Contra la filosofía

Iván Rodríguez (Profesor de Filosofía)

No se lleven a engaño: soy, o era, ya que no sé si volveré a ser, profesor de filosofía, esa desdichada materia que una vez más vuelve a ponerse en cuestión en la nueva reforma educativa auspiciada por el Illmo. Sr. Wert., de profesión sociólogo. Así que sí, esto es un testimonio de parte. Pero no el que Ustedes esperan.

Como prueba de mi buena voluntad filosófica, voy a intentar armar de razones a nuestro inefable Ministro para que de una vez por todas borre a la filosofía de entre nuestras enseñanzas, pues, por si no lo saben, una de las principales tareas (o taras) del filósofo es atentar contra sí mismo, contra todo lo que alguna vez dio por sentado. Que así nos va... puede ser. El caso es que está en nuestra naturaleza, ergo : 1) La filosofía es demasiado antigua, tiene demasiado pasado y, si tenía algo que decir, seguramente ya lo habrá dicho. 2) Filósofo puede ser cualquiera, ya que se dice, bueno, en realidad sólo lo ha dicho Descartes, que el sentido común es el más común de los sentidos, lo cual va directamente en contra de la anhelada especialización. 3) Pero cuidado, la filosofía también es elitista en un sentido: hay que estar ocioso para practicarla, y de lo que se trata, más bien, es de trabajar, o dicho de otro modo, sólo nos faltaban seis millones de filósofos en el país. 4) Siguiendo con 2), está claro que la filosofía no es un saber sustantivo: hay filosofía de todo, filosofía del arte, de la ciencia, de la historia, por haber, hay incluso filosofía de la educación, mal que les pese a los pedagogos, y sin embargo, hasta la fecha, y a pesar de los intentos de Guardiola, no se ha alcanzado una filosofía del deporte digna de tal nombre, que es el único campo de actuación del Ministerio que ha dado réditos a la marca España (ahí están nuestras orgullosas selecciones para probarlo). 5) Esto ya es fácil de deducir: la filosofía no sirve para nada (útil) y, desde luego, mal empezamos cuando el primero de los filósofos dijo aquello de “sólo sé que no sé nada”, creyendo que con eso desenmascaraba a quienes sí creen saber lo que saben. Tendrían que ver Ustedes la cara de perplejidad de mis alumnos cuando trato de explicárselo. 6) No contento con tan ufana sinceridad, el filósofo pretende o aspira a desvelar la Verdad de las cosas, cuando es bien sabido que para eso ya disponemos de jueces, auditorías y comisiones de investigación. 7) La filosofía necesita del diálogo y, es evidente que nuestro Ministro, veterano contertulio, ya se ha percatado de que, al menos en este país, nadie puede convencer a nadie de nada. 8) La filosofía está carcomida de dudas y no se atreve a dar ninguna respuesta definitiva a las innumerables cuestiones que arroja. 9) Por lo tanto, la filosofía es peligrosa: si le das el tiempo suficiente puede socavar los cimientos más sólidos de la sociedad, sobre todo cuando la gente (la masa, diría alguno de estos filósofos) deja de estar cohesionada en torno a unos mismos principios, que la sostenían. Afortunadamente no creemos estar en dicha situación. 10) Así las cosas, qué gran razón tenían aquellos que no permitieron que Derrida, otro filósofo, y francés para más señas, sacara adelante su propuesta de incluir el Derecho a la Filosofía en la Declaración de Derechos Humanos.

Ahora que también les digo otra cosa, a Ustedes y a mi jefe, el Señor Wert: que nunca habrá nadie tan dichoso cada mañana como un profesor de filosofía dirigiéndose a clase. Quien lo probó, lo sabe.

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