Compromiso de permanencia
Ya sé, ya sé que eso de compromiso de permanencia se asocia a empresa de telecomunicaciones que nos ata durante un tiempo a sus servicios, algo que ni a ustedes ni a mí nos gusta. Preferimos la libertad de poder elegir en cada momento de acuerdo a nuestros criterios y preferencias en función de la valoración que hacemos del servicio y del precio que pagamos por ello.
Yo sin embargo en este artículo voy a defender el “compromiso de permanencia” eso sí aplicado al mundo de las ideas y de la política. A veces uno tiene la impresión de que en algunas personas su compromiso con las ideas que en teoría defienden dura lo que es el tiempo que permanecen en algún cargo público con la retribución correspondiente, luego es un “si te he visto, no me acuerdo”. Los ejemplos se los dejo al lector pero seguro que lo pueden asociar a más de un nombre.
En esta sociedad que prima la fugacidad de las cosas, de modo que algo que dura 24 horas se valora como “larga duración”, yo quisiera destacar el valor de lo que permanece en el tiempo. Diría que el valor de las cosas, de las ideas y de las obras se establece en buena medida en función de su capacidad de trascender en el tiempo, de que le den valor no sólo las generaciones actuales sino también las futuras. Podría aplicarse este principio a las obras de arte o a la música, pero también al pensamiento y a las teorías que tratan de explicarnos la realidad social.
El compromiso con tus ideas no debe estar sujeto al tiempo en que uno está ocupando un cargo público. Uno lleva muchos años defendiendo unas tesis determinadas sin que en ningún momento haya ocupado un puesto que pudiera asociarse a esa determinada forma de pensar. El compromiso de permanencia al que me refiero no es tanto con un partido u organización como con las creencias que sustentan su interpretación del mundo en sus diferentes ámbitos y aspectos. Además ello se fundamenta en que esos cambios no se deben a evolución en las formas de pensar como a las propias circunstancias de cada cual. Las ideas no pueden ser un canal de acceso a un puesto determinado, que cuando dejan de cumplir esa función se olvidan.
He conocido alguna persona que meditaba su adscripción a uno u otro partido político en función de las posibilidades que les atribuía para ascender socialmente. Hay que recuperar el prestigio de la clase política como factor fundamental del sistema democrático. A veces parece olvidarse que sin políticos no hay democracia. En ese sentido es primordial recuperar la imagen de la política como un servicio público al que se llega con afán más de dar que de recibir, y ello con independencia de las ideas que se defiendan. Se han dado demasiados ejemplos de corrupción que han llevado a deteriorar peligrosamente esa imagen de la política y de los políticos.
Regeneración de la 'res pública'
Esa regeneración de la res pública creo que debe de venir más por establecer mayores condiciones de exigencia a esos cargos públicos y no tanto por disminuir el dinero que puedan percibir. Una de esas exigencias podría ser precisamente la del compromiso de permanencia. También lo sería que las decisiones que se adopten en su gestión tengan algún tipo de repercusión en el plano individual. Es decir, no debería permitirse que un equipo gestor deje endeudado a su población de modo inasumible por decenas de años, sin que ello tenga repercusión alguna en el plano personal de aquellos que toman este tipo de decisiones.
Las ideas cambian mucho más lentamente que los intereses. Por ello mismo los cambios en política se vinculan mucho más a esos intereses que a evolución en el mundo de las ideas.
Hay necesidad de reconstruir los ideales que trasciendan el tiempo y las generaciones. Estamos en una sociedad en la que hay poco sitio para los ideales. Ello es tal vez por cuanto los ideales pertenecen al mundo de las ideas y ahora el pensamiento se sustituye por slogans. Es el mundo en que la imagen sustituye a la palabra. La elaboración de un pensamiento o de un ideal no puede hacerse en unos textos muy cortos. La fugacidad de las cosas también se alimenta de ese reduccionismo.
En definitiva creemos en la necesidad de recuperar los ideales. Ello debe de ser el factor principal que sustente ese compromiso de permanencia que se aleje del mundo de los intereses personales. Ello sería un avance importante en los principios éticos que deberían marcar el devenir social.