Amancio González: “El arte es lo que conmueve ahora y dentro de 1.000 años”

Elena F. Gordón/ Ical

La serrería de Pedro Llamera ubicada en la localidad de Barrio de Nuestra Señora comparte la labor propia del establecimiento con la tarea artística que desarrolla Amancio González (Villahibiera de Rueda, León, 1965). En un evidente guiño a la obra de Miguel Ángel, el escultor prepara su 'Piedad'. Lo hace en lo que fue su estudio y su casa durante ocho años. “Esta familia ha hecho casi una labor de mecenazgo conmigo”, destaca después de explicar que ha vuelto allí porque Pedro le llamó para decirle que tenía “un tronco de nogal enorme, muy interesante para mí”.

La realidad actual, con la palabra 'crisis' omnipresente en todos los ámbitos, ha provocado esta nueva creación. “Esta escultura se inspira sobre todo en las cosas que vemos en la crisis. Son dos figuras que pretenden representar el sentimiento de piedad, alejándolo de la compasión o la misericordia, que no me interesan. Me interesa el amor al prójimo”. Son dos figuras “que no tienen por qué estar relacionadas pero una está ayudando a la otra y no entras a valorar por qué sí o por qué no. Es lo que estoy viendo también en muchas de las actitudes de organizaciones o personas. En estos momentos difíciles vemos que desde la dignidad se puede ayudar a otra persona. No por compasión, porque todos somos iguales. Me interesa el gesto de la persona que se ve a sí misma y que de alguna manera ayudando a esa persona también ve que se ayuda a sí misma”, relata.

Al mundo de la escultura llegó, de la mano de Alejandro Vargas, desde la pintura. Se define como un apasionado de la forma, “que tiene algo mágico, se comunica con nosotros”. Han pasado casi 27 años desde que esculpió por primera vez, en un tronco de peral, una figura de unos 80 centímetros de altura. Además de los artistas clásicos, afirma que su principal fuente de inspiración es la naturaleza, su desarrollo. “Las semillas o las piedras... en la naturaleza no hay adornos, lo que no es necesario para la vida no existe. Eso es lo que más me llama la atención, son bellas porque todo es fundamental”.

Empezó a trabajar con la madera porque era el material más cercano, con el que más posibilidades tenía y reconoce que se ha sentido muy cómodo con el resultado. También utiliza otros tradicionales de la escultura como la piedra, el hierro o el bronce. El que más le gusta por el resto que supone es la piedra. “No te perdona si te equivocas; exige una limpieza de mente y de ideas. Todos son muy interesantes para mi, tienen un lenguaje diferente. El material es un camino y el objetivo es que al final de tu trabajo consigas desarrollar una forma que sea capaz de transmitir algo a otra persona”.

En la escultura tienes que tener muy clara una idea antes de empezar a trabajar. Amancio parte de una idea previa pero luego está abierto a lo que encuentre. A veces, dice, “dibujamos y pensamos en una forma pero cuando la ves en tres dimensiones hay cosas que te gustan más o que no te convencen y a veces voy alterando la idea primigenia, fruto de los procesos del trabajo y considero que la inspiración es una semilla y luego el resultado depende de la inspiración, de la experiencia, de la intuición, de las cosas que encuentras”.

Ayudas sin subvenciones

La actual situación económica, comenta, ha acentuado más las dificultades a las que se enfrentan no pocos profesionales de distintas disciplinas. “Los artistas siempre estuvimos en crisis. En todos los momentos de la Historia ha habido algunos a los que les ha ido muy bien pero en general luchamos casi por la supervivencia. Trabajamos por rachas, hay momentos en los que nos va bien y otros en los que no y si no tienes dinero para comprar materiales o satisfacer tus necesidades básicas, lo tienes muy mal para poder desarrollar una obra”, reflexiona. “Esta crisis está afectando bastante, sobre todo a los que no hemos conseguido un estatus en el mundo del arte que nos permita vivir más holgadamente”, añade.

Tierra de pocas posibilidades

No obstante, se muestra “nada partidario de subvencionar nada económicamente pero sí de que al artista se le ayude, por ejemplo, facilitándole un lugar donde pueda mostrar su obra, con un buen catálogo y, si se puede, que se le compre alguna. Es el principal apoyo que puede hacer una institución pero no es algo muy frecuente”. Castilla y León, opina, “fue siempre una tierra donde no ha existido mucha tradición de apoyar a los artistas de su tiempo. Es una Comunidad con tanto patrimonio artístico que impresiona, apabulla, pero el artista contemporáneo no tiene muchas posibilidades de poder vivir de ello. Es un poco contradictorio. A veces se intenta disfrazar el apoyo al arte contemporáneo con algunos museos pero no hay una continuidad”. Sí ve una apuesta más fuerte en otras regiones.

“Hace poco estuve en Bilbao y en el entorno del Gugenheim se ha hecho un trabajo excelente, sobre todo desde el punto de vista de escultura pública. Habría que intentar cuidar o mimar los proyectos de ciudades donde se ha acertado. Hay otras donde igual se ha gastado el mismo dinero o más pero la obra no llega, no trasciende. Por ejemplo, la apuesta por el arte figurativo en la Comunidad es de pena. Podemos decir que son representaciones de oficios que la mayoría de las veces no transmiten emoción sino que representan a una persona más como una figurita de un belén que como una forma capaz de trasmitir. Ahí es donde entra el qué es y no es una escultura”. añade.

La mayoría de las esculturas que ha visto en Castilla y León no transmiten, a su juicio, emociones. “Esas piezas están condenadas a la nada. El arte es lo que conmueve y hace que eso mismo lo sienta alguien dentro de 1.000 años. No podemos pretender que la gente venga a ver, por ejemplo, a través de una escultura cómo se trabajaban las castañas. Para eso hay otro tipo de testimonios”. “La apuesta de riesgo de Bilbao está condenada a tener un éxito de futuro y la apuesta de ciudades como Oviedo lo está a quedar en algo anodino, a no trascender. Y en Castilla y León no ha habido una apuesta clara y decidida por el arte público en ninguna de las ciudades”, lamenta.

Se define como bastante crítico consigo mismo y comenta que tiene los oídos muy abiertos y le interesan todas las opiniones. Prefiere que la gente sea lo más sincera posible con el artista y no les preocupa no acertar con una obra “porque también se aprende”. Considera que la suerte juega un papel importante en la trayectoria de un artista y se reconoce afortunado porque una de sus piezas -La Negrilla, que se encuentra en la plaza de Santo Domingo de la capital- “estaba destinada a otro sitio y fue colocada en el centro de León. Eso, a cualquier artista es como si te toca la lotería, te abre muchas puertas, te hace popular y hace que críticos o galeristas se interesen más por tu obra”. También es determinante, añade, “mantener una coherencia de trabajo. Tienes que ser tú mismo todo lo que puedas. Si no encuentras tu lenguaje o lo abandonas porque hay otro que es más comercial, te vas a estrellar. A veces, aunque no te vaya bien, no debes abandonar tu camino”.

Colección de escritores

Amancio González quiso involucrarse hace unos años en un momento que califica de “único” en el panorama leonés. “Estábamos siendo testigos de tres generaciones de escritores de primer nivel. Con autores que iban desde la revista Espadaña hasta nuestros días. Crémer, Pereira, Nora, Antonio Gamoneda... poetas y escritores que demuestran se hicieron bien las cosas. Yo nunca había tocado el retrato y me interesó mucho plasmar el momento. Con cuatro académicos de la lengua y un Premio Cervantes”, relata. Se puso manos a la obra e inició una serie de 27 bustos, uno por cada letra del abecedario. “Crémer, Pereira y Valentín García Yebra ya no están con nosotros. Unos años antes falleció Ramón Carnicer y han colocado su busto en Villafranca del Bierzo. El momento era idílico. He hecho las piezas en barro y he conseguido pasar a bronce diez. Los demás están ahí... tengo los moldes...”, concluye.

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