Daniel Pérez Rubio, del confinamiento al coleccionismo en 4.200 sobres de azucarillos

Daniel Pérez, con una muestra de su colección de sobres de azucarillos.

César Fernández

Daniel Pérez Rubio ha invertido casi 55 años de su vida en recopilar sobres vacíos de azucarillos. Pero fue el confinamiento el que convirtió el simple almacenaje en coleccionismo. La afición surgió en el lejano 1967, cuando este leonés natural de Quintana del Marco trató de imitar a un compañero de pensión en Madrid mientras se ganaba la vida haciendo encuestas o vendiendo libros por las puertas. Prosiguió tras asentarse en León, donde cubrió una etapa de casi 45 años como funcionario. Y tomó forma con una pandemia que ha sobrellevado mejor dando orden a más de medio siglo de dulces recuerdos.

A la pregunta que el 14 de marzo de 2020 cada uno se hizo en su mente sobre en qué ocupar el tiempo en casa mientras durara el confinamiento, Daniel Pérez Rubio encontró respuesta asomándose a unas cuantas bolsas de plástico. “Con la pandemia me vino la luz”, proclama al reconocer que ordenar los sobres de azucarillos recopilados durante décadas era una asignatura pendiente. Tras comenzar la afición en Madrid, la había trasladado a León, donde vive desde 1969 con la única excepción de seis meses en Canarias por un traslado. Trabajó primero en la Jefatura Provincial de Tráfico y luego en el Ministerio de Trabajo hasta el retiro laboral en 2013. Incluso tras la jubilación aquella labor parecía inabordable.

El confinamiento le dio una oportunidad a una afición labrada a base de llevarse al bolsillo los sobres de azucarillos del café. La costumbre despertó interés entre amistades y conocidos, algunos de los cuales se sumaron a la causa. Por ejemplo, la felicitación de Navidad vía correo ordinario de su amigo portugués Jorge, ya fallecido, siempre llegaba acompañada de los 'pacotes' recopilados durante el año. Así fueron creciendo en su casa las bolsas de plástico con la materia prima de una colección que estaba forjándose sin orden ni concierto a base de acumular sobres “sin encontrar ni tiempo, ni ganas, ni forma de clasificarlos”.

Había días que hasta me levantaba con ilusión, dice para recordar cómo durante la primera ola de la pandemia encontró las ganas en una etapa que vivió como un tiempo de reflexión en positivo

El tiempo sobraba durante el confinamiento estricto de la primera ola del coronavirus. “Había días que hasta me levantaba con ilusión”, dice para recordar cómo encontró las ganas en una etapa que vivió como “un tiempo de reflexión en positivo” que le hizo entender que “hay muchas y diversas formas de ocupar el tiempo y no caer en la monotonía y la rutina de cada día”. Tras vaciar las bolsas sobre la cama, la forma de clasificar aquel ingente material fue primero geográfica (de lo global a lo local) para hacer luego otra selección por motivos (desde las selecciones participantes en Mundiales de fútbol a signos del zodiaco pasando por señales de tráfico). Más de medio siglo de afición estaba empezando a tomar cuerpo a base de jornadas de trabajo de dos horas por la mañana y otras tantas por la tarde.

León (la ciudad y la provincia, con apartados también para Ponferrada, Astorga y La Bañeza y los pueblos) ocupa uno de los volúmenes en los que ha dividido el material y cerca de uno de cada cuatro de los sobres dispuestos en 244 láminas de entre ocho y diez unidades hasta rozar los 4.200 (calcula que hasta otros tantos estarán repetidos). Tras contar su caso públicamente, ha encontrado otros 'socios colaboradores' en distintos puntos de España con los que intercambia precisamente ese material repetido para hacer más grande una colección basada principalmente en el material reclutado de establecimientos de hostelería de León, muchos de ellos ya desaparecidos. Su rutina empieza cuando los demás terminan de saborear su café.

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