Helena Maleno: “Se necesita un sistema de cooperación basada en el desarrollo de los pueblos y no como está ahora”
Suele ser habitual ver tanto telediarios como en nuestros móviles vídeos e imágenes de personas que, de una forma desesperada, intentan cruzar una frontera, ya sea a Ceuta, Melilla, o bien llegar con una pequeña embarcación a las costas andaluzas o canarias. No son pocas las veces que escuchamos a nuestros alrededor comentarios racistas, sobre todo, en los últimos tiempos, con la llegada de la ultraderecha a cargos públicos. Otras veces, quizá las menos, oímos análisis algo más profundos sobre qué origina esa acción de cruzar una frontera sabiendo, o sin saber, que te estás jugando literalmente la vida.
Para conocer en profundidad este tema, entrevistamos a Helena Maleno Garzón, integrante del colectivo Caminando fronteras y autora del libro ‘Mujer de frontera’ (Peninsula, 2020).
Todo tiene su raíz. Generalmente, uno es como es por lo que ve a su alrededor. En tu libro destacas a tu madre, a tu abuela y a una hermana de tu abuela…
La educación y la memoria son muy importantes. Cuando desde pequeña estás en un contexto de mujeres que han luchado por sus derechos y que muchas de ellas han sido olvidadas en muy poco tiempo, aprendes a comprometerte con el espacio en el que vives y con el lugar en el que te encuentras. De mujeres empobrecidas, que venían de la guerra y la dictadura aprendí que los derechos humanos no son derechos humanos si no son para todas las personas.
Llegaste a Marruecos con un proyecto de tres meses y decidiste quedarte casi toda una vida. ¿Qué viste para tomar esta decisión?
No fue una decisión, sino algo que surgió. Llegué con un proyecto de fronteras observando que la deslocalización y la externalización estaban haciendo estragos en países terceros. Me encontré con las maquilas, en las que mujeres obreras, sobre todo del medio rural, hacían la ropa que luego viajaba a Europa. También veía que las pensiones de Tanger estaban llenas de mujeres, sobre todo nigerianas, que estaban allí con sus hijos. Me encontré con el bosque y empecé a hacer más proyectos de investigación social participativa y a partir de ahí fuimos conociendo el proceso de externalización y trabajando con las comunidades migrantes. Al final, aquello se convirtió en mi vida.
En el libro, cuentas que tu hijo jugaba con sus amigos a esconderse para poder cruzar la frontera y tú le explicabas que él no tenía esa necesidad. ¿Qué sentías mientras le argumentabas la respuesta?
Sentía mucha desazón. Nosotras estábamos allí con nuestras vecinas, pero teníamos ese privilegio. Fíjate, el otro día estuve hablando con Omar, uno de los niños con los que jugaba mi hijo y que hoy trabaja como peluquero. La conversación empezó con un: “Tita, ¿cómo estás?” Eso para mí es muy importante, porque nos ayudan a sacudirnos de nuestros privilegios. Hay vidas detrás de todo esto y no se suelen mostrar. Vidas que aman, que luchan. Es hermoso mirar atrás y ver lo que se ha conseguido.
Tu caso de criminalización es conocido y lamentablemente no es el único. El problema es que todo parte de un informe de la Policía Nacional, al margen, por decirlo de alguna manera, de la justicia. Lamentablemente, esto no es nuevo. Ocurrió en Euskal Herria con el todo es ETA y con los independentistas en Catalunya. ¿Qué pasó por tu cabeza al leer ese informe?
Incredulidad. Tú escuchas de las cloacas del Estado, de cómo compañeros que luchan han acabado en CIES, etc., pero claro, ver lo que en un papel decían sobre ti… ¡Es que no había ni una sola verdad en ese documento! Se había investigado a mi entorno, redactado de forma burda, machista, donde se pisoteaba mi condición de mujer, donde se exponía a mi hijo y a mi hija. Me di cuenta que durante años no había tenido ninguna protección, mis derechos habían sido atacados de forma sistemática. Sentí que comprendía mucho mejor este sistema. Cuando te atraviesa el cuerpo no es lo mismo que pensarlo.
Una mujer te dice que ciertos cristianos odian más a los cristianos conversos que a los musulmanes de nacimiento. “No lo perdonan porque es un ejemplo peligroso”. ¿Ocurre lo mismo contigo?
Sí, ella me ponía ese ejemplo, porque había traicionado las ideas que me habían venido impuestas, había traicionado a los que deberían ser los míos. Este es un juego muy perverso que ha utilizado el sistema colonial, el constructo racistas. Creas un “otros”, que son lo que puedes destruir, expulsar, que están al margen de los derechos humanos. También, por otro lado, creo que he ganado por todo lo que he aprendido y comprendido. Creo que mi hijo y mi hija se han enriquecido de convivir con muchas personas diferentes, luchadoras. Al final hemos salido ganando.
Las pruebas que se envían a Marruecos parten del Estado español, pero con el caso cerrado por la Audiencia Nacional. Contaste en una entrevista que esto ocurrió con un Ministro de Interior del Partido Popular, pero que con el actual Ministro del Interior del PSOE nada ha cambiado en ese aspecto.
Sí, esto comenzó con un Ministro del Interior del Partido Popular, continuó con otro ministro del mismo partido, pero con la llegada del PSOE no se ha investigado quién hizo estos dosieres, ni se pidió perdón a mi familia, ni se nos ha integrado en una serie de derechos que teníamos, porque al final se nos han ido despojando derechos. Muchas veces el sistema de fronteras funciona criminalizando. Habría que cambiar todo el sistema para reparar el daño que se nos ha hecho a nosotras y a muchas otras personas. Lamentablemente me temo que el actual Ministro del Interior más que por la línea de reparación está por la línea de represión.
¿Qué es FRONTEX y cómo opera?
FRONTEX te diría que es un agujero negro. Algo terriblemente oscuro, que no tiene control, que no se sabe cómo es su funcionamiento, que no tiene trasparencia y que no se sabe quién lo controla. Lo único que se sabe es que ha aumentado exponencialmente las inversiones y que detrás están los intereses de las industrias armamentísticas. FRONTEX opera sin controles democráticos, opera contra los derechos humanos de las personas y que se ha convertido en una especie de policía para la persecución de determinadas colectividades. Puede ser un brazo del neocolonialismo y un brazo armado del constructo racista en Europa.
Según datos de Amnistía Internacional, España ocupa el séptimo lugar del mundo en venta de armas. En los últimos años se bombardeó Libia y Yemen. El Estado español es el quinto en venta de armas a Siria (5’9%). Con sus países en guerra, ¿qué hay de extraño en que sus habitantes huyan como hicimos aquí con la guerra civil originada por un golpe de estado fascista?
Que esa gente se mueva es algo interesante tanto para las empresas armamentísticas como para los estados que invierten en ese armamento. Ese discurso de que “hay que acabar con las migraciones” es mentira. El sistema quiere un sistema de fronteras poroso, y que en esas fronteras se violen los Derechos Humanos y con ello seguir ganando dinero. Que esas personas entren en un sistema de esclavitud que también es necesario para Europa.
Hay quién dice que le regalaría Ceuta y Melilla a Marruecos y así se acabaría parte del problema. ¿Quizá una tirita muy pequeña para una herida inmensa?
Ceuta y Melilla son dos vías de migración muy importantes y visibilizadas, pero no de las más grandes. El mayor flujo migratorio entra por Barajas y el Prat. Otras rutas son las de Alborán, la ruta Argelina a Levante y Baleares, la ruta Atlántica, etc. Los que hablan de eso es que no han hecho un análisis serio de lo que pasa en las fronteras. Hay empresas que han ganado mucho dinero con la construcción fronteriza de Ceuta y Melilla y que han bajado mucho los estándares democráticos en estas dos ciudades.
No es extraño ver a los mismos que se oponen a la inmigración utilizar a los migrantes como mano de obra casi esclava. Ejemplos hay varios, por poner dos, la recogida de la fresa en Huelva y algunos empresarios de la huerta murciana. Un amigo dice que no le molestan los inmigrantes, les molesta que quieran tener derechos.
Murcia, por poner un ejemplo, es una región donde se vota mucho a una determinada ideología y también donde hay un sistema de esclavitud más fuerte. Europa consiente la esclavitud. En un momento dado se puso en foco en la esclavitud sexual para limpiar la imagen de la policía de control de fronteras obviando el resto de explotaciones. En el Estado español no hay una ley integral contra la trata.
En El Ejido pasó y sigue pasando. Los quieren como un útil de trabajo. En un viejo lugar donde guardaban las herramientas hacinan a personas. Llegó un momento en que varios vecinos y vecinas se quejaban de que estas personas ocuparan bancos del boulevard, pero no les molestaban que las trataran como esclavos en el campo.
Se habla mucho de la lucha del último contra el penúltimo y el triunfo del discurso del odio. Esto lo viviste en Marruecos. ¿Cómo te explicabas lo que estabas viendo?
En Marruecos hay mucho racismo. Personas del África negra dicen: “supimos lo que era el racismo cuando llegamos al África blanca”. El racismo allí es tremendo. Fíjate que hay racismo incluso con los propios marroquís negros… Un amigo marroquí dice que en algunos lugares las personas negras no se consideran guapas o feas, están al margen totalmente del concepto de belleza. Esas mismas personas racistas de Marruecos sufren el racismo en Europa. Hay muchas capas de racismo que sostienen sistemas esclavistas.
Si estuviera de tu mano, ¿qué harías tanto a nivel español como europeo para poner remedio a esto?
Creo que es necesario abrir el debate del movimiento humano. Hace poco estuve en un encuentro en Estados Unidos, Abolish the borders, y tienen los mismo principios que los que hablaron de la abolición de la esclavitud. Yo no me imagino cual fue la reacción de las sociedades cuando plantearon la abolición de la esclavitud. Hay que abrir ese tipo de debates y poner freno a ese sistema neocolonial. Algo bueno sería derribar todas esas estatuas de personas que colaboraron en el sistema colonial, muchos de ellos esclavistas y que se reabra otro relato de la historia.
La educación es clave. Una educación antirracista. Un sistema de cooperación basada en el desarrollo de los pueblos y no como está siendo ahora mismo, la utilización de terceros países como mercenarios para el control de fronteras y el expolio de recursos naturales en origen. Es un camino largo, muy largo y penoso, pero es necesario que en cada pueblo, en cada barrio, se construya un sistema de derechos humanos que no deje a nadie en los márgenes.