Jóvenes leoneses frente a la crisis

I.R.

Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) lanzaba la pasada semana un dato preocupante. España cuenta con el mayor número de jóvenes que ni estudian ni trabajan en comparación con el resto de países de Europa, con un porcentaje del 27%. El término 'ni-nis', sin embargo, resulta despectivo porque muchos no trabajan porque no pueden y no estudian porque ya lo han hecho, durante largo tiempo, sin que ello les haya asegurado una oportunidad laboral. Hablamos con varios jóvenes leoneses en diferentes contextos, de entre 20 y 30 años para conocer sus experiencias, su situación y sus expectativas. Saben que no lo tienen fácil, pero tampoco están dispuestos a quedarse de brazos cruzados.

Pablo Lozano tiene 26 años. Trabaja como ingeniero aeronáutico en Madrid. Cuando estaba terminando la carrera, Air Nostrum llegó a la facultad de León para ficharle a él y a otros alumnos en últimos cursos. Tras tres años y medio en Valencia del Cid, aceptó una oferta en una empresa de Madrid para estar más cerca de su ciudad natal, pues los 700 kilómetros se hacían algo cuesta arriba. Con su formación, aqui es prácticamente imposible trabajar, pero se siente un afortunado por dedicarse a un sector en el que apenas hay paro. “Aunque estoy contento en mi actual puesto, siempre estoy mirando ofertas y la verdad es que cada poco me llaman, a pesar de que tampoco es que tenga un currículum impresionante”, explica.

Más lejos se encuentra Fernando Otero, de 30. Desde mediados de marzo está instalado en Dublín como pinche en un restaurante español, nada que ver con su profesión, la de fotógrafo. Es la segunda vez que reside en Irlanda. La primera se fue “para conocer mundo, un idioma y vivir una experiencia”, pero vio “como se cerraba un ciclo” y volvió a España. A pesar de la situación económica logró trabajar de lo suyo en Segovia. Después los recortes llegaron a su empresa y optó por volver a Dublín al recibir una llamada de su antiguo jefe. “A la hora de decidirme si hacía de nuevo las maletas, también pensé en aspectos como el ambiente cultural, volver a mejorar el inglés y seguir aprendiendo al convivir con gente muy diversa”, explica. ¿Volver a España? Está siempre en su mente, aunque sabe que ahora es complicado. “Hay que vivir y disfrutar la experiencia, luego ya veremos qué pasa, nunca se puede planear nada con mucha antelación”, reconoce.

César Marqués, de 26, también prepara su equipaje. Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en 2009 por la ULE, cuenta que en su caso trabajó más durante los años de la carrera –como socorrista, preparador físico, entrenador...- que al finalizarla. “Al terminar decidí irme a Inglaterra para mejorar mi nivel de inglés y allí fue donde encontré trabajo en un crucero como 'sport staff'. Lo que comenzó como una oportunidad laboral le ha aportado mucho a nivel personal. ”Conoces diferentes culturas, formas de afrontar la vida, te cambia la forma de ver las cosas“. Así que vuelve al barco otros 10 meses, estará un año fuera de España y aunque sabe que no es la única opción -”siempre podría quedarme en España, trabajando como monitor, entrenador, o preparando unas oposiciones que no se cuándo van a convocar“- considera que el crucero le permitirá ahorrar dinero, mejorar su nivel de inglés y seguir conociendo.

A Mari Luz Muñoz, de 31 años, no le gustaría salir de España, pero sabe que es una posibilidad que tiene que barajar. Estudió Ciencias Ambientales y es doctora en Química Analítica. Tras la tesis, trabajó como asesora financiera, un empleo que dejó para preparar las oposiciones de Enseñanza en Andalucía. Durante un año estuvo apuntada a una academia y en mayo de este año le dijeron que se congelaban. “Ahora no tengo claro qué hacer, no me quiero ir lejos porque mis padres ya son mayores, pero si quieres trabajar en lo que te has formado durante 10 años, es difícil hacerlo aquí”. Mari Luz cree que es más fácil si dispones de contactos y si no “vas saltando de una cosa a otra”. El resto de sus compañeros de promoción, “solo uno está trabajando en lo que hemos estudiado”.

Ana Gil, de 24, no quiere perder la esperanza. Es diplomada en Enfermería y desde que finalizó la carrera ha trabajado, aunque este año la cosa se ha complicado. En junio se quedó en paro después de encadenar pequeños contratos en una empresa de León. “Me encantaría vivir aquí, pero lo veo complicado porque somos más enfermeras que puestos, de todas maneras estoy apuntada en las listas de Castilla y León, Navarra, País Vasco y Cantabria y tampoco me han llamado de ninguna”, comenta. El futuro no lo ve claro. “Ver cómo se han sacrificado nuestros padres para pagarnos los estudios, el esfuerzo y empeño que hemos puesto nosotros para llegar a ser lo que queremos y después de todo vernos parados... la verdad, prefiero seguir soñando y y levantarme cada día con la esperanza de que suene el teléfono para dejar de formar parte de esta grandísima lista de desempleados”, cuenta.

Daniel Ramón tiene 22 años y llevaba tiempo con dificultades para encontrar un trabajo porque en todos le pedían experiencia, así que decidió montar su propio negocio, una escuela de fotografía, un campo desatendido en León. “Emprender es una buena opción para ciertas personas pero depende de los objetivos, no es imposible, pero hay que tener claro que no es sencillo”. Él pensó que sería más fácil porque a pesar de los cálculos que hizo en un primer momento CON “cifras que ya te asustan”, se dio cuenta de que “lo calculardo era poco”. De todas formas advierte: “Hay que contar con que el gasto final será alto, pero si tienes claro lo que vas a hacer merecerá la pena”.

Fernando Cartón, por su parte, terminó Biología en 2011 y después hizo un máster de investigación en la ULE. Quiere continuar con la tesis doctoral, pero reconoce que “con 24 años y sin sueldo es difícil”, por eso espera conseguir alguna beca. Las de la Junta todavía no han salido y la del Ministerio que ha solicitado tarda seis meses en resolverse. “De momento voy a empezar con la idea de que me den la beca, si no la obtengo, tendré que buscar trabajo o algún grupo de investigación en el extranjero”. Sabe que fuera de España en este campo tendrá más salidas. “Aquí se está muy a gusto, me gustaría quedarme, pero a los jóvenes nos están echando porque llevamos seis o siete años formándonos para dedicarnos a lo que nos gusta y no nos queda otra que marcharnos”.

A Mario Alba, de 21 años, todavía le queda tiempo para pensar como afrontar el mercado laboral. Está en el último curso de Administración y Dirección de Empresas, pero cree que no conseguirá finalizar en junio del próximo año así que tiene margen. “Buscaré unas buenas prácticas e intentaré conseguir trabajo, aunque sé que es difícil”. En el caso de que no lo consiga continuará estudiando, bien Derecho o algún máster orientado a finanzas. “Yo no soy tan pesimista, creo de verdad que si te mueves acabas encontrando trabajo, lo que no puedes es esperar a que te llamen o encontrar un trabajo debajo de casa”.

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