Literatura y naturaleza: aulas entre montañas a orillas del pantano del Porma

Ruta 'Distintas formas de mirar el agua'

Abel Aparicio

No recuerdo cuales fueron las palabras exactas que utilizó Julio Llamazares para referirse a lo que sentía por el desarrollo del II Encuentro Liternautas de Literatura y Naturaleza. No lo recuerdo, digo, porque apuntar en una libreta mientras escuchas al autor de Distintas formas de mirar el agua (Alfaguara, 2015) a la orilla del embalse del Porma es renunciar a su paisaje y a lo que allí estaba aconteciendo, y la vida, no siempre te ofrece estos regalos. Lo que sí recuerdo es la idea que quiso trasmitir, y no es otra que un agradecimiento eterno, por encima de cualquier premio literario, a las personas que hicieron posible que en una ruta de senderismo entre Rucayo y las ruinas que quedan de Utrero estén las figuras y las voces de parte de los protagonistas de su obra. Llamazares quiso centrar su mensaje a las alumnas y alumnos que allí estaban presentes en la relación entre literatura y naturaleza, haciendo un guiño a la Institución Libre de Enseñanza y su afán por sacar al alumnado de las aulas con el fin de ponerlo en contacto con la naturaleza para que así, de una forma mucho más directa, la sintieran y entendieran lo que esta ofrece.

Las responsables de que una representación de once institutos, tales como Astorga, Carrizo, Veguellina, San Andrés del Rabanedo, Boñar, La Robla, Armunia, Escuela de Artes, Eras de Renueva, Legio y Lancia participaran en este segundo encuentro tienen nombre y apellidos, y no son otros que los de Nuria Rubial Seijas (profesora de Lengua Castellana y Literatura) e Inés Fuertes Gutiérrez (profesora de Biología y Geología). Fueron Inés y Nuria, las que llamando a todas las puertas posibles, solicitando reuniones, ayudas y robándole muchas horas al sueño consiguieron crear el proyecto El eco de la montaña. Tal y como indica Nuria Rubial y se puede ver en su página web “Euroentornos es una red de cooperación transfronteriza de centros educativos en el medio rural, coordinada por el IES Pablo Díez de Boñar y teniendo como socias a otras tres escuelas de Francia, Italia y Polonia”.

Este encuentro dio comienzo con la actividad que llevó por título ‘Vagón de cuentos’, dirigida por las propias Nuria e Inés. Las alumnas y alumnos dieron rienda suelta a su imaginación y se enfrentaron al reto de plasmar sus ideas en un papel. Tanto Nuria como Inés vieron en la integración al territorio de esta línea de ferrocarril que une la capital leonesa con Bilbao, popularmente conocida como el Tren de la Robla o el Hullero, un eje vertebrador de la Montaña Oriental Leonesa.

La siguiente parada fue el Espacio Telefunken, en San Feliz de Torio. ‘Diario de maravillas’ contó con la organización de Leticia Ruifernández, una artista madrileña asentada en un pequeño pueblo de la provincia de Cáceres y que dio buena cuenta durante todas las actividades de lo que allí se estaba viendo y viviendo. El tren no se detenía la tarde soleada y calurosa del jueves y la siguiente estación llevaba por nombre ‘El arte de enraizar’, y su maestra de ceremonias no era otra que la escritora de origen argentino Clara Obligado.

La noche llegó a Boñar y después de cenar, como se hacía no hace tantos años, tuvo lugar un filandón encuentro del alumnado —integrado casi en su totalidad por mujeres— con las personas más veteranas del pueblo. Allí, Isidro de la Fuente y Julián Martínez, ambos de Vegamián, y Carmen García, de Boñar, contaron su experiencia en cuanto a lo que supuso para ellos tanto el exilio forzado de su pueblo, como sus sentimientos al ver levantarse el enorme muro de hormigón que cambió sus vidas para siempre. Lo que se contaba en el filandón fue hilado de una forma pautada y sencilla por el alcalde de Boñar, José Villa. Quizá, los puntos que más impacto ocasionaron en las personas que asistieron tuvo lugar con el relato de Isidro y sus visitas a Vegamián tras el vaciado del pantano para labores de mantenimiento y la voz quebrada de Pepina, al explicar que su padre sigue enterrado bajo una capa de cemento en Camposolillo y que nunca le dieron la oportunidad de procurarle una sepultura digna. El último punto fue una mirada hacia el futuro, “asimilando que el pantano ya está construido y que la vida es la que es, disfrutemos de sus beneficios y pongamos en valor lo que esto supuso. Que nadie se olvide que el agua que se bebe en la ciudad de León procede del pantano del Porma”, concluyó Isidro.

La mañana del viernes se levantó soleada y un autobús trasladó a alumnas, alumnos y profesorado a la ruta de senderismo con inicio en Rucayo y fin en Utrero. La felicidad de pasear lentamente, divisar las montañas y un pequeño mar que empezaba a alborotarse debido al vendaval que quiso apuntarse al evento se reflejaba en las sonrisas de alumnas, alumnos y profesorado que vieron recompensado su esfuerzo. “Puedes explicar en un aula muchos conceptos con palabras, dibujos, ejercicios o con la ayuda de un encerado, lo que quieras, pero hay cosas que solo llegan pisando el terreno, viendo las rocas minerales, y esto fue lo que nos empujó a llevar a cabo esta aventura”, explica Inés Fuertes.

Antes de dar los primeros pasos, Nuria insistió, “escuchad con atención las voces de los protagonistas de la novela de Julio. Estáis en un marco incomparable. Disfrutad de su paisaje, respetad el entorno y poned especial atención a las palabras de estos personajes leídas en voz de los profesores y profesoras del instituto de Boñar con la melodía del Himno de la montaña de fondo”. Durante el recorrido, Joaquín Otero, presidente de la Fundación Antonio Pereira, no quiso dejar la oportunidad de hablar de la película El Filandón (José María Sarmiento, 1985), haciendo hincapié en la última parte de la misma, protagonizada en el embalse del Porma por el propio Julio Llamazares.

La ruta finalizó con un dialogo entre el alumnado y Llamazares. Preguntas sobre su obra, su vida y su relación constante y permanente con el agua. “Cerrar de llave la puerta de tu casa sabiendo que jamás vas a volver a ella. Marcharte de un lugar forzosamente y asentarte en otro en el que muchas veces no consigues encajar”, explicaba Llamazares para añadir que “no quiero entrar en el debate de si este pantano era necesario o no, de su capacidad de almacenaje y demás, pero si quiero entrar a valorar que en España hay quinientos pueblos bajo las aguas, que una zona como esta fue vaciada de forma forzosa”. Julio quiso remarcar que muchas veces, como indica uno de los personajes de la novela, cuando escucha a los turistas que se detienen en el mirador que lleva el nombre de su pueblo, Vegamián, decir, qué bonito, el añade, y qué triste.

Ya por la tarde tuvo lugar una conferencia del que “sin lugar a dudas es el mejor naturalista de este país, y esto no es una opinión mía, es un hecho”. De esta forma definió Julio Llamazares a Joaquín Araújo.

El cineasta, director y actor argentino Fernando Birri pronunció unas palabras que se le atribuyen a Eduardo Galeano. Ambos estaban en la universidad de Cartagena de Indias hablando con los estudiantes y uno de estos le preguntó: ¿para qué servía la utopía? “La utopía está en el horizonte, y si está en el horizonte yo nunca la voy a alcanzar, porque si camino diez pasos, la utopía se va a alejar diez pasos, y si camino veinte pasos, la utopía se va a colocar veinte pasos más allá. Sé que jamás la voy a alcanzar. ¿Para qué sirve?, para eso, para caminar”. De vuelta a casa, escuchando una y otra vez el Himno de la montaña, pensaba constantemente en esas palabras. Pará qué sirve la literatura, para qué el aprendizaje, la escucha. La respuesta fue la misma, para eso, para caminar, y si es de la mano de Nuria y de Inés, todo se hace de una manera más sencilla, porque caminar, de alguna forma u otra, cualquiera lo hace, lo difícil es abrir ese camino.

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