Farmacéutica las 24 horas del día

Carmen y Ana María Fernández de Mata.

Marta Cuervo

Llega la noche a la ciudad, los comercios cierran y la gente se prepara para salir a tomar algo o para irse a dormir. Pero algo no va bien. Víctor tiene fiebre y se encuentra fatal, a María le duele la cabeza, José y Diego acaban de salir de urgencias y necesitan los antibióticos recetados por su doctor urgentemente y Claudia un termómetro para medir la temperatura de sus mellizos. ¿Qué harían sin el servicio nocturno de las farmacias?

La Farmacia de Mata Espeso lleva más de 25 años abriendo los 365 días del año, las 24 horas del día. “Gestionar una farmacia que está siempre abierta es muy complicado porque tienes que tener en cuenta lo que se vende de forma fija y lo que puede suponer tener una asistencia a mayores para proporcionar el servicio; tener previstas una serie de circunstancias”, explica Ana María Fernández de Mata, farmacéutica titular junto a su hermana Carmen Fernández de Mata.

¿Qué diferencia el trabajo de noche y el de día en una farmacia? “Suelen venir más urgencias, recetas que vienen del Hospital y de los Centros de Salud y gente con problemas, es bastante distinto”, explica la farmacéutica. “Además, es distinto no solo anémicamente sino físicamente. El trabajo de día es mucho más físico que el de noche, que es más aguantar, el cansancio es distinto”.

La demanda cambia de lunes a viernes con respecto al fin de semana. Las situaciones que se presentan durante los sábados y domingos normalmente están protagonizadas por gente joven, y son “problemas derivados de olvidos de tomas de pastillas anticonceptivas, profilácticos, y algún accidente”, comenta Ana María.

En la Farmacia de Mata Espeso se trabaja con turnos que pueden cambiar según las circunstancias. Se organizan en tres turnos: el de media tarde hasta la noche, el de noche y el diurno. “La rotación puede variar dependiendo de la intensidad de trabajo que tengamos”.

Ana María asegura que no existe un producto estrella que se venda más que los demás en horario nocturno. “Puede suceder de todo: vender medicamentos con receta y de repente se produce un brote de faringitis o de gripe fuerte y las ventas de antibióticos o de mucolíticos se disparan, se paran y empieza la época de las alergias... la venta de otros productos son ocasionales”.

A pesar de que son muchos años y las anécdotas se acumulan, Ana María recuerda dos noches de manera especial. “Hace mucho tiempo vino una excursión de jubilados con una intoxicación y acabaron con las existencias de los sueros de rehidratación y de primperanes para los vómitos porque estaba todo el autobús malo. Gracias a Dios teníamos existencias suficientes pero la verdad es que lo pasmos fatal”, relata la farmacéutica.

Otra transcurrió durante una tormenta muy fuerte hace un par de años: “Se estropearon todos los sistemas informáticos, entonces hubo que hacer pedidos a bulto, se acababan inhaladores se acababa el oxígeno, se acababa todo...”. “Fue un poco agobiante pero hemos ido salvando situaciones. Es un trabajo curioso”.

En la familia de Carmen y Ana María “hay parte de Derecho y parte de Farmacia”, bromean. “En mi caso es lo que he visto en mi casa desde pequeña pero siempre me ha gustado mucho”. La farmacia anteriormente permanecía a su madre, ahora es de las dos hermanas, que la regentan junto a otras dos hermanas.

Lo peor de trabajar de noche... “Puedes tener una alteración del sueño”. Las medidas de seguridad también cambian entre el día y la noche. “Tenemos una serie de estructuras de emergencia para estar bien atendidos”.

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