Villadangos: la derrota que terminó por convertirse en victoria

Egas Moniz ofrece su vida al rey Alfonso VII de León (Oporto, Portugal)

Alfonso Raimúndez nace en el año 1105, hijo de la infanta Urraca de León y de Raimundo de Borgoña. Quedó huérfano de padre cuando sólo contaba tres o cuatro años.

En el año 1108, durante los combates de la batalla de Uclés, muere el Infante Sancho Alfónsez, heredero al trono leonés, y Alfonso VI reúne en Toledo a los nobles del reino y les comunica que la elegida para sucederle es su hija Urraca. Los nobles aceptan la designación real pero exigen que Urraca contraiga un nuevo matrimonio. Poco tiempo después, en el año 1109, Urraca contrae segundas nupcias con Alfonso I 'El Batallador', rey de Aragón y Navarra por expreso deseo de su padre.

Entre los contrarios a este matrimonio destacaron los nobles gallegos, debido a la pérdida del Infante Alfonso de los derechos al trono tras el pacto matrimonial firmado entre Urraca y Alfonso I de Aragón, que estipulaba que los derechos de sucesión pasarían al hijo que pudieran tener o entre ellos mismos, en caso de fallecer uno de los conyuges. La nobleza gallega encabezada por el obispo de Santiago de Compostela, Diego Gelmírez, y el tutor del infante, Pedro Froilaz, proclama a Alfonso Raimúndez con siete años de edad 'rey de Galicia' el 17 de septiembre de 1111 y poco tiempo después se ponen en camino hacia León para confirmar allí esta coronación.

Alfonso I reacciona y sale a su encuentro con la ayuda del conde de Portugal, Enrique de Borgoña, encontrando a la comitiva acampada en Viadangos (hoy Villadangos del Páramo) en el mes de octubre o noviembre de 1111.

Los gallegos y leoneses, no más de 250 hombres, se dispusieron entonces alrededor del Infante, junto al que se encontraba Diego Gelmírez, para hacer frente a unos aragoneses que les superaban en número, pues contaban con 650 caballeros y 2000 hombres a pie.

Ambos ejércitos se enfrentaron a las puertas de la Villa, y enseguida se hizo patente la evidencia: las tropas leonesas, pese a su fiereza y valentía, no podrían vencer a las hordas aragonesas en el campo de batalla.

Pero fue entonces, perdida ya toda esperanza, cuando el Obispo Gelmírez tomó al pequeño Infante y se alejó del campo de batalla mientras los leoneses -ayudados por el pueblo llano, partidario del infante leonés, que se interpuso ante las fuerzas del violento rey aragonés para salvar al niño- y ponerlo a salvo.daban su vida por defenderles y evitar que los enemigos los persiguieran. El Batallador, entonces, obtuvo una amarga vitoria, porque el Infante Alfonso de León, al que quería apresar o incluso dar muerte, había escapado.

A pesar de la derrota, lo importante es destacar que sin el valor que le echaron los vecinos de la villa, la historia hubiera sido distinta y Alfonso no se hubiera convertido veinte años después en el Alfonso VII 'Imperator Legionense totus Hispaniae' que todos conocemos.

'COCKTAIL DINÁSTICO'

Incluímos aquí un interesante pensamiento del historiador Ricardo Chao sobre las denominaciones dinásticas de los reyes de León:

“Resulta curiosa la costumbre decimonónica de muchos historiadores de aprovechar la entronización de Alfonso VII para señalar el comienzo de la por ellos denominada ”Dinastía Borgoñona“. En realidad no hubo tal cambio: la línea sucesoria en este caso estuvo marcada por la madre, y no por el padre. Lo mismo podría decirse del anterior ”cambio de dinastía“ en el Reino de León: cuando Fernando I, conde de Castilla de origen navarro, accedió al solio regio en 1037, en realidad lo hizo en virtud de su matrimonio con Sancha, quien era la auténtica heredera del reino, por lo que es incorrecto (y extremadamente machista) decir que en ese momento comienza la ”Dinastía Navarra“. Por lo tanto, podría afirmarse que no hubo ningún cambio de dinastía en el Reino leonés, y sin duda así lo percibieron los contemporáneos.”

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