No ser madre y ser feliz

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Marta Cuervo

No son egoístas, ni crueles, ni están trastornadas. Son mujeres que quizás no hayan sentido el instinto maternal, o dicha llamada a la descendencia se ha visto truncada por la incapacidad de poder ser madre, por motivos biológicos o económicos, por ejemplo. Otras lo han meditado y simplemente han decidido, en su total derecho, no serlo. Quizás desde siempre lo han sabido, y las razones son tan numerosas como válidas. Y las hay también -muchas nunca lo reconocerán- madres arrepentidas. Por supuesto también las hay felices y realizadas con la llegada de sus vástagos, pero la cuestión se basa simplemente en la tolerancia.

Para tratar de entender una situación que suele acentuarse cuando las mujeres superan los 30 años, en el momento en el que se ven 'obligadas' o 'animadas' a tener descendencia principalmente por la sociedad y por sus círculos de confianza, hablamos con el psicólogo Julio César Álvarez, de Valenda Psicólogos.

“Vivimos en tiempos de relatividad, a todos los niveles, y como ha pasado con todos los dogmas, las últimas generaciones han puesto en duda también la maternidad, uno de los terrenos míticos del ser humano, desconfiando de su condición de bienestar absoluto, de plenitud total”, explica el experto en psicología.

La maternidad no es perfecta, y hay que asumirlo

Las últimas estadísticas muestran además que desde la década de los 70 hasta la actualidad, se ha doblado el número de mujeres sin descendientes, cifra que sigue creciendo en otros países como Alemania y EEUU. “Es una tendencia al alza, y hay que empezar a reflexionar sobre el papel de la maternidad. Hay un libro, 'Madres arrepentidas', de la socióloga israelí Orna Donath, que lleva este terreno mucho más allá; no sólo dice que no es necesario ni imprescindible no tener hijos, sino que la mujer tiene ese derecho sin necesidad de justificarse. Hay muchas más madres de las que lo reconocen que se arrepienten de ser madres. Y no se trata de que no sientan afecto por sus hijos; hablamos de su papel de madres”, apunta contundente Julio César Álvarez.

Esta circunstancia les hace sentir mal al desempeñar un rol que no aceptan ni quieren, lo que conlleva muchas implicaciones para el Estado y el orden social. “La tendencia en un mundo tan líquido, tan difuso, donde el 'yo' lo ha invadido todo, provoca que cada vez la gente se haga más preguntas acerca de lo que quieren y lo que no, y la presión social no tiene tanto efecto como tenía”, añade el experto Máster en Psicología Clínica y Psicopatología.

Otra realidad que 'ataca' a las mujeres sin hijos proviene de otras mujeres, madres, que acusan a las primeras de no serlo. “Es un pensamiento retrógrado. Para algunas madres resulta amenazante que otras mujeres no quieran tener hijos porque ponen en duda la mitificación del papel de la maternidad, su perfección, y todo el orden social de esa idea tan asumida de que la maternidad es pura felicidad, cuando la realidad es bien distinta en algunos casos. Quizá, como hemos ido asumiendo con el amor, también hay que reconocer que la maternidad no es perfecta”.

Y aunque cada vez hay más mujeres que no tienen hijos, también es cierto que han crecido las tendencias que rodean al mundo del bebé – a la lactancia, partos respetados, alimentación, cuidados...- con libros, grupos sociales y una fuerte presencia en las redes sociales. “La mujer tiene que ser libre de decidir qué es lo que quiere y la presión social no tiene que ejercer esa coacción”, prosigue el psicólogo.

Cualquiera tiene derecho a decidir sobre su vida, no hay que imponer criterios

Tal y como apunta el libro de María Fernández-Miranda 'No madres' –una escritora que recoge los testimonios sin tapujos de mujeres que no han tenido descendencia, entre los cuales se encuentra su propia experiencia-, la declaración de Luz Casal: “cuando pude, no quise, y cuando quise, ya no pude”, responde a una realidad muy habitual. ¿Cómo se supera esta decisión, que cambia con el tiempo cuando ya es tarde para ser madre biológicamente? A las mujeres que no pueden tener hijos les recomendaría no sumar más desgaste dando valor a las opiniones externas y les recordaría también que la maternidad no es la única forma de realización personal. Además, siempre existe la vía de la adopción. Sobre las mujeres a las que se presiona para tener descendencia, recordarles que las personas son esencialmente libres y la influencia social no va a detenerse nunca. Por lo que no defender las propias elecciones va difuminando quién eres, qué quieres y en qué crees. El bienestar emocional depende totalmente de ello. Es arriesgado que los demás tengan tanto poder sobre nuestras decisiones, cambios o cómo nos sentimos con nosotros mismos“, argumenta Julio César Álvarez.

“Otro factor es que para nuestros abuelos los hijos eran muchas veces carga de trabajo, funcionales, y de ahí se paso a la generación de nuestros padres en la que un hijo era un motivo de crecimiento personal, de desarrollo y plenitud, hasta llegar a la nuestra, en la que se está empezando a plantear si queremos ese papel realmente”, añade.

El tema de una paternidad que no llega, también puede llegar a frustrar a los hombres. “El instinto de descendencia no es único de la mujer, muchas personas tienen necesidad de descendencia”, explica el psicólogo y escritor. “Es importante recordar también el caso de personas que quieren tener hijos y todo el mundo les juzga, como por ejemplo las parejas homosexuales”.

Como consejo, Julio César Álvarez insiste en que la presión social, esa idea de que alguien sin hijos se va a arrepentir de no haberlos tenido, es coacción: “Cualquiera tiene derecho a decidir sobre su vida, no hay que imponer criterios”.

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