“No les fallé nunca. Ahora menos”
El Real Decreto por el que se declara el estado de alarma deja libre de restricciones a ese colectivo de 'héroes sobre ruedas' que estos días garantizará, casa a casa y por toda la comarca, el suministro de alimentos básicos: panaderos, pescaderos, carniceros, hortelanos, combustibles, productos congelados... una cadena de servicios más valorados que nunca especialmente en aquellas poblaciones en las que no hay tienda de ultramarinos. Y no son pocas, tal y como recoge Sahagundigital.com.
De hecho, según un estudio publicado por la Junta de Castilla y León en diciembre de 2017, hay un total de 36 comercios repartidos por el partido judicial de Sahagún, otros 37 sólo en la propia villa y siete municipios sin superficie comercial: Cebanico, Villamoratiel de las Matas, Escobar de Campos, Santa María del Monte de Cea, Villamartín de Don Sancho, Villaselán y Villazanzo de Valderaduey. La comarca de Sahagún está considerada, en base a estos números, “zona con déficit comercial”.
“No les fallé nunca. Ahora menos”
En el rótulo de su furgoneta pone “pan”, pero dentro de ésta hay algo más que barras, hogazas y dulces: va un joven totalmente comprometido y leal a su clientela, ahora más que nunca. “Mientras nos sigan dejando saldré todos los días sin dudar. No les fallé nunca, ahora menos”, manifiesta Eduardo Miguélez, de Calzadilla de los Hermanillos, mientras carga, totalmente acorazado, el maletero de su vehículo de trabajo, recién desinfectado.
Han pasado pocos días desde la declaración del Estado de Alarma y, por ahora, su rutina diaria transcurre con cierta normalidad en cuanto al despacho de productos. “De momento hasta ahora solo me piden lo referente a panadería, pero no dudaré en buscar esa cosa que me pidan cuando lo necesiten. Como cuando les cambias la bombona o le metes a una vecina la leche hasta la despensa porque no puede coger mucho peso...”, explica asumiendo, sincero, el papel esencial que juega su colectivo en aquellos pueblos donde no tienen tienda para adquirir productos de primera necesidad.
“El papel de la gente que salimos todos los días en las zonas rurales casa por casa es, y hoy más que nunca, totalmente fundamental. No digo ahora como consecuencia del Estado de Alarma. Desde noviembre, por Los Santos, hasta casi mayo, hay más romanticismo que ingresos y aguantamos como tantas otras empresas de la zona a que llegue el verano para 'guardar' para el invierno”, confiesa 'Edu', preparado, ya dentro de la furgoneta, para hacer frente a la jornada. “Nosotros, como te decía antes, hacemos de recaderos, de manitas, de psicólogos... Somos parte fundamental del día a día de mucha gente mayor; yo les considero parte de la familia y ellos a mí también, porque así me lo demuestran”, finaliza el joven.
Vínculos de amistad y compañía
Coincide, en senda y pensamiento con Eduardo, Mario Bravo Santamarta, también de Calzadilla de los Hermanillos. A este profesional de la horticultura, las restricciones sí que le afectan directamente porque el mercado de los sábados de Sahagún está suspendido hasta nueva orden -como todos- y aquí era donde ponía a la venta la mayor parte de sus productos de huerta, de primera, por cierto: puerros, lechugas, cebolla, pimientos...
“Miedo no tengo a estar con nadie. La gente con la que hablé días atrás parecía escéptica y se veía la problemática lejos. Pero hoy ya se ve a la gente con preocupación. Si nos dejar salir a vender iremos a los pueblos, como siempre”, adelanta el hortelano que, al igual que Edu, mantiene un compromiso con su clientela más allá del vínculo comercial. “Para la gente mayor yo creo que les damos mucha vidilla llevando la verdura fresca a la puerta. Y te lo agradecen muchísimo. Se crean vínculos de amistad muy bonitos y de compañía”, explica Bravo.
“Ponen una bolsa en la puerta y así no tienen que salir de casa”
David Estébanez Escudero, de Sahagún, ha ingeniado su propio sistema para no correr riesgos. “El lunes hablé con toda la clientela, les expliqué el tema, y ahora dejan en la puerta de la casa una bolsa donde meto el pan cada mañana. Hago 20 pueblos todos los días y es una medida que he tomado por mi cuenta, por ellos, principalmente, porque es gente mayor y así no tienen ni que salir de su casa para adquirir el pan. Por mí no tengo miedo”, explica el joven, que lleva tres años trabajando en el sector.
David Estébanez, en plena faena
Su rutina, de esta forma, ha cambiado radicalmente: “no veo a nadie. He dejado hasta de tocar el pito”, bromea Estébanez, a la vez que afirma cómo la medida se ha encajado bien entre sus clientes. “Bueno, alguno hay que no se cree mucho el tema”, advierte.
Los que sí echarán de menos el claxon de David son sus clientes, a los que rompe el silencio de la calle cada mañana para llevar, además de pan, unos minutos de compañía: “somos un sector minoritario y tenemos que estar al pie del cañón. Pero me siento muy valorado y agradecido”, apostilla Estébanez, en referencia al trato de proximidad que se establece con los parroquianos.
“Particularmente, en cuanto a mi vida personal, vivo en Grajal y tampoco ha cambiado mucho: voy a trabajar, por la tarde una vuelta corta con los perros y hasta ahí. Todo normal por ahora”.
“Ventajas de vivir en el pueblo”
Tomás, en Villamuñío, la cara visible de la empresa familiar Embutidos Jonás, saldrá hoy a repartir cumpliendo con su rutina, “con toda normalidad”, y como tantos y tantos días, como tantos y tantos años que lleva moviéndose por los pueblos.
Defiende, como el resto de los profesionales que salen a vender, el papel que juega su colectivo en estas zonas con déficit comercial, como la propia comarca a la que pertenece. “Ayer salí a Bercianos, Gordaliza, El Burgo... y todo normal; Las conversaciones ahora son monotema: la crisis del Covid-19, pero no está cambiando la forma de entender nuestras relaciones comerciales. Llevo todas las medidas de seguridad (guantes, mascarilla...) y lo único que puedo decir es que la gente compra un poco más que antes”, informa Tomás, compensando de alguna forma el parón que ha sufrido en cuanto al suministro de productos para hostelería y restauración.
Para Tomás, esta experiencia, la crisis sanitaria y el confinamiento, sí tienen una lectura positiva en cuanto al medio rural: “por la parte que nos toca tiene grandes ventajas. Lo tienen todo en casa sin tener que moverse. Si nosotros guardamos las medidas estaremos muy bien y la gente muy contenta. Es una maravilla vivir en el pueblo”, sentencia despidiéndose camino de Calzadilla.