Cuando te encontré... y 77 años después

abuelos veteranos

Marta Cuervo

Que alguien te imagine de viejecito, y lo haga a su lado, quizás sea el sentimiento de entrega más bonito que existe hoy en día como declaración de amor. No sabemos si fue ese el estímulo que Segundo sintió en sus entrañas para convencer a Adoración de que tenían que compartir una vida juntos, pero desde luego algo vieron el uno en el otro para desafiar las leyes del tiempo.

Segundo García Rodríguez nació el 20 de marzo de 1915 en Santa Olaja de Eslonza. Un año más tarde, Adoración Álvarez García llegaba al mundo, un 22 de octubre de 1916, en Villabúrbula.

Durante la Guerra Civil Segundo combatió como voluntario en la zona de Puebla de Lillo, y Adoración permaneció en su casa de Villabúrbula trabajando en las labores del campo.

Los jóvenes se conocieron en las verbenas de los pueblos de alrededor y desde que la vio Segundo en una de estas fiestas, quedó prendado de ella. “Esta chica no se me escapa”, pensó para sí, tal y como recuerdan algunos de sus nietos. Y este abuelo veterano, que tenía fama de 'don Juan' y siempre decía al acabar una conquista '¡Hala! Otra más pa' la libreta', finalmente se ganó su corazón. Al poco tiempo, el 9 de julio de 1939, con 23 años ella y 24 él, se casaron en Villabúrbula.

Desde ese momento, Adoración y Segundo comenzaron a construir una historia juntos, dedicándose a la agricultura, y viviendo toda su vida en Villabúrbula. Su familia creció con la llegada de tres hijos: Luis, José María y Miguel Ángel que han tenido un conocido negocio en León, y con los años se unieron seis nietos y diez biznietos más.

Adoración y Segundo han soplado las velas de sus 100 y 101 cumpleaños respectivamente y siguen, juntos como siempre, desafiando las leyes del tiempo, y de los tiempos que corren también. El abuelo todos los días bebe un chupito de orujo y hasta hace unos meses ayudaba en el negocio familiar. La abuela conserva el oído como si tuviera 20 años.

Una de las anécdotas más divertidas de esta pareja de 'abuelos veteranos', de las que recuerdan sus hijos y nietos, es la que sucedió un día cuando Adoración iba a confesarse. Segundo que vio a su mujer encaminarse hacia el confesionario se dio más prisa, se escondió dentro y, haciéndose pasar por el cura, la confesó él. Luego por la noche, arrepentido, fue él quien tuvo que confesarse a su esposa... “¡No vayas a comulgar que hoy por la mañana te confesé yo!”, le dijo.

Otra aventura, le ocurrió en este caso a Adoración, que el día que nació uno de sus hijos, rompió aguas trabajando en el campo. Llegó a casa a duras penas y, con la ayuda de una vecina, dio a luz sin ningún contratiempo.

Seguramente no fue un camino fácil, y sufrieron momentos de desaliento como ocurre en todas las parejas, pero ellos supieron seguir adelante, con respeto mutuo y con el cariño y la suerte de haber mantenido un compañero de viaje durante tantos años, 77 en concreto. Y los que queden por venir.

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