No al casco

Sergio

Mi nombre es Sergio, soy un usuario habitual de la bicicleta en el medio urbano y parte de la Masa Crítica Ciclista. Cualquier otro tipo de presentación sobra. Uso la bicicleta como medio de transporte y creo firmemente en su implantación como tal en las ciudades españolas. Me parece una forma saludable y sostenible de moverme por la ciudad.

Es rápido, ágil, agradable y entretenido, aunque si bien es cierto, en alguna ocasión se torna duro debido a las condiciones meteorológicas e incluso peligroso en caso de interacción con otros vehículos. Yo mismo sufrí un atropello hace unos años del que dos costillas rotas, una luna destrozada y una bici con necesidad de arreglo fueron las consecuencias.

Por suerte este hecho no me desanimó a la hora de plantearme la bicicleta como la prioridad a la hora de desplazarme por mi ciudad, León. Voy con ella a la Universidad, a hacer recados y a veces incluso de fiesta. Desgraciadamente la próxima reforma del código de circulación puede significar un serio obstáculo para mi medio de transporte. Uno de sus puntos novedosos es la implantación obligatoria del casco para los ciclistas urbanos, obligatoriedad que a mi modo de ver, producirá una desincentivación en el uso de la bicicleta a nivel general, o por otro lado, y en este grupo me incluyo, una generalización del no cumplimiento de la norma con la consecuente multa coercitiva por parte de la administración.

Pues bien mi intención es por un lado resaltar mi descontento y desaprobación con la norma que previsiblemente se aprobará en días venideros. Mis razones son varias. Entre ellas que los argumentos expuestos por parte de la Dirección General de Tráfico no son plausibles. La bicicleta en sí no representa un peligro por velocidad, al contrario que motocicletas y coches.

Por otro lado una red de carriles bici adecuada y no continuamente interrumpida y entrelazada con la calzada general facilitada para los vehículos a motor evitaría colisiones, única razón obvia para el uso del casco en bicicleta.

Consciente de que las dificultades de construir carriles bici adecuados en las ya sobre urbanizadas ciudades españolas, representa todo un reto y una dificultad, sin embargo es necesario del mismo modo que taxis o buses tienen sus propias vías de circulación. Todo ello englobado dentro de un plan de movilidad sostenible en el que la implantación de la bici como medio de transporte es la clave de la erradicación de la contaminación atmosférica, mayoritariamente producida por la combustión de los automóviles a motor.

En todo esto hay algo que me resulta muy curioso. Estamos en España, somos exportadores de ese carácter latino, relajado y sencillo. Poco de ese carácter y esa tranquilidad veo en hordas de conductores rabiosos encerrados en inmensos atascos mientras pitan y se tiran de los pelos. ¿Una posible solución? La descongestión mediante el uso de la bicicleta. No solo a los atascos, también a la contaminación, el sedentarismo galopante que azota a niños, adultos y ancianos y también al estrés enfermizo de esta sociedad. Alegría, respeto y Bicicleta. Qué sana envidia me producen países como Holanda o Dinamarca en los que el ciudadano encuentra constantes estímulos para el uso de la bici en lugar de normas de obligatorio cumplimiento y matices desincentivadores.

Creo que un poco de respeto hacia los ciclistas que se ven obligados a usar la calzada es imprescindible para evitar colisiones, accidentes y sustos. Y es un poco del respeto que nosotros profesamos hacia los demás usuarios, tanto conductores como peatones. Nosotros también somos parte del tráfico.

Quiero resaltar la vulnerabilidad de todo ciclista al ser nuestro propio cuerpo el único escudo que tenemos. Las protecciones son útiles y apropiadas para evitar lesiones, pero considero su implantación obligatoria como una medida excesiva, coercitiva, injusta y excluyente. Además, bajo mi punto de vista, el uso del casco solo nos afecta a nosotros los ciclistas y es por eso por lo que nosotros los ciclistas en nuestra libertad debemos decidir si usarlo o no. No se trata de un juicio acerca de la conveniencia del uso del casco, acerca de la cual estoy plenamente convencido, si no de la voluntad de resaltar la injusticia de su imposición obligatoria.

Considero que el uso del casco debe ser una mera recomendación por parte de los poderes públicos y las asociaciones de ciclistas, pero no traspasar esa línea para llegar a la obligatoriedad de su uso. Una campaña de concienciación causaría más efecto si lo que se quiere es que todo ciclista lleve el casco en la ciudad.

Soy poco partidario de las teorías conspiratorias, y es por ello que me resisto a pensar que hay intereses ocultos más allá de próximas medidas como el uso del casco obligatorio así como de otras propuestas como el seguro para bicicletas o el carnet de circulación para ciclistas. Sin embargo no puedo evitar imaginarme a aseguradoras, empresas automovilísticas y petroleras enseñando los dientes ante la cada vez más activa sociedad ciclista que poco a poco le va ganando terreno al motor de cuatro tiempos. Motor de dos piernas es lo que nosotros tenemos y para bien o para mal, hemos venido a quedarnos, o mejor dicho siempre hemos estado aquí.

Como bien propugna la consigna del movimiento Bici Critica, ni contamina ni gasta gasolina. Posiblemente sea eso lo que disgusta a administración y empresarios del motor y el petróleo, que ven mermada su recaudación por impuestos medioambientales e hidrocarburos en el caso de la administración, y dejan de ganar dinero vendiéndonos chatarra en el caso de los negocios de automoción.

Por todo esto, quiero pedir mientras esté a tiempo, que se elimine de la reforma del código de circulación la imposición obligatoria del casco en la bici urbana. Soy consciente de que puede salvar vidas, pero salvar nuestra vida es cosa nuestra y nosotros debemos decidirlo, estamos en nuestra libertad de usarlo. Que lo hagamos o no solamente repercute en nosotros y por eso mismo, su imposición obligatoria y coercitiva es totalmente injusta.

Si este escrito surte efecto, es que todavía queda algo de racionabilidad en el legislador y los poderes públicos. Si no, significa que su conexión necesaria con el ciudadano de a pie, o de a bici en este caso, ha desaparecido. Pienso que el legislador no es una maquina automática, que es un poder moldeable y permeable a las inquietudes e ideas del ciudadano y que si la generalidad de un colectivo esta en contra de una norma, esta voz debe ser oída, escuchada, entendida y tenida en cuenta, y más sin un debate abierto. Nuestra respuesta es mayoritaria. No a la imposición arbitraria del casco a los ciclistas.

En caso de que finalmente la norma se apruebe, declaro abiertamente que llevare a cabo un firme acto de desobediencia civil. Que no usaré el casco y que ejerceré mi derecho de no obedecer una norma que atenta contra mi libertad y que a mi modo de ver es injusta. Me considero un buen ciudadano, con un intenso sentido del civismo y alto grado de implicación y empatía hacia de los problemas que me rodean. Por eso mismo creo que es mi deber y mi obligación denunciar y resaltar las injusticias y las arbitrariedades que veo a mi alrededor y que como en este caso, me afectan. Y como yo todo el colectivo, la masa crítica ciclista de la que soy parte y a la que mediante esta carta quiero dar voz una vez más.

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