Silvia Álava: “Ser padre hoy en día es mucho más difícil que antes”

Juan Lázaro / Ical. La psicóloga vallisoletana Silvia Álava, autora del libro 'Hijos Felices'.

Javier D. Bazaga/ Ical

La directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes, Silvia Álava, es coautora de distintas obras y guías de Psicología y colabora habitualmente en distintos medios de comunicación. Esta licenciada en Psicología y experta en Psicoterapia, que compagina la consulta con la elaboración e impartición de cursos, talleres y conferencias, ha publicado 'Queremos hijos felices. Lo que nunca nos enseñaron', una obra para facilitar la tarea diaria de los progenitores, que tengan “menor intensidad emocional” y lograr “una menor carga para todos, tanto para los niños como para los padres”.Esta experta explica que “lo que aprenden los niños es que gracias a no obedecer tienen más atención que cuando lo están haciendo bien”. Así, traslada que “una de las herramientas fundamentales” que se plantean en el libro es aprender a utilizar el refuerzo, y “mejorar tanto la calidad de la atención como el tiempo que dedicamos al niño cuando lo hace bien”. Álava también sentencia que “ser padre hoy día es mucho más difícil que antes porque la sociedad introduce una presión que antes no había”.

Hace escasas semanas se ha publicado su libro 'Queremos hijos felices. Lo que nunca nos enseñaron'. Claro que queremos hijos felices, ¿quién no? ¿Por qué escogió este título?

Precisamente porque el deseo de todos los padres y todas las madres es ese. De hecho, cuando los padres acuden a la consulta, preguntamos distintas cosas para valorar el problema y entre ellas siempre incluimos ¿qué es lo que esperáis conseguir? Y en todos los casos te dicen que quieren que sus hijos sean felices.

¿Es el denominador común de todos los que buscan su ayuda?

Hay casos en los que es verdad que hay un problema, de salud mental o niños con cierta patología. Hay otros casos en los que los padres quieren que les ayudemos en que su día a día sea más fácil y que tengan un menor desgaste emocional. Después del cole son deberes, actividades, duchas, cenas, corriendo a la cama y la tarde es muy cortita. Al final lo conseguimos hacer todo pero con un desgaste emocional muy alto y a veces con gritos. Lo que pretendo en este libro es cómo hacerlo de una forma más fácil, con menor intensidad emocional y una menor carga para todos, tanto para los niños como para los padres.

¿Cuál es el principal problema con el que llegan los padres?

Los padres principalmente vienen por problemas de conducta de sus hijos. Niños que les cuesta obedecer o que son especialmente protestones. Situaciones en las que la dinámica del día a día desde por la mañana llega un punto en que los padres no saben qué hacer.

Pero eso de que no haya desgaste emocional es casi imposible. ¿Qué le dice a esos padres que ya están desesperados?

Hay que pararse a observar lo que está ocurriendo. Y para ello primero lo tienen que observar los padres. Es más, les pedimos que anoten esas situaciones y así nosotros podemos ver qué es lo que pasa y podamos dar las pautas adecuadas y a medida de cada niño. Les pedimos que anoten cuál es la situación, qué día y a qué hora, con quién estaban y dónde, qué es lo que hace o dice el niño literalmente, y también qué es lo que hacen o dicen los adultos presentes. Y además les pedimos que sean lo más explícitos posibles para construir exactamente lo que podemos llamar el guión de la película. A través de eso nosotros podemos ver qué ha ocurrido y enseñar a los padres a analizar la situación y darnos cuenta que, en muchos de los casos que vemos, los niños se garantizan su atención con una mala conducta, en negativo.

¿Y eso?

Porque cuando se ponen más brutotes ante una orden, como la sencilla de ir a la ducha, y se lo tenemos que repetir siete veces, desde que empezamos hasta que al final se duchó se ha garantizado la atención. Mientras que si se fue a la ducha a la primera el padre o la madre se va a hacer otras cosas. Lo que aprenden los niños es que gracias a no obedecer tienen más atención que cuando lo están haciendo bien. Por eso una de las herramientas fundamentales que planteamos en el libro es aprender a utilizar el refuerzo, y mejorar tanto la calidad de la atención como el tiempo que dedicamos al niño cuando lo hace bien. Pero generalmente suele ocurrir lo contrario.

¿Abusamos los padres del recurso del castigo? ¿Hasta qué punto es bueno y cuándo deja de ser efectivo?

La psicología nos enseña que el castigo no es una de las herramientas más poderosas, de hecho pocas veces funciona y para que funcione hay que utilizarlo muy bien. Nos va a funcionar mucho mejor que el castigo lo que los psicólogos llamamos la extinción. El castigo es que al niño le quito algo que ya tenía: le quito de ver los dibujos o jugar con la tableta. Y la extinción supone no hacerle caso. Si el niño lo que iba buscando era llamar la atención del adulto, al final entre que le castigo y nos enfadamos ha conseguido lo que quería, que era la atención. Y con la extinción se la quitamos. Otra cosa que nos puede servir mucho es darle la vuelta a la situación: decirle a los niños que a partir de ahora no va a haber castigo, pero que las cosas se las tienen que ganar. Ahora para ver la televisión te la tienes que ganar, obedeciendo a la primera o haciendo los deberes sin protestar... Cosas que estén establecidas para su edad.

¿Eso es lo que conocemos como el refuerzo positivo?

El refuerzo positivo es cualquier cosa a la que le sigue una conducta agradable, es lo que vamos a seguir haciendo. Puede ser ver un rato la televisión u otra cosa, pero el refuerzo más poderoso para un niño siempre es la atención de sus padres. Jugar con una consola, ver la televisión o darle un caramelo puede ser estupendo, pero no hay nada comparable a la atención de sus padres. Y el refuerzo social, cuando decimos a un niño que qué bien lo has hecho, qué contentos estamos contigo, y encima lo acompaño con una gran sonrisa y un abrazo, eso es mucho más poderoso y también duradero.

La situación actual no lo pone fácil. El estrés del trabajo, las actividades extraescolares, la falta de tiempo... ¿De qué manera nos ha influido todo esto en la educación de los niños?

La situación actual ha influido muchísimo. Los niños hoy tienen muchas más cosas que hacer que sus padres cuando eran niños, deberían ser más felices y no lo son en absoluto. Es más, ser padre hoy día es mucho más difícil que antes porque la sociedad introduce una presión que antes no había. Los trabajos son más largos y más demandantes, tienes que hacer más horas. Y a los niños se les exige más también. Y luego hay otro aspecto con el que tienen que lidiar esos padres que trabajan: ese sentimiento de culpa de no poder estar todo el tiempo que quisieran con sus hijos. Y eso lleva a cometer errores aún a sabiendas de que los están cometiendo. ¿Cómo le voy a negar esto o lo otro si llevo todo el día sin verle? Pero hay otro aspecto que dificulta mucho la educación y es la presión de la sociedad consumista: que muchas veces trata a los niños como meros objetos de campaña de marketing. Les bombardean con reclamos dirigidos a ellos y son presiones con las que hay que luchar.

¿El trabajo en equipo por parte de los padres será importante en esta tarea?

Es fundamental. De hecho en el libro trabajamos la figura del poli bueno y poli malo como uno de los grandes errores que cometemos. Lo que conseguimos con eso es que anden despistados y les genera inseguridad porque no saben lo que tienen que hacer si uno les dice una cosa y el otro otra. Además cuando son mayores lo utilizan y saben qué se pide a papá y qué se pide a mamá y muchas veces abre una brecha entre la pareja que se traduce en más dificultades o peleas. Si ambos padres se ponen de acuerdo en las normas a seguir, en las pautas establecidas y, muy importante, qué consecuencias va a haber tanto en positivo como en negativo, les va a ser mucho más fácil ir en la misma linea. Y funciona aunque no se hayan visto ese día porque los dos saben cómo actuar ante determinada situación.

¿Y por qué nos empeñamos en cometer ese error?

Por ese sentimiento de culpabilidad que tenemos. Por eso es muy importante también que no amenacemos con nada que no vayamos a cumplir ni prometamos algo en negativo que no vayamos a hacer porque si luego no lo cumplo perdemos toda la credibilidad. Muchas veces ponemos castigos tan desmesurados, en el momento del enfado, que cuando nos damos cuenta de que nos hemos pasado damos marcha atrás. El niño está aprendiendo que con pedir perdón o sonreír un poco se lo vamos a quitar. Lo mismo ocurre con castigos muy largos, que es imposible llevarlos a cabo y estamos perdiendo la credibilidad.

El libro trata otro aspecto que es la sobreprotección. ¿Cómo saber dónde está la linea que separa la preocupación por el niño de la sobreprotección?

Es verdad que la linea es muy delgada, pero la sobreprotección es uno de los grandes errores de la educación de hoy en día. Cuando les hacemos tareas a los niños para las que sí que están preparados, no aprenden las herramientas ni las competencias que luego les van a ser necesarias. Por ejemplo, cuando les damos la comida conseguimos que el niño no aprenda a comer cuando llegue al comedor del colegio. El objetivo es que el niño aprenda a ser autónomo y aprenda a valerse por sí mismo, siempre en las tareas adecuadas a la edad de cada niño. Cuando los padres tienen un estilo sobreprotector esos niños van a desarrollar menos habilidades, menos competencias emocionales y a la larga serán más inseguros y más infelices.

Todo esto, según nos dice en el libro, nunca nos lo enseñaron. Nos han preparado para salir adelante profesionalmente pero no a ser padres. ¿Por qué?

El desnivel que tenemos hoy en día entre la preparación que tenemos para nuestros trabajos, donde nos formamos con cursos de todo tipo, y para la que es sin lugar a dudas una de las facetas más importantes de nuestra vida que es ser padres, apenas recibimos formación. Por eso es importante que aprendamos cómo educar a un niño, cómo ponerles normas o límites y también trabajar su inteligencia emocional que es algo que hay que ir haciendo con los niños.

¿Aprender a ser padres debería formar parte entonces del periodo educativo?

Sería importante meterlo como algo transversal, por lo menos esa parte de la inteligencia emocional. Cómo gestionar las emociones o controlarlas debería formar parte del currículo pero no como una asignatura que se olvida al cabo de un año, sino como algo transversal a lo largo de todo el ciclo educativo. De hecho hay experiencias piloto donde se ha incluido programas de inteligencia emocional y están dando muy buenos resultados.

En general, ¿somos buenos padres?

En general si, somos buenos padres. Estamos preocupados por la educación de nuestros hijos pero el objetivo tiene que ser pasar de la preocupación a la ocupación. Es decir, dejar de darle vueltas a las preocupaciones y ocuparse de hacer lo que está en nuestra mano. Observemos qué es lo que está ocurriendo y aprendamos a reforzarles y a que los niños tengan más atención en positivo que en negativo.

La publicación de este libro no se queda solo en la ayuda a los padres que lo adquieran y sus hijos ¿verdad?

Así es porque el 100 por cien de los derechos de autor por la venta del libro van destinados a la Asociación Nuevo Futuro que tiene hogares funcionales. Nos parecía una buena forma de ayudar aún a más niños, como éstos que sufren la ausencia de esa figura de referencia en los primeros meses y años de vida.

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