'Alcarrás': cinema verité

Un fotograma de 'Alcarrás', la película de Carla Simón premiada en la Berlinale.

Antonio Boñar

Hay en esta maravillosa película mucho de ese cinema vérité o cine de realidad que surgió en los años 50 y 60 con el afán de quebrar los convencionalismos más clásicos, o mejor dicho, de combinar todos esos elementos de la narración clásica con las técnicas naturalistas del cine documental en busca de un realismo menos impostado y más cercano a la verdad. Tanto en su primer filme, Estiu 1993 (2017), como en este que nos ocupa, la realizadora catalana Carla Simón cincela la realidad en busca de una sinceridad que crece desde dentro, sin prejuicios ni pretensiones, que surge desde la mirada y los actos de unos personajes que viven situaciones totalmente naturales, casi espontáneas.

Alcarràs (la película) centra su foco sobre la comarca leridana del mismo nombre para contarnos la historia coral de una familia de agricultores que se resiste a dejar su oficio y sus tierras cuando ese tren desarraigado y mal llamado futuro llega a sus vidas en forma de placas solares, la nueva panacea. Desde la intimidad del terruño y de esa familia el filme construye un relato universal que nos habla del amor por trabajar el campo y cultivar la tierra, de la lucha cotidiana por traer comida a la mesa de los nuestros, de como convivir con la naturaleza, el clima, los nuevos tiempos o los demás.

Pero es la forma que elige Carla Simón para contarnos esta diminuta historia lo que hace que su película nos penetre el alma, esa cámara sutil y cautelosa, ese ojo invisible que merodea el interior de esta familia robando los gestos más comunes y a la vez más elocuentes mientras recolectan la fruta, cazan conejos, cantan canciones, se pelean, se quieren o luchan por defender lo suyo mientras los pequeños despliegan sobre el verano su infinita imaginación.

Es en esa mirada pura que se deposita con la curiosidad y paciencia de un entomólogo sobre el esfuerzo del padre, el amor incondicional de la madre, la melancolía silenciosa del abuelo, los juegos de los niños o la confusión de los chavales adolescentes donde encontramos la esencia del cine, el enorme y cautivador poder de la imagen para revelarnos los secretos del mundo.

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