Fernández Villa, de icono a paria en un día
En menos de doce horas, José Ángel Fernández Villa pasó este miércoles de ser uno de los símbolos del movimiento obrero y minero en León y en Asturias, y un patrimonio histórico de la Federación Socialista Asturiana (FSA), a paria político.
La revelación, publicada por el diario El País, de que la Fiscalía Anticorrupción investiga el origen de 1,4 millones de euros que el ya retirado dirigente del sindicato minero SOMA-UGT, de 71 años, hizo aflorar en la amnistía fiscal concedida a los evasores de impuestos por el Ministerio de Hacienda en 2012 desató una oleada de indignación y condenas sobre una figura que, a pesar de las aristas de una larga carrera en la vida pública, había logrado jubilarse entre aplausos generalizados el año pasado.
Aún posee, por ejemplo, una medalla oficial al Mérito en el Trabajo, pero fue casi instantánea la reacción de las tres organizaciones a las que pertenecía y en las que acumuló cargos y honores a partir de los años 70: el PSOE, el SOMA y UGT ya han anunciado su expulsión. Los dos primeros han pedido, además, que la fiscalía llegue al fondo de la investigación y aclare si tuvo cooperadores en cualquier delito que, presuntamente, haya cometido. Se presentarán como acusaciones particulares si el caso llega a juicio.
En la caída de quien fue poderoso líder minero, diputado en la Junta General y senador, capaz de tejer y destejer liderazgos y gobiernos en el PSOE asturiano y con peso propio en la ejecutiva federal de los años 80, muchos de los primeros comentarios han querido ver otro símbolo del agotamiento de las figuras que protagonizaron la transición a la democracia, del fin de una época en la política española y una semilla más para el auge de nuevas propuestas políticas que se refleja en todos los sondeos recientes de opinión.
Aunque ese es un elemento que estará presente en muchos análisis durante los próximos días, otras miradas se han vuelto de inmediato hacia la FSA para calibrar el impacto del escándalo sobre los socialistas asturianos y sus posibilidades en el año 2015, cargado de citas electorales. Fernández Villa no era un exdirigente cualquiera. Además de aportar todo su enorme valor simbólico a cualquier acto en el que estuviera presente, era una persona cercana al secretario general y presidente del Principado, Javier Fernández, y su apoyo fue capital para permitirle acceder a la cúpula del partido en el reñido congreso del año 2000. “Las relaciones personales quedan irreparablemente dañadas, como siempre en estos casos”, señaló Fernández.
Decisión rápida
La noche había sido difícil y más rica en reuniones y llamadas que en sueño para el secretario general. En cuando los suscriptores del diario madrileño recibieron la noticia pasadas las 23.00 horas del martes, el escándalo saltó a las redes sociales. Fernández Villa dejó amigos y enemigos en su dilatada carrera y algunas cuentas pendientes empezaron a saldarse de inmediato. A primera hora de la mañana, la FSA anunció una comparecencia de Fernández y, pasadas las 11.30 horas, en poco más de cinco minutos, los vínculos de toda una vida entre el partido y el militante quedaron rotos de manera fulminante.
El secretario general anunció a los medios una expulsión que, poco antes, el secretario de Organización, Jesús Gutiérrez, había trasladado al propio Villa mediante un burofax. Gutiérrez y la diputada y miembro de la ejecutiva federal María Luisa Carcedo, otra figura allegada a Villa, acompañaron a Fernández en ese momento. Las expresiones, muy serias, revelaban la gravedad que la propia organización atribuye a la noticia de manera tan gráfica como cualquier palabra.
El entorno del presidente le describe como muy tocado por una noticia que afecta a una persona en la que confiaba plenamente. Él mismo lo dijo a preguntas de los periodistas. El caso le parece más grave que los otros que estos días refleja la prensa, que las tarjetas de la antigua Caja Madrid o el dinero negro de la familia Pujol. “Afecta de manera simbólica al partido y al sindicato”, reconoce.
A Fernández le preocupa el daño a la reputación del SOMA, al que define como “la organización que mejor simboliza el movimiento obrero en España, por la que se han sacrificado muchas personas en los últimos cien años” y los sambenitos que pueden atribuirse a quienes no tienen nada que ver: “Ni el partido, ni el sindicato, ni los mineros, ni Asturias se merecían esto”, lamentó.
Por eso, aseguran también en su entorno, está decidido a ser tan implacable en contar amarras como con el exconsejero de Educación José Luis Iglesias Riopedre, imputado por un supuesto trato de favor a proveedores de su departamento a cambio de regalos. Aunque en su momento se atribuyó la frialdad de Fernández en ese caso a la afinidad de Riopedre con otras familias socialistas, los próximos al presidente señalan que, en esa ocasión como en esta, se trata de demostrar dónde está la exigencia ética del partido para quienes lo representan en puestos muy visibles.
Hacienda sospecha
La reacción ha sido tan rápida que Villa se ve fuera del partido y el sindicato antes de que haya trascendido la forma exacta en que pudo amasar esa fortuna. Según la información de El País, Hacienda regularizó el dinero no declarado, de manera que no puede ser acusado de un delito fiscal, pero sospecha que lo consiguió por medios ilícitos y, por esa razón, pidió a la fiscalía que lo investigara.
No ha trascendido, sin embargo, los hechos que Anticorrupción estima que podrían constituir delitos de prevaricación. Citados por el diario, Villa y sus hijos niegan haber cometido ningún delito. Aunque el sindicalista admite haberse acogido a la amnistía, su familia ni siquiera estaba al tanto de que poseía esas sumas.
El estupor también dejó asombrados a los dirigentes sindicales para quienes Fernández Villa es un punto de referencia. En el SOMA, la organización que dirigió durante cerca de 35 años, entre 1979 y 2013, la noticia fue toda una bomba, según reconoció el nuevo secretario general, José Luis Alperi. Apenas una hora después de que el PSOE anunciara la expulsión, la organización minera secundó esa medida. “Tenemos que estar por encima de cualquier nombre”, declaró Alperi. A media tarde, UGT también despojó a Villa de su carné. Tanto la cúpula regional como el máximo dirigente nacional del sindicato, Cándido Méndez, apenas daban crédito a lo que leían y escuchaban. “Ha sido un mazazo”, reconoció Méndez.
Si logró completar una carrera tan prolongada en el sindicalismo y –siempre en segundo plano pero con mucha capacidad de influencia interna en el PSOE— en la política, fue, entre otras cosas, porque Fernández Villa ganaba todos los pulsos que se proponía o a los que le retaban.
Es casi legendario su encierro de la víspera de la Nochebuena de 1991 –acompañado por el máximo dirigente de la federación minera de CCOO y otros 34 sindicalistas— en el pozo Barredo. De aquel descenso a la oscuridad emergió, diez días después, triunfante y con un plan para la reconversión minera que no era el que deseaba en principio el Gobierno socialista de Felipe González. De esta nueva incursión en regiones oscuras tendrá mucho más difícil recuperarse. Famoso por su buen entendimiento con figuras de la derecha asturiana como Gabino de Lorenzo o Francisco Álvarez-Cascos, este miércoles solo el expresidente del Principado rompió una lanza por él. No era ese el final que hubiera escrito por anticipado el sindicalista que salió de Tuilla para influir en la política española.