Cuando el sol se apaga él enciende su taxímetro

Láustico Fernández en su taxi.

Miguel Ámez

Si algo está claro después de esta entrevista es que al protagonista la noche no le confunde. Láustico Fernández lleva casi 5 años dedicándose al taxi. Un trabajo que le viene de familia ya que su padre también fue taxista en León, por lo que ha conocido esta profesión desde muy pequeño y tiene muy claro que el sacrificio y la perseverancia forman el único método para llevarla a cabo.

Este joven leonés de 35 años trabaja siempre de noche, normalmente desde las 23.00 horas a las 16.00 horas del día siguiente y los sábados desde por la tarde hasta que amanece. “El horario es flexible, siempre depende del trabajo que haya”, explica Láustico, quien también disfruta de su trabajo ya que le gusta el contacto con la gente, y ofrecer un buen trato al cliente “al fin y al cabo tienes que otorgarles un servicio lo más efectivo y agradable posible”.

Desde el volante de su coche explica que en la profesión del taxi, la noche es muy diferente al día, ya que “hay menos señoras que van al hospital, menos señores que van a coger el autobús y menos movimiento de personas”, pero también añade que como ventaja hay muchos menos taxis y la tarifa es superior. Este taxista explica que es por la noche cuando salen los “chollos” ya que es en esta franja horaria en la que las combinaciones para viajar o desplazarse son más complicadas; “Alguien que tiene que ir hasta su pueblo, o ha perdido un autobús y le sale un avión desde Valladolid y hay que llevarle”, son estos viajes largos con los que se hace caja comenta.

Aunque confirma que la noche tiene todos los inconvenientes del mundo, sobre todo la seguridad y el cambio de ritmo con el resto de la gente, Láustico afirma que la noche tiene como ventaja la tranquilidad y el poco tráfico. Aún así, “trabajar de noche te acaba haciendo vivir como un pobre. Trastocas tus horarios, comes a deshora y tu vida social se ve recortada”.

Con la novela 'La sombra del viento' en la guantera, Láustico se confiesa un amante de la lectura para los tiempos muertos de espera, además de la inseparable amiga de este gremio: la radio.

La crisis también se nota en el taxi“, explica, ya que la gente sale menos y cuando sale prefiere darse un paseo o ir en autobús para no hacer gasto. ”A diario se nota una barbaridad. “Desde que empecé en esto, el trabajo ha bajado más de un 50%”.

El taxista debe ser un hombre con mucha paciencia y por la noche con más motivo. Según este joven por la noche hay tres tipos de clientes: Por un lado está quien va al hospital o a alguna urgencia, por otro quien sale de fiesta va a algún sitio o vuelve a casa, y por último el que no tiene otra cosa que hacer durante la noche que maldades. “Durante la noche te encuentras lo mejor y lo peor. Desde alguien que te da una buena conversación o bromea y te hace la jornada más amena, hasta otros que son unos mal educados e incluso gente que al llegar a su destino te dicen que no tienen dinero o busca enfrentamiento y ya te han amargado la noche”, afirma Láustico.

La noche es más tranquila pero conlleva un mayor riesgo

Para el taxi, la noche envuelve más peligros que el día. “El miedo en esta profesión es libre y valiente. No puedes salir de casa pensando que te puede pasar. Hay que salir con ganas de trabajar y de no complicarse la vida”. Aún así a veces se complica y para ello cada taxi está controlado por un GPS con localizador de posición que se activa con un botón de alarma y envía la ubicación a la central en un momento de peligro o incidente.

“Lo peligroso es durante la semana”, explica Láustico quien afirma que aunque León es una ciudad pequeña y tranquila hace aproximadamente un año se vivieron cuatro atracos a taxistas de forma continuada en León, todos por la misma pareja de ladrones. “Existen medios disuasorios como la colocación de una mampara de seguridad para separar el espacio de atrás del vehículo con el del conductor pero ”son muy caras y cada coche necesita un modelo adaptado diferente. Si cambias el vehículo la mampara no te vale“. Hasta la fecha ningún taxi de León cuenta con este medio de seguridad.

Los tacones, fieles aliados de los taxistas

Durante los fines de semana las largas colas de jóvenes que han salido de fiesta por el Barrio Húmedo son habituales en las paradas de taxis, principalmente en la de Ramón y Cajal, junto a Santo Domingo. En estas horas de 'recogida' chicas y chicos esperan un taxi para volver a casa, pero son ellas las que, por seguridad o por los tacones (no tan cómodos como cuando comenzó la noche) demandan en mayor número este transporte.

“Trabajar de noche influye en la vida personal, ya que estas trabajando en un horario en que la gente duerme” comenta Láustico. “Esto es incompatible con muchas otras cosas, depende de las responsabilidades que uno tenga, como familia, pareja, niños... Pero la licencia de taxi vale mucho dinero y hay que trabajar duro para pagarla y por lo tanto hacer más horas. No hay más vuelta de hoja”, comenta este taxista quien añade convencido y crítico: “Si quieres dedicarte a salir de fiesta o a viajar entonces no puedes dedicarte al taxi porque es incompatible, ya que es el fin de semana cuando la gente tiene tiempo libre para su ocio y sale. Es cuando tú tienes que estar por la calle y aprovechar esta demanda. Un lunes por la noche se te puede dar bien, pero lo normal es que sea catastrófico. Puedes darte un día libre cada cierto tiempo, pero uno, cero más.

“El taxi no es un trabajo que físicamente sea castigado, pero hay que echarle muchas horas que tienes que quitarte de la vida personal”. Láustico asegura que “no hay taxista que no haga 12 horas, y son muchas pero se aguantan y se hacen, no queda otra”.

Anécdotas desde el volante

Un día de invierno, recién iniciado en el taxi, Láustico se encontró en Maestro Nicolás con un hombre desesperado por parar un coche. Con un frío sobrehumano el individuo se encontraba en pijama y en zapatillas de andar por casa “lógicamente no le paraba nadie”, explica Láustico. El hombre había bajado un momento al portal y se le había cerrado la puerta de casa con todo dentro, y con un niño pequeño de un año. “Me contó la historia muy angustiado y nervioso y tuve que llevarle hasta el hospital donde estaba su mujer de guardia para que le diera sus llaves de casa y dinero para el taxi. La bronca de su mujer debió de ser monumental”, comenta entre risas.

“Gente que no sabe a dónde va, o que olvida por un momento el nombre de la calle donde vive es bastante habitual”, afirma Laústico, a parte de las confusiones con los nombres de las calles, como en una ocasión cuando unos asturianos en su intento de llegar a su hostal, daban como única indicación a Láustico que éste estaba situado en “una calle que se llama como un queso”, tras repetir una y otra vez que la calle debía de llamarse entonces “García Baquero”, Láustico barajó opciones y les dejó finalmente en la puerta de su hostal sanos y salvos, en la calle 'Gran Capitán'.

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