Perfil

'Lolo', la pérdida de una visión única e imprescindible para entender la realidad de León

Homenaje a 'Lolo' con el 'Güelu'; la ilustración superior es de su último libro publicado.

Redacción ILEÓN

Si hay una figura imprescindible en la tribu periodística, siempre será el chistero. De hecho no se conciben los primeros periódicos de prensa del siglo XIX sin un ilustrador socarrón que se metiera con el político de turno. La amplia tribu de plumillas leoneses de la democracia tras el franquismo ha tenido la suerte de coincidir en algún momento con el más importante. Y los leoneses lo han disfrutado mucho, y bien: José Manuel Redondo, Lolo.

El pasado 24 de octubre, de madrugada, el WhatsApp de todos ellos se tiñó de luto y pena. El último director de Lolo, David Rubio, envió uno de esos mensajes que nadie quiere hacer público; ni siquiera un periodista. Había fallecido, de forma repentina, el chistero de la tribu periodística leonesa.

José Manuel Redondo García (siempre Lolo para todos los leoneses), nació en León el 5 de Mayo de 1959. Autodidacta, comenzó como dibujante de tiras cómicas en el Diario de León en 1981 y continuó en Noticias de Palencia (1982), Diario 16 de Burgos (1983-1986) , en La Crónica de León (1986-2014) y en La Nueva Crónica de León y Leonoticias.com desde entonces y hasta la actualidad. Acababa de empezar a colaborar en el boletín de correo electrónico de la Región Leonesa, DIECIOCHO. Un dibujante incansable, de tremenda actividad, también elaboraba diseños para publicidad y sus dibujos, historietas y chistes gráficos se pudieron ver en todas las grandes publicaciones periodísticas de la provincia. Había empezado a colaborar –debido a su extrema generosidad, se ofreció él mismo a mandarlos gratuitamente– con chistes en llionés de Tulio en DIECIOCHO, pero sólo pudo publicar dos de ellos en vida.

Lolo era una enorme persona, siempre estaba dispuesto a colaborar en toda clase de causas, sobre todo las que tenían que ver con asuntos sociales y la promoción de su tierra, León, por la que luchó siempre hasta las últimas consecuencias. Fue concejal de la UPL en el Ayuntamiento de León en el mandato 1995-1999, etapa en que dejó de publicar sus tiras diarias en la entonces Crónica 16 de León, pero volvió con renovadas fuerzas. Su producción artística fue extensísima en toda su carrera, como se puede ver en su perfil en la Tebeosfera.

Maestro y padrino de dibujantes

Maestro y padrino de dibujantes, el hoy reconocido internacionalmente Martín recordaba en su funeral: “Gracias a él me fogueé en los medios y cogí maña para esto de dibujar”. Lolo creó escuela, tenía su propia tribu de chisteros dentro de la periodística, porque era enormemente generoso: siempre dispuesto a ayudar a los que tenían mano para el dibujo. Durante años llevaba a dos chavalines, Enrique Lorenzana y Diego Valor, muchas tardes a la redacción de La Crónica junto a la plaza de toros para que realizaran ilustraciones junto a él como maestro. Y así con muchos otros: no había fregao o causa social en que no se metiera y ayudara hasta el final.

Lolo fue un maestro a la hora de crear personajes que transmitían lo que León era. Sus primeros más famosos fueron Tulio, el cerdo, la urraca, el angelito, Gregory... en esta entrevista (léanla para conocerle a fondo) cuenta que fueron una especie de trasunto de los personajes de Mafalda, que le gustaba mucho de crío. Y también cuándo comenzó a dibujar, con un 'Jesús Hippy' en la parroquia que le despidió en su funeral –despidiéndose con un ataúd pintado de negro y flores negras, el color de genio y figura que caracterizaba–, San Francisco de la Vega. “Los únicos que tengo fijos son los de la serie de Tulio, el cerdo, la urraca, el angelito, Gregory… aparecieron porque me gusta mucho Mafalda, el personaje de Quino, pero en vez de ser buenos y desear la paz en el mundo, mis personajes son más macarras y canallas. El personaje del Güelu y el de ”las señoras que fuman“, nacieron en colaboración con Fulgencio, de La Crónica. Es el típico abuelo leonés enterrado, que da igual que este vivo o no porque dice siempre lo mismo, lo que quiere. Mi preferido es el gocho, porque es el que nos ha quitado el hambre en León desde la Guerra Civil hasta hoy. En todas las plazas de los pueblos debería haber un monumento al gocho (risas)”, explicaba el mismo Lolo en ella.

Personajes con los que podía mostrar lo mejor y lo peor de los leoneses, y sin cortarse un pelo (menuda melenona que tenía desde hacía décadas, a ver quién era el guapo que se la iba a cortar). El editor de ILEÓN, Antonio Vega, recuerda perfectamente su impacto cuando llegó a la capital leonesa desde el Bierzo: “Tulio es la visión de mi juventud, las risas y la de cuando empezaba a intentar entender a los leoneses. Me dejó una marca indeleble en mi forma de ser”. Lolo usaba sus personajes para contar las cosas que nadie cuenta, pero hay que decir. Un ejemplo de ello fue la creación del Güelu, una tumba que habla desde el más allá, trasunto de lo que es la provincia de León y lo leonés, que está desapareciendo olvidado por todos menos por los suyos, que se apenan de lo que está pasando. Los viñetistas son literatos capaces de crear imágenes potentes que estimulen la imaginación de los demás y con las que contar las cosas que otros no quieren, o no se atreven a decir. Y Lolo, de una forma natural, con ese don de la elocuencia sencilla y cercana, lo demostraba con estos personajes que tanto significan para los leoneses.

Su hermano, Javier Vega, recuerda que, como ellos, Lolo era de alma minera: “Era probablemente la persona que más gente conocía en León, no tengo la más mínima duda de que decenas de miles de leoneses hablaron con él alguna vez y se echaron unas buenas risas. Es una pérdida irreparable. Un paisano así no se da todos los días en esta tierra”, recalca el también editor de ILEÓN.

Nacido en León, en realidad Lolo se crió en la zona de Gordón, en Buen Suceso. Donde las minas de la Vasco, la Hullera Vasco-Leonesa. Pero le tiraba toda zona minera. Últimamente la berciana. En un reportaje de la web Me Presta el Bierzo –editado por el también redactor de ILEÓN César Fernández, aunque la entrevista la realizó su compañera de aventura en Internet Sara Martínez– hablaba de cómo él se crió “entre minas y montañas” y decía que no se encontraba bien “en otro sitio”. De cómo se conviritió en “un leonesista bercianizado”, de que era del Celta de Vigo, “y persona no grata de algunas localidades burgalesas que se tomaron a mal un par de chistes”. Explica cómo “José Manuel Redondo aparece a la hora acordada y con sus pintas a medio camino entre el guitarrista de una banda de rock de los ochenta y un personaje del Señor de los Anillos”. Merece mucho la pena leerlo entero para recordar qué pensaba de sí mismo.

En la redacción de ILEÓN dos periodistas coincidieron con él trabajando en la vieja Crónica. Carlos J. Domínguez y Jesús María López de Uribe. Éste recuerda que lo conoció con 12 años en la Librería Pastor, cuando firmaba su primer libro de viñetas: “Me dibujó una caricatura jugando a baloncesto, y lo que no sabía es que justo 12 años después, ya con 24, lo conocería en La Crónica. Siempre me sorprendió su forma de ser: alegre, nunca enfadado, siempre buscando la paz de las cosas y entre los que se peleaban. Y cómo entraba en aquella redacción con la frase: 'Qué pasa jambo'. Yo, que soy de familia riojana, me quedaba pasmado con esa palabra. 'Jambo'. Que a lo largo de tiempo, cada vez que le veía, la usaba en todo momento. Comprendí a lo largo de los años que, como conocía a tantísima gente, posiblemente miles de leoneses, la usaba como comodín cariñoso para no reconocer que igual no se sabía el nombre de todos. Las últimas veces que le ví, menos de las que hubiera querido, cuando la usaba conmigo –sabiendo que sabía mi nombre y quién era yo, después de tantos años de aguantarme– me sentía feliz, orgulloso y me dejaba una sonrisa para todo el día. Qué maravilla de persona que era el mi Lolín. Inolvidable”.

Uribe recuerda otra anécdota que muestra un momento muy marcado en la vida de Lolo y lo que ha pasado León en esta Comunidad que muchos llaman Ente, siendo él uno de los mayores defensores de la Autonomía del País Leonés. “Fue en 1998, creo, cuando las Cortes vinieron a hacer el primer acto fuera de Fuensaldaña a San Marcos. Hubo gran revuelo en León, con los jóvenes leonesistas del Conceyu de Abel Pardo quemando una especie de falla de un castillo en la plaza. Él era concejal, y estaba dentro de la iglesia de la UPL, cuando comenzaron a protestar... y de repente la seguridad se los llevó. Con Lolo, que era un gigantón fantástico bien fuerte, los escoltas de Juan José Lucas lo cogieron del cuello por detrás, cuan largo era, y lo arrastraron fuera. Un movidón”.

“Pero resulta que cuando llegaron los fotógrafos al periódico a contarlo, y tenían la foto, ésta no llegó a publicarse. Ni en La Crónica ni en el Diario de León. Tal era la presión de Valladolid en aquellos tiempos. Los periodistas protestamos, porque, evidentemente, era nuestro compañero. Pues bien, al día siguiente sí salió la foto. Pero no en un periódico de León. Sino en El Norte de Castilla, y bien tratada, sin hacer sangre, plenamente informativa. Una lección que recibió el periodismo leonés desde Pucela. Le hicieron más justicia fuera que en León. Una cosa que todos los leoneses sabemos que es muy de aquí. Podría decirse que la anécdota en sí es un chiste. Malo, pero un chiste socarrón, como si fuera la esencia de Lolo el haber mostrado la vida leonesa a base de ellos hasta cuando no dibujaba y le pasaban cosas así de surrealistas cuando luchaba por esta tierra”, señala.

Las anécdotas del 'tío Ful'

Carlos J. Domínguez entró de prácticas en La Crónica un año después. Pero se quedó hasta el final, cuando cerró en 2013 (aquí se puede ver una fotografía con Lolo vestido de corto, a la derecha de la misma, en uno de los míticos partidos de futbito de aquella redacción con los de prácticas en 1993). Para recordarle, ha hablado con uno de los grandes amigos suyos, Fulgencio Fernández, el Tío Ful, hoy en la heredera de aquel mítico periódico: La Nueva Crónica.

El periodista, escritor y sobre todo amigo íntimo del dibujante, Fulgencio Fernández, bulle en anécdotas en las que el particular leonesismo de Lolo, o Lololismo, hacía gala de su amor por la tierra propia y rivalidad con Valladolid. Una provincia en cuyos pueblos “en los últimos años sí hizo algunos murales”, como los que sembró en cada localidad de león, “pero porque había un fraile leonés con el que decía que se divertía discutiendo todo el rato”.

Sus chistes, especialmente los publicados en el periódico La Crónica, la nueva y también la vieja, es verdad que demostraban “de manera muy contundente” su postura más política contra la actual Comunidad, y ciertamente fueron durante años un referente simple y muy directo de la lucha por León sólo, porque “respondía como un resorte a cualquier agravio del día a día”.

También ardía en deseos de conocer “auténticos héroes” como aquel paisano del pueblo de Valverdín, donde vivían ocho o diez personas, la mitad de ellos familia suya, que fue el único que presentó por UPL a presidente de la Junta Vecinal. “Le bastaba con un voto... pero no salió elegido”, todavía se ríe Fulgencio como se reía el propio Lolo, que pidió conocerle “y fueron mucho de vinos después”. Porque “ese héroe” no salió pedáneo: “Como lo tenía ganado, llegó la víspera borracho a casa y se despertó casi cuando cerraban las urnas; la madre tampoco, para castigarle, y hasta impidió el voto de la abuela; y su padre ya no le pensaba votar. Así que a las 9 de la noche el susodicho pasó por el bar a preguntar cuándo iba a tomar posesión... y lo único que pudo tomar... fue otra copa”.

Una de las anécdotas de la quizá más orgulloso se sentía fue el troleo que le hizo al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero:

Lolo nació en Buen Suceso, en la estación, donde vivió muchos años, y sabía que la familia de Zapatero estaba vinculada a Pola de Gordón, muy cerca; así que un día le espetó:

— ¡Pero si tú y yo somos medio paisanos!

— ¿En la procedencia, Gordón? Respondió ufano el líder socialista.

— No en 'Suceso'. Yo soy de Buen Suceso y tú, que naciste en Valladolid, de Mal Suceso. Coincidimos en lo de 'Suceso'.

La carcajada de Zapatero solo la pudo acompañar reconociendo su derrota: “¡Tocado!”.

Y es que Valladolid era superior a las fuerzas del dibujante. Ful, quien echa de menos –“cada día, cada hora”– al paisano enfundado en negro que “no tenía cruz, sólo cara”, recuerda cuando le invitó a dar un filandón en la casa de Cultura de Armunia: “Alguien me preguntó uno de los momentos más emotivos de mi profesión de periodista, yo le hablé de cuando llegamos con la Marcha Negra (de la protesta minera) a Valladolid y temían que no hubiera ni dios”. Pero “la gente que había en la Plaza era acojonante, impresionante”, rememora el periodista. Eso sí, “cuando al año siguiente en otro filandón me volvieron a preguntar lo mismo, Lolo saltó como un resorte: ¡Nada, nada, eso ya lo contó el año pasado! Y es que era único abortando cualquier blanqueo castellano”.

Pero no olvida Fulgencio que “tan crítico contra Valladolid lo fue a veces con cierto leonesismo”, tal y como fraguó el mandato en el que fue concejal de UPL en el Ayuntamiento de León, “años terribles” comandados “por Pelines”, es decir José María Rodríguez de Francisco. Recuerda que apenas salvaba de entonces a Joaquín García, un edil que “era todo un personaje”. Edil “al que llamaban el talismán, porque se presentó de número tres cuando aspiraban a uno, y salió; luego de cinco y salió; y al final como para arrinconarle fue de número siete en la lista... y tomó posesión”. “Bueno, pues resulta que junto a Lolo se les ocurrió una cosa que los dos llamaban 'UPL en la calle', que consistía en ir por los parques de León con una mesa, un fonendo, una máquina de tomar la tensión y tomársela a los paisanos gratis y dar consejos de salud”. Y “por lo que sea” su partido le dio carpetazo a la irónica propuesta, muy de la vis cómica y un pelín alocada de José Manuel Redondo.

Una mente rápida y socarrona

Las anécdotas de Fulgencio Fernández, siempre atinadas y divertidas muestran cómo era de sencillo y especial Lolo. Con un desparpajo y una ironía con punto de mala leche, siempre gracioso, dejándola caer gracias a esa mente tan rápida que tenía para el chascarrillo y la risa. Chiste, sí, pero con carga de profundidad. Y vaya carga.

Casi un mes después de su pérdida, la desaparición de Lolo ha dejado huérfanos no sólo a sus hijos Raúl, Laia y Gabriel. No sólo a la tribu periodística leonesa; la que le conocía más cercanamente en el difícil trabajo de llenar los papeles día a día. Sino en realidad a todos los leoneses que han perdido una forma socarrona, divertida y muy ácida de conocer el pulso de la actualidad en un solo vistazo. El humor de Lolo.

Y también a los miles de personas que han tenido un dibujo de Lolo. Porque José Manuel Redondo conocía a miles y miles de leoneses y siempre estaba dispuesto a dibujarles algo. Más si era una asociación o personas con un interés social.

Chapas, calendarios, camisetas, de todo hay con un dibujo de Lolo. Era omnipresente. León está lleno de sus dibujos. Toda la ciudad. Toda la provincia.Toda la cartelería. Toda la publicidad, decenas de murales en los pueblos.

Por eso los leoneses nunca olvidaremos a Lolo.

La que liaste, “jambo”.

Etiquetas
stats