de la matrona.
Como resultado, sus experiencias profesionales han estado relacionadas de manera mayoritaria con bebés y niños de infantil, en ludotecas y guarderías, aunque también ha trabajado con asociaciones como Parkinson Asturias o Alzheimer Bierzo y colectivos de adultos con parálisis cerebral, con capacidades diversas o familias de niños enfermos de cáncer. “Los objetivos son distintos para cada colectivo dependiendo de lo que los usuarios quieran lograr. No hay recetas, lo que te vale para un grupo puede que no te sirva para el otro, por eso es necesario reunirse con los usuarios y saber cuáles son sus necesidades y transformarlas en objetivos a lograr”, explica la berciana.
En esas sesiones, su mayor aprendizaje fue que “los pequeños pasitos son los más grandes”. Al respecto, recuerda a un participante que, debido al estado avanzado de su enfermedad, casi no podía hablar y tenía muchas dificultades para caminar. “Un día en la sesión estábamos bailando, de repente se levantó y se animó a bailar. Fue muy poquito tiempo, pero la sonrisa en su cara duró muchísimo más. Ése fue un gran objetivo, porque habíamos logrado que participara, que se sintiera parte del grupo”, recuerda con emoción.
En ese sentido, el desbloqueo de las tensiones físicas y emocionales, el apoyo a la socialización y a la libre expresión de las emociones a través de los sonidos son aspectos comunes a la mayoría de sesiones, que se completan con otros ejercicios encarados, por ejemplo, a mejorar la marcha y el equilibrio, la comunicación no verbal o simplemente el estado de ánimo. “Por desgracia, en el momento que oímos la palabra terapia, lo asociamos a que alguien no se encuentra bien, a ciertos colectivos y no tiene por qué ser así”, afirma Natalí, que considera que “de los beneficios de la musicoterapia nos podemos enriquecer todos”.
Aunque actualmente su principal dedicación consiste en dar música en los colegios, Natalí confiesa que siempre encuentra algunas propuestas de musicoterapia que “colar” en sus clases. Su trabajo con bebés también le permitió volver hace dos años a la escuela de música de Cacabelos, donde pasó “de alumna a profesora”, recuerda.
En la comarca, también ha podido llevar a cabo sesiones de este tipo como profesora de música en el marco del proyecto 'Educación Responsable' que desarrolla el centro de educación infantil y primaria de Toral de los Vados, así como en el colegio rural agrupado Jimena Múñiz de Corullón. “Una de las ventajas de ser un 'cole' pequeñito, es que al final todos se sienten como una familia y se conocen muy bien, y eso facilita mucho el trabajo a la hora de tratar las emociones”, subraya.