“Aquellos colchones de lana...los colchoneros” en el Museo Etnográfico de León

Colchoneros

Santi Fernández @novenoarte/Toño Morala

Sin más...un amanecer allá por principios o mediados de verano, llegaba la madre a la habitación, abría la ventana de par en par y te levantaba en volandas; los hermanos más pequeños se hacían los remolones, pero todos arriba y a pujar por los colchones de lana para llevarlos al patio; allí ya había dispuesto todo la madre para comenzar el rito de varear la lana de los colchones y limpiarla. Para ello tenía un somier de aquellos de alambres de caracol para empezar a desmadejar a mano y que lo más

gordo del polvo callera al suelo. Previamente

había descosido la tela de rayas, o aquella otra adamascada con fondo azul o rojo; había quitado los atijos...unos veinte si eran los colchones de cama matrimonial, más o menos la mitad para el resto... y a lavarla. Se cambiaba la lana al suelo encima de una colcha vieja de las que se ponía debajo del colchón en la cama, y al sol durante unas horas; de vez en cuando se le daba la vuelta a la lana y se volvía a desmadejar lo más posible. Después de la siesta, y con poca brisa, comenzaba el vareado de la lana con varas de avellano. Las mujeres se ponían ropa vieja; un mandil, un pañuelo en la cabeza. ¡Madre... déjeme a mí la vara...! empezaban los guajes a darle a la lana; cada varazo silvaba y cortaba el viento, hasta que te cansabas y era el abuelo o el padre que ya había venido de trabajar, el que terminaba la labor.

Así, a fuerza de varear y varear, la lana se iba haciendo cada vez más suave y esponjosa, el buen vareado hacía que la lana fuera soltándose y ahuecándose, caía lentamente sobre el montón. Ya solo quedaba meter la lana en su funda y coser la tela; previo rellenado de un poco más de lana nueva. A veces le ponían imperdibles para ayudar mejor al cosido con las agujas colchoneras; el siguiente paso era hacer coincidir los ojales dobles de la parte de arriba con los de abajo del colchón, y con la aguja larga pasar las cintas y hacer los balduques o lazos para que la lana se sujetara terciada por toda la base. Había otra forma de coser los rebordes llamada a la inglesa, que consistía en coser con hilo de tricotón la tela y algo de lana y así quedaba la cama más vistosa después de hecha. El colchón había aumentado de volumen espectacularmente. Se acercaban las fiestas en los pueblos, y venían familiares y amigos a casa, se llegaba a dormir hasta cuatro o cinco críos en una misma cama, unos para los pies y otros para la cabecera...y se soñaba mejor con los colchones de lana recién vareados.

Con el tiempo apareció la voz de “Colchonero lanerooooo” “Compro colchones de lanaaaa”, “Cambio colchón de lana por uno de espuma”, iba por las calles con su furgoneta y se llevó aquel colchón el de lana, con todos nuestros sueños, y el final de tantos y tantos cuentos.

Toño Morala

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