La escasez de republicanos
Es un hecho que hay gente poco adepta a la monarquía. En estos tiempos, semejante institución parece caduca, injusta y anacrónica. Pero oponerse a algo no es lo mismo que apoyar su alternativa. Y ahí es donde da la impresión de que los españoles no saben lo que quieren.
Es una pena, pero ya no hay republicanos. Ahora parece que todo el republicanismo se concentra en rechazar al rey y su mandato de sangre. Eso está muy bien, seguramente, pero no se trata sólo de eso. No puede tratarse sólo de eso. No es serio, ni cabal, ni llega muy lejos como argumento político.
Republicano es el que cree que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, sin importar su nacimiento. De ahí parte la idea de que nadie puede ser rey por su cuna, ni noble por su cuna, ni privilegiado por su cuna. De ahí parte el rechazo al origen de sangre como fuente del derecho.
Pero de ahí debe nacer también la idea de que no pueden existir fueros, ni comunidades forales, ni comunidades históricas, porque nadie puede tener distintos derechos por nacer en distinto pueblo. Y resulta que los que se dicen republicanos no creen en eso. Los que se llenan la boca con la palabra República apoyan luego el concierto vasco, el fuero navarro y las dos velocidades para las autonomías, como si hubiese españoles de primera, segunda y tercera categoría, basándose en no sé qué cosa que hicieron sus tatarabuelos, eo en la distinta calidad del aire que respiran en su aldea.
¿Defender una ley asimétrica?
Los que se dicen republicanos defienden una ley asimétrica para hombres y mujeres, en que el maltrato sólo es maltrato cuando lo ejerce el varón sobre la mujer y no viceversa. Y entonces los ciudadanos pueden ser libres, pero no iguales, porque te aplican esa monserga de que las personas distintas tienen obligaciones y derechos distintos, sin saber que semejante idea la acuñaron los aristócratas para justificar sus privilegios. O lo saben pero les da igual, que esa es otra.
Los que se dicen republicanos no creen en la custodia compartida, ni en la equivalencia del delito de privar de la pensión con el de privar de las visitas. Piensan con la caja registradora en vez de con la cabeza.
Los que se dicen republicanos defienden la lengua como barrera de entrada para las oposiciones de su pueblo, no creen en normas comunes y jalean la desobediencia a las leyes como máxima expresión de una voluntad popular, que sólo es popular si coincide con la suya. Porque el pueblo son ellos, a la manera de Luis XIV, el rey Sol de los privilegiados.
No hay republicanos: sólo queda un puñado de vividores que se visten con la bandera tricolor para evitar la vergüenza de que les veamos en su desnuda impudicia de ventajistas.
No hay republicanos, amigos. Sólo quedan caraduras, impostores y devotos de la Ley del Embudo. Si hubiese republicanos, no habría hechos diferenciales, ni discriminación positiva ni hostias en vinagre. Sólo un grito de igualdad.
¿Pero quién quiere igualdad? Venga, hombre, no jorobes...
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Javier Pérez es un escritor leonés que ha ganado, entre varios, el premio Azorín en 2006 y el Ciudad de Badajoz en 2011, y ha publicado 16 libros. El último Catálogo informal de todos los Papas en 2021.