Las Hipatias de León

Taller con María Galindo, del colectivo Mujeres Creando.

Isabel Rodríguez

“Nos podríamos haber identificado con algún otro nombre, pero la filósofa de Alejandría Hipatia se ha convertido en un referente para todas nosotras porque es como muchas otras mujeres que han tenido que luchar contra la sociedad en la que vivieron. Hipatia representa a todas esas mujeres sin nombre de nuestra historia”.

Así presentaban su revista Hipatia las presas del módulo 10 de la cárcel de Mansilla de las Mulas cuando se publicó su primer número a principios de 2009 y en la que, junto al departamento educativo del Musac, han estado trabajando durante cuatro años.

Un recorrido por todo este proyecto pedagógico y cultural podrá verse a partir del 9 de abril en una exposición del museo titulada Proyecto Hipatia: Pedagogías de género en espacios de reclusión, en la que se ofrecerá también el último número de la revista.

Último porque el proyecto ha finalizado. Algunas diferencias a la hora de afrontarlo y una remodelación interna de la prisión han terminado por suprimir esta colaboración entre ambos centros, que ha brindado durante este tiempo una ventana de expresión a las mujeres participantes.

La matemática de Alejandría les dio la fuerza y el Musac su oportunidad, pero sin ellas nada de esto habría sido posible. De hecho, cuando el museo llamó a su puerta, ellas ya tenían una revista que escribían a mano y a la que habían bautizado como la famosa filósofa. “Era perfecto porque ellas tenían una necesidad y a nosotros nos permitía trabajar desde la perspectiva de género”, explica la responsable del área del Musac, Belén Sola.

Era muy libre e ir por libre y cárcel son dos proyectos muy antagónicos

Por eso decidieron colaborar con el único módulo de mujeres que hay en esta prisión. “Se encuentran en este módulo por el mero hecho de ser mujeres, lo que nos ha llevado a reflexionar sobre cómo se construye a una persona a través de la identificación de género sexual”, asegura Sola.

“El proyecto tuvo desde el principio una intención crítica, pues pensar ya es una opción crítica y es verdad que todo lo que se escapa al control da miedo... más todavía en un espacio controlado como es la cárcel”, reconoce Sola. “Aquí participaba quien quería y cuando quería, era muy libre e ir por libre y cárcel son dos proyectos muy antagónicos”, explica.

Por eso, aunque Sola hace un balance muy positivo de lo conseguido durante estos cuatro años, reconoce que no ha sido un camino de rosas y que el trabajo, que se ha realizado de un modo muy irregular, ha requerido de un gran esfuerzo. Sin posibilidad de conectarse a internet, sin permiso para introducir cámaras fotográficas, sin un lugar fijo donde reunirse –en el gimnasio unos días, en el patio otros...-, con una biblioteca obsoleta... La seguridad que se impone en las instituciones penitenciarias se erigía en incómodas barreras para desarrollar el proyecto cultural.

Algo que les deje una ventana de expresión es necesario

“No tenemos ni idea de cómo es una cárcel, me he encontrado con gente que me ha preguntado que por qué vamos a la prisión si la gente que está allí no se merece nada, pero es que estas personas ya están juzgadas y castigadas, por lo que de ahí a decir que no se merecen cultura...”, comenta Sola. Y continúa: “En ocasiones la diferencia entre que ella esté en la cárcel y yo no es que ella ha nacido en Colombia y yo aquí, cuando te das cuenta de eso es cuando te empiezas a plantear muchas cosas”.

A pesar de todo, la imaginación ha ido supliendo las dificultades durante este tiempo y, además de las reuniones periódicas para organizar los temas y las secciones de la publicación, se han organizado talleres a los que han invitado, entre otras, a la escritora Rosa Rosenberg o a la fundadora del colectivo Mujeres Creando, María Galindo.

De todo este trabajo Sola espera dejar, al menos, un poso del que surjan nuevas iniciativas. “Algo que les deje una ventana de expresión y de ilusión es absolutamente necesario porque estas mujeres son diamantes en bruto”, concluye.

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