Cuatro años después, el temblor permanece vivo lejos de Haití

Vanesa Lastra/ Ical

“Sigo pensando que la vida, y digo la vida, es maravillosa. No voy a ir con más lágrimas a España, porque ya he dejado bastantes en Haití...” A pocas horas de partir para España y tras siete días de intenso trabajo, Marcos Benito (Salamanca, 1980) escribe en su pequeña libreta, su particular diario, una frase que resume las emociones vividas en la tragedia del terremoto. Tras esas líneas se esconde una experiencia que, reconoce, cambió su manera de ver la vida y que también le trajo consecuencias.

Marcos fue uno de los integrantes del Grupo de Rescate enviado por la Junta de Castilla y León a Haití, tras el terremoto de 7,2 grados en la escala de Richter sufrido el 12 de enero de 2010, en el que perecieron más de 300.000 personas y más de un millón y medio se quedaron sin hogar en lo que fue el seísmo más devastador de los últimos 200 años. Nunca ha hablado, no ha querido protagonismo, pero también entiende que fue uno de los pocos que vivió de cerca una catástrofe de tal magnitud.

Cuatro años después de salir de aquel país devastado y regresar a España, donde ejerce como bombero del Ayuntamiento de Valladolid desde el año 2008, hay muchas imágenes que permanecen en su retina. Dolor, sufrimiento ajeno al ver “la desolación” y “un paisaje infernal”, pero también un sufrimiento personal que le llevó tiempo más tarde a relativizar los problemas y a disfrutar de poder decir que está “vivo” y que la vida es “maravillosa”.

Tras recibir el aviso del Grupo de Rescate, del que era voluntario, no dudó ni un instante en acudir con días de vacaciones. “Disponibilidad total e inmediata”, aseguró al que era su coordinador aquel 13 de enero de 2010, momentos después de entrar de servicio en el parque de la capital. “Nadie está preparado para eso, pero no lo piensas porque tu voluntad es la de ayudar y trabajar, y esa es la principal coraza que uno se hace contra sus emociones”. No obstante, sostiene que durante el viaje sí se mentalizó de “trabajar hasta la extenuación” para paliar las brutales consecuencias del temblor.

La llegada a Puerto Príncipe, tras hacer escala en Santo Domingo (República Dominicana), fue a un aeropuerto en una situación de caos, donde hubo de montar el campamento para ubicar el equipo de Castilla y León, subsistiendo en primer lugar “con la ayuda de los hermanos latinoamericanos”. Recuerda con aprecio que el primer agua que consiguieron fue por parte de los ecuatorianos y la comida de mejicanos.

“Nada comparable con las carencias del pueblo haitiano”, del que reconoce una “entereza y un saber sobreponerse a los problemas que muchos quisieran” y recuerda con cariño que el 'shock' de la primera jornada les duró a los haitianos “cuatro días” hasta que empezaron a subsistir vendiendo productos, por ejemplo, por las calles, muestra de su entereza, reconoce. Lo contrario de la “psicosis” y el “miedo” que marcaba Naciones Unidas y la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo (AECID), que ponían a la población como “salvajes” cuando, recuerda, “sólo pedían comida y máscaras para el polvo en suspensión”.

Falta de coordinación

Mientras, parte del equipo de Castilla y León vivió uno de los rescates más mediáticos en el país, la de un niño de dos años que permanecía después de horas bajos los escombros. “Como equipo, sentí que mi mano estuvo allí”, asegura, pero reconoce que una vez realizado ese rescate su visión personal es que la AECID sintió que había cumplido con su misión.

Y es que su opinión, tras participar siete días en Haití, es que no hubo una coordinación correcta entre equipos y no se cumplieron las directrices de las Naciones Unidas. Como ejemplo, asegura que al llegar a un lugar devastado se formaban turnos para entrar a los escombros mientras el resto de efectivos se quedaba fuera mirando. “Yo iba a trabajar hasta la extenuación y no entendía que estuviéramos mirando hasta que acabaran los equipos de otros cuerpos. Daba la sensación de que cada uno entraba a hacer su reportaje”, subraya.

También se muestra muy crítico, ahora con la serenidad que ofrece el paso del tiempo, con la amplia presencia de representantes políticos en la zona. “En ese momento la política no pintaba nada allí, más que entorpecer nuestro trabajo”, critica. Precisamente, la por entonces vicepresidenta del Gobierno socialista, María Teresa Fernández de la Vega, se llevó una respuesta de este bombero cuando después de un episodio de tensión le preguntó: “¿Cómo lo llevas chico?” Y él le espetó: “Me gustaría que los políticos tuvierais un poco más de humanidad”.

Esa visita llegó en el peor momento para el Grupo de Rescate de Castilla y León, ya que tras varias horas de intento de rescate de una joven bajo los escombros, unos disparos en la zona les obligó a abandonar la misión antes de sacar con vida a la joven. “Es una locura pero estás trabajando y te quieres quedar hasta el final”, subraya, en referencia a que los escoltas les obligaron a dejar a la chica sin rescatar.

Tras llegar al campamento, Marcos asegura que, después de muchas horas sin dormir y malcomiendo, entró en “una locura total”, salió fuera del recinto del campamento y “tirando piedras al aire y llorando” expulsó toda la rabia contenida de ver “tanta muerte” y tantos “detalles” que no le gustaron de la organización de la misión y del compromiso de ciertos cooperantes de distintos lugares.

Esa rabia, añade, le acompañó a España, pero no sólo por “la desolación” que vio en Puerto Príncipe, sino por conocer la realidad sobre “cómo estaba organizado el mundo”. “No hubo pesadillas, ni olor a muerte al volver, sino una profunda rabia e impotencia que se clavó en mi alma y que me tuvo ausente de este mundo durante medio año”, desvela con aroma lacónica.

De la rabia a la inocencia

En cierto modo, reconoce que perdió parte de su inocencia en la isla caribeña, pero que tras su paso ha aprendido muchas cosas que le han cambiado su vida, entre ellos, asegura, cuenta con un sentido de la ética férreo que le llevó, entre otras cosas, a abandonar el Grupo de Rescate de la Junta, donde era especialista en auxilios de montaña, un año después de regresar de Haití. Justifica que no se sentía ni formado, ni preparado para llevar a cabo esa labor con responsabilidad.

Fue en una de las intervenciones de montaña cuando, meses después de regresar de Haití, sufrió el denominado estrés postraumático al hablar con los familiares de un desaparecido. “En cierto modo, eso no lo pude hacer en Haití, no podía hablar con los familiares, como mucho me acercaba a algún haitiano a ponerle la mano sobre el hombro”, rememora.

Muchos les trataron de héroes, él dice que no. Para este bombero enamorado de su profesión, por lo que supone de servicio público y de ayuda a la sociedad, no son héroes sólo “personas que eligen una profesión para servir, cada uno es de su padre y de su madre, pero vestidos con ropa y dotados de herramientas de héroes”, herramientas que, sostiene, faltaron en Puerto Príncipe.

A pesar de esa etiqueta que se les colocó, él se sintió “completamente anulado, alterado y muy nervioso” porque, a su juicio, “no le habían dejado trabajar”. Eso le llevó a un periodo en el que sufrió una depresión que, afortunadamente, hoy es un mal recuerdo pero que le ha enseñado a relativizar los problemas y a vivir la vida “con lo que tienes”. “Vivir una situación como la de Puerto Príncipe te cambia y mi ética se volvió más recta y aprendí a tomarme la vida con otro aire para ver que a veces las mindundeces que nos ahogan se ven más sencillas”, recuerda.

A pesar de todas estas consecuencias, Marcos Benito, gran aficionado a la montaña y al flamenco, asegura que no se arrepintió en ningún momento de haber acudido a la llamada de la Junta, pero acto seguido añade que si volviera “no lo haría bajo ninguna bandera”. “Tengo ganas de ir, sí, pero para estar allí algunos meses trabajando en algún proyecto en lo que sea, lo que no pude hacer en los siete días que permanecí allí”, remacha.

Una semana en la que, añade, se olvidó hasta de su familia y de su vida. “Estás rodeado de tanta miseria que te olvidas de tu salud, de todo. No piensas en tu vida porque estás rodeado de tanta muerte y de tanto todo que sientes que la vida no vale nada”.

De Haití, Marcos se trajo una experiencia que “no olvidará” y reconoce que no sigue la actualidad del país cuatro años después porque “va a estar hecho una mierda”. “Estará igual porque si pasado un año se había retirado el cinco por ciento de los escombros, ahora estará al veinte. El mundo está muy mal repartido y los sitios donde está la miseria no van a salir de ahí”. Eso sí, asegura que “el verdadero valor de todo esto es que la solidaridad sale siempre de la base, de las personas más humildes y el verdadero valor de ello es de los ciudadanos y de las personas que se dejan la piel en los sitios a los que van”. No son héroes, sólo están vestidos de ello.

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