“RTVE debe avanzar mucho más en objetividad política”

Pablo M. Bello

Nació en el barrio de Flores del Sil, a cinco metros del famoso Cine Sil, donde vivió hasta los nueve años, cuando la familia se trasladó al centro de Ponferrada. Estudió fuera el bachillerato, aunque hizo COU en el Instituto Gil y Carrasco. Es licenciado en Periodismo por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y diplomado en Sociología General por la Universidad Pontificia de Salamanca. A los 17 años empezó a trabajar en el diario Pueblo y pasó por El Ideal Gallego de La Coruña, La Provincia de Las Palmas, el Ya y el ABC. En este último diario se incorporó como redactor y llegó al cargo de subdirector, tras dirigir las secciones de Sociedad, Nacional, Tribunales, Delegaciones y Cultura. Además ha sido tertuliano en la Cadena Cope, Radio Intercontinental, o Telemadrid, y ha formado parte del jurado de prestigiosos premios nacionales e internacionales, como el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, los premios de la Fundación Gabarrón, el Internacional Alfaguara de Novela, Club de la Escritura, o el Villa de Madrid.

“Para ejercer el periodismo, ante todo hay que ser buena persona”. ¿Comparte esta afirmación, o es una visión un tanto angelical?

Ante todo hay que ser buen periodista, aprender todos los días de quienes más saben, no acomodarse y responder lealmente a las exigencias de una profesión que sirve a los ciudadanos. Naturalmente, el periodista no es un altavoz hueco o un tambor vacío, sino un profesional con principios y valores éticos. En la medida en que se comporte de acuerdo a ese código, será respetado y respetable.

¿Cuál es el periodismo que a usted le gusta?

Prácticamente he ejercido todos los géneros y en todos los soportes, desde enviado especial a zona de guerra hasta la crítica literaria, pasando por la crónica de sucesos, la 'rosa' o la de religión y de política, así que siento un profundo respeto por todos ellos. Cada etapa profesional tiene sus preferencias. No obstante, yo siempre he sentido cierta inclinación hacia el periodismo de opinión y cultural, pues considero que una de las funciones más relevantes del periodismo es la de contribuir a que los lectores se formen su propio criterio.

Periódicos en papel o digitales, radios, televisiones... ¿Son suficientes para conformar una sociedad bien informada, racional y cívica?

Más que suficientes, son imprescindibles. Más allá del debate sobre el futuro de los diarios, lo cierto es que hoy por hoy el papel sigue siendo uno de los pilares básicos de toda sociedad democrática. El periodismo on line está llamado a conformar el futuro, pero antes habrá de evolucionar al compás de la sociedad y ganarse su confianza plena.

En este sentido, ¿por dónde pasan las exigencias del periodista?

Podrá cambiar el soporte, el método de distribución e, incluso, la forma de relacionarse con el destinatario, pero el periodismo no cambiará en su núcleo esencial: contar y descifrar el mundo que nos rodea y que está en permanente cambio.

¿Qué ha ganado o perdido la información con la llegada de los medios digitales?

Ha ganado en casi todo: pluralidad, velocidad, economía, vitalidad... Tal vez se haya embarullado el flujo informativo y opinativo, con un exceso desordenado de demanda, pero no es ni grave ni preocupante porque será la propia sociedad la que vaya depurando el sector. Solo quedarán los más fiables y útiles, como ha pasado con la prensa.

¿Cree que la prensa en general está demasiado ideologizada, un tanto lastrada por su posicionamiento político, o eso va en consonancia con la propia función de los medios?

Los periódicos desempeñan una función insustituible en la formación de opinión. Así como les resulta muy complicado competir en imagen con la televisión, en rapidez con la radio o en continuidad con los medios on line, el periódico no tiene rival como vehículo para la opinión y el análisis. Como es natural, cada diario tienen una línea editorial fijada por su propietario o editor. No debe preocuparnos eso que se da en llamar 'ideologización', pues no es más que la legítima toma de postura desde unos principios editoriales. Sí, en cambio, debemos alejarnos del partidismo y el sectarismo.

No debe preocuparnos eso que se da en llamar 'ideologización' de la prensa. Sí, en cambio, debemos alejarnos del partidismo y el sectarismo

Los hechos son sagrados y las opiniones son libres. ¿Sigue vigente entonces el viejo adagio de la profesión?

Sí, claro, es el núcleo esencial de esta profesión. Sin este principio no hay periodismo posible, solo propaganda.

En 'La Razón' se han mostrado siempre muy críticos con el actual Gobierno socialista, por su gestión de la crisis o por otras decisiones de carácter social. ¿Ha sido Rodríguez Zapatero el peor presidente de toda la democracia?

Faltaría a la objetividad si dijera que Zapatero no ha tenido acierto ninguno. Los ha tenido y algunos ha sido notables. Además, ha dado ejemplo de ser un buen encajador de la crítica y de aceptar con talante a los que han discrepado de su política. Nuestras críticas no se han dirigido tanto a su persona como a sus decisiones políticas y a determinadas decisiones legislativas que chocan con nuestra línea editorial. Globalmente, creo que los dos mandatos de Zapatero no han sido positivos para España porque hemos retrocedido en casi todos los campos. Y bien que siento opinar así de un leonés al que me habría gustado defender y apoyar.

¿Por qué cuesta tanto en nuestro país llegar a consensos y conseguir grandes pactos de Gobierno entre los dos grandes partidos? ¿Se ha perdido el espíritu de la Transición?

Sí, uno de los aspectos más negativos de estos ocho últimos años es que el Gobierno socialista ha devaluado el llamado espíritu de la Transición. Y ha incumplido pactos muy importantes. Con esa pedagogía tan destructora, que le llevó incluso a montar un 'cordón sanitario' con los radicales y nacionalistas contra el PP, Zapatero dinamitó los puentes que tanto le hubieran servido después para pedir ayuda frente a la crisis.

Uno de aquellos acuerdos se centró, precisamente, en el modelo territorial del Estado de las Autonomías que sigue concitando aún críticas y más críticas, sobre todo por su financiación o por sus cuentas públicas. ¿Qué responsabilidades deben asumir los gobiernos regionales?

La deriva de casi todos los gobiernos autonómicos es insostenible. Así solo se va a la ruina. Por tanto, urge actuar en una doble dirección: primero, reajustar su funcionamiento para que no gasten más de lo que ingresan; y, segundo, evaluar si el Estado autonómico debe redefinirse en la distribución de competencias. Se trata de un debate crucial para los próximos 30 años y que, probablemente, exija retocar la Constitución.

El Gobierno socialista ha devaluado el llamado espíritu de la Transición, y ha incumplido pactos muy importantes

¿Y su opinión sobre el leonesismo que defiende un León solo separado de Castilla?

La creación de la actual autonomía tuvo algo de artificial, en efecto, pero también dudo de que cualquier otra fórmula no tuviera grandes inconvenientes. En todo caso, todo lo que sea duplicar burocracia, cargos públicos y aparatos de gestión sólo conduce al desastre económico. A las cuentas actuales de las autonomías me remito.

Usted ocupó el cargo de director de Relaciones Institucionales en RTVE. ¿Ha logrado el ente público convertirse en el medio que debe ser?

No, todavía no, aunque algo se ha avanzado. La cuestión central que sigue sin tener una respuesta satisfactoria es qué tipo de televisión pública se puede permitir España. Dando por descontado que las televisiones autonómicas son un escándalo de muy difícil justificación, la televisión del Estado tampoco sale barata, lo cual nos lleva a preguntarnos si en la situación económica tan negativa que vivimos nos podemos gastar 1.200 millones de euros al año en una televisión más dentro de los 40 o 50 canales privados que ya tenemos. ¿Deberíamos acaso reducir su tamaño y sus costes aun sacrificando la cuota de audiencia? Mientras no se responda honestamente a esta pregunta pensaré que los intereses políticos de partido priman sobre los generales. En cuanto a la objetividad política e ideológica, también debe avanzar mucho más.

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