Castrillo de los Polvazares no tiene quien lo quiera: décadas de olvido institucional en la localidad maragata

Castrillo de los Polvazares. // Astorga Redacción

Ángel Santiago Ramos / Astorga Redacción

Castrillo de los Polvazares muestra desde hace tiempo evidentes signos de un claro deterioro en sus principales infraestructuras viarias. La totalidad de su pavimento, edificado con cantos rodados, requeriría un mantenimiento que evite los numerosos baches y desperfectos que se reparten en calles y plazas. Si a ello añadimos la inexistencia de un servicio de limpieza de sus espacios públicos, el resultado es un mapa poco edificante para una localidad que cuenta con el reconocimiento de Conjunto Histórico Artístico y Cultural. Que forma parte del grupo de Los Pueblos Más Bonitos de España y que turísticamente es uno de los puntos en el espacio rural de la provincia que más visitantes recibe.

Cuna del Cocido Maragato y un valioso ejemplo de la arquitectura tradicional (en fase de marchitarse), Castrillo recibe una media anual de visitas de turistas que supera la cifra de cien mil. Un dato, este último, que indica el valor añadido que aporta la localidad a la economía de toda la comarca maragata y, en especial, a la capital del municipio.

Su pequeña oferta hostelera contiene poco más de media docena de restaurantes, dos pequeños hoteles y varias casas rurales. En la localidad no hay otra industria que el turismo mayoritario de visitas y del que, una mínima parte, se benefician los negocios locales. El grueso de turistas se reparte entre las ofertas hosteleras de Astorga y comarca.

Castrillo es un complemento cultural, en el más amplio de los sentidos, a la amplia oferta cultural y paisajística que los visitantes buscan en el municipio Astorga. Su oferta gastronómica, basada en la singularidad de un almuerzo centenario como es el cocido maragato, y su atractivo urbano de piedras en casas y calles, son la base del éxito turístico que proyecta.

Ninguno de los datos señalados hasta ahora parecen tener el peso suficiente para que los gobiernos local, provincial y regional se ocupen de mantener con dignidad las infraestructuras y los servicios públicos de la localidad.

Castrillo de los Polvazares es, junto con Peñalva de Santiago y Molinaseca, los tres pueblos leoneses que integran la Asociación de los Pueblos Más Bonitos de España. Mientras las dos localidades bercianas se ven beneficiadas por las inversiones públicas que mejoran su aspecto y condiciones de vida, la localidad maragata está entrando en fase decadente que los mismos turistas ponen en evidencia.

El Ayuntamiento de Astorga cuida sus calles, museos, teatro, adquiere bienes del patrimonio histórico para ponerlos en valor, promueve itinerarios culturales e históricos, en fin, todo un listado de iniciativas que, sin duda, realzan y mejoran la imagen de la ciudad y su economía. Todo ello no debiera excluir el cuidado de los valores patrimoniales y culturales de los pueblos de su alfoz, en especial y por el valor patrimonial que representa, Castrillo de los Polvazares.

Pobres y sin ley

Astorga cuenta con una señalización urbana que indica la dirección de los hoteles de la ciudad. En Astorga, los puestos del mercado de los martes tienen regulado el lugar y las dimensiones máximas de ocupación de suelo público. En Astorga nunca hemos visto que ningún comerciante se salte las ordenanzas municipales saliendo a las calles publicitando y tratando de captar a los viandantes como clientes.

En Castrillo ni hay señaléticas municipales que indiquen en sus calles la dirección de los hoteles y casas rurales, cosa que sí podemos ver en la capital del municipio. Los privilegios de negociar y vivir en Astorga no llegan hasta sus pedanías ni siquiera en el respeto exigido para el cumplimiento de sus ordenanzas.

La ordenanza que prohíbe la publicidad oral con fines comerciales se respeta en Astorga, donde nadie sale a calle a la captación de captación de clientes para su establecimiento. Cosa que sí ocurre casi a diario y desde hace años en Castrillo. Y no importan las numerosas denuncias efectuadas en los últimos años, tanto a la Alcaldía, por escrito, como a la Policía Municipal, por vía telefónica. El resultado de estas no evita la sistemática ignorancia de la ley en esta pedanía.

Como ocurre en numerosas ciudades y pueblos que contienen un casco histórico o reúnen valores patrimoniales que los hacen atractivos para el turismo, los gobiernos municipales llevan a cabo iniciativas legales para preservarlos de un mal uso comercial por parte del negocio local como por parte de vendedores foráneos. El uso del suelo público para fines comerciales debe estar regulado. Con ello se evitan situaciones de competencia desleal y se preserva el uso gratuito e inadecuado de un espacio que es de titularidad pública.

Por razones históricas escasamente justificadas, Castrillo fue excluido en el itinerario oficial del Camino de Santiago, del denominado Camino Francés, cuyas indicaciones desvían la ruta dos centenares de metros de la pedanía. La UNESCO reconoció a Castrillo en el año 2015 como un “elemento asociado al Camino de Santiago”. Estudiosos de esta vía de peregrinos a la ciudad de Compostela llevan tiempo constatando que los caminos que conducen a ella son y han sido muchos más que uno.

Malas hierbas y poca limpieza

Un paseo por las calles y plazas de la localidad permite observar las numerosas deficiencias que presenta su pavimento de cantos rodados con números baches, calvas y piedras sueltas que aumentan sobremanera las dificultades de accesibilidad peatonal. Si en condiciones óptimas de construcción y mantenimiento este suelo ya impide el paso a personas con dificultades de movilidad, un pavimento con rotos y descosidos supone una barrera para cualquier viandante.

Por una gracia municipal incomprensible, la localidad de Castrillo no tiene planificado servicio alguno de limpieza de sus calles. Así pues, es el viento y la lluvia, cuando estima la climatología, los encargados de evitar que los rincones y veredas de calles y plazas tengan la suerte de no acumular demasiados papeles, plásticos y malas hierbas. Como no hay milagros de este tipo, hay días y fechas que la localidad no guarda una mínima compostura de limpieza.

De forma salteada, hay unas decenas de papeleras instaladas desde tiempo inmemorial en algunos puntos de la calle Real y adyacentes. Papeleras que, en su mayoría, permanecen cerradas con alambres debido a que es peor el remedio que la enfermedad. Nadie, salvo algún vecino, se ocupa de vaciarlas cuando se llenan y el resultado es peor que no tener nada.

La recogida de la basura en contenedores no siempre se atiene a las necesidades que provoca un volumen que fluctúa en función de mayor o menor número de turistas, con lo que se provoca que numerosos desperdicios se acumulen en el suelo, al estar los contenedores llenos.

El aparcamiento público más próximo al cementerio tiene también un punto de recogida de basura y al que acuden por una mayor proximidad más de la mitad de los negocios de hostelería de Castrillo. Por sus carencias es un ejemplo más de la falta de atenciones municipales: El pack de contenedores -en un estado penoso para el buen uso- se limita a la basura orgánica y el vidrio. De los contenedores de papel y plástico, ni están ni se les espera.

El acceso natural hacia este punto de recogida de basura y aparcamiento precisa cruzar el cauce del río Jerga. Un riachuelo sin agua durante dos tercios del año y que, en invierno, tiene días con un caudal que llega a poner en dificultades o impedir el paso de vehículos ligeros.

Desde hace muchas décadas sobrevive, ahora más mal que bien, una pontona de cuatro ojos, construida a base de piedra, losas de pizarra y hormigón. De no ser por su lamentable estado podría servir de paso peatonal de turistas y usuarios locales. Es la dirección más próxima al mencionado aparcamiento y punto de recogida de basuras. Un camino que se hace imposible en los meses de invierno en los que el río justifica su nombre.

Al total abandono de este pequeño puente peatonal se suma el desinterés por la recuperación para el uso público como espacios verdes que conforman los terrenos aledaños al río. Un espacio que mantiene una vegetación de humedal salpicado de arbustos, hierbas y arbolado sin otro orden que el desorden natural que no sirve para el paseo ni para el reposo.

Internet de pobres

En un mundo cada vez más globalizado, el acceso a Internet en unas condiciones de velocidad dignas debiera ser un mínimo en materia de servicios básicos para vivir y comerciar. Pero no es así en Castrillo. No hay fibra óptica, ni siquiera en un horizonte de décadas. Desde hace tres o cuatro años, la velocidad máxima para trabajar online no supera los 5 megabytes.

No es fácil prosperar si careces de las herramientas básicas que lo pueden permitir. Los negocios hosteleros de la localidad, los posibles nuevos emprendedores y simples vecinos que puedan llegar a instalarse aquí precisan tener garantizadas las vías de comunicación on line en unas condiciones óptimas.

Se pagan impuestos y tasas como en la ciudad, pero la contraprestación de servicios por parte de las administraciones no son los mismos que en la ciudad.

No hay futuro sin un plan general de mejoras

Las dificultades de accesibilidad que proyecta el empedrado de las calles de Castrillo limita sobremanera las posibilidades de paseo para personas con limitaciones de movilidad o que precisen de ayudas técnicas para caminar. Es imposible trasladarse con una sillade ruedas o con un carrito de niño. Lo que fue una feliz idea para evitar el barro del invierno y el polvo del verano tras el paso de los carros arrieros, probablemente debiera reconsiderarse en futuras intervenciones en el arreglo de sus calles.

El valor patrimonial de este pueblo maragato, “un bosque de piedras” en palabras del escritor astorgano Luis Alonso Luengo, justificaría un esfuerzo municipal para dotarlo de un plan específico de mejoras a medio plazo que guíe las intervenciones a realizar en sus infraestructuras viarias y espacios públicos. Sin romper la armonía de este bien cultural, tal vez sea necesario adecuar sus calles para hacerlas más habitables para quienes viven en él y para que lo hagan visitable para quienes no pueden caminar o lo hacen con limitaciones.

El plan de mejora que he apuntado evitaría intervenciones al modo de parches que algunos años de suerte llegan a Castrillo. De momento es urgente reparar los socavones, los hundimientos y otras irregularidades que siembran todo el empedrado de la localidad. Abundan los hierbajos que se resecan junto a las paredes de los edificios, muchos de los desagües de las calles y plazas están obturados y están inservibles para el uso que fueron destinados.

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