La cadena de ayuda leonesa hasta la zona cero de la DANA: profesionales y “miles” de voluntarios “sin siglas”
La provincia de León creó una auténtica cadena de ayuda, con profesionales y “miles” de voluntarios “sin siglas”, para llegar hasta la zona cero de la DANA que hace dos semanas inundó Valencia. Ahora que lo peor ha pasado y toda España vuelve a mirar al cielo por temor a más lluvias torrenciales que arrasen con todo sin miramientos, ILEÓN ha hablado con los primeros que no dudaron en ir, cruzaron la península para dar lo mejor de sí mismos y afirman con rotundidad que volverían “mañana”.
Sin perder de vista que todos y cada uno de los eslabones son importantes, este medio ha hablado con tres de ellos, bomberos municipales y forestales, que han estado o siguen allí. Sergio González, Alberto Yáñez y Juan Carlos González han achicado agua, rastreado garajes y domicilios, quitado lodo y escuchado y abrazado a los afectados.
Cuando la Junta de Castilla y León preguntó cuántos efectivos del Parque Municipal de Bomberos de Ponferrada estaban dispuestos a trasladarse a la Comunidad Valenciana, “queríamos ir todos”. Sergio González fue uno de los cinco elegidos para formar el primer retén que apenas un par de horas después estaba preparándose ya para salir.
Después de un largo viaje llegaron a Paiporta, a la vez que los reyes Felipe y Letizia, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el presidente autonómico de Valencia, Carlos Mazón, aunque “nosotros no vimos nada. Nos desplazaron a Aldaia”, recuerda. Lo que sí vieron fueron las caras de sorpresa y agradecimiento de los vecinos. “Éramos el primer servicio en llegar, después de cinco días, con nuestros camiones rojos y los rótulos de Bomberos de Ponferrada, en un pueblo de Valencia”.
Las imágenes de las calles llenas de agua, barro, muebles y coches ya habían dado la vuelta al mundo. “Tenemos las habilidades y medidas para afrontar la situación, pero las dimensiones se escapaban, eran brutales. Daba igual dónde mirases, todo estaba igual. Todo el mundo necesitaba ayuda”, y todo el mundo estaba dispuesto a ayudar.
El “caos” inicial se fue organizando con el paso de los días, que transcurrían trabajando a destajo. “Por vocación o por personalidad, cuando ves algo así estás deseando ir y participar”. Una vez allí, “ves, asumes lo que hay y haces lo que puedes”, sin echar cuenta a la factura que te puede pasar y que solo después reconoces: “el bajón me dio después, al volver a casa”. Aún así, “si puedo volver iría mañana”.
Tras una semana bajó el segundo relevo, formado por Alberto Yáñez y otros cuatro compañeros del parque de bomberos municipal ponferradino. “Al tercer día de estar allí nos mandaron a Paiporta. Era increíble. Plena zona cero. Exagerado. Una locura”, narra. Los voluntarios se contaban por miles, “empapados y llenos de barro”. “Había tanta gente que no se podía circular”. “Era una zona de guerra, con calles en las que el agua llegaba por los tobillos y otras daba por la rodilla”. Era tal la “organización desorganizada” que “no éramos operativos” y los desplazaron a Picaña.
Ya en la capital del Bierzo, ambos reconocen que después del tercer relevo, de tres bomberos ponferradinos que se ha desplazado para sacar coches, lo más seguro es que no haya un cuarto. “Queda mucho trabajo por hacer, pero específico. Como bomberos ya no podemos hacer más”. Junto a ellos están los 37 bomberos forestales de Brif Tabuyo, que recién aterrizados de participar durante 19 días en los brutales incendios de Bolivia se fueron a Valencia dos semanas para atender la emergencia de la DANA. “Hay quien dice que lo más parecido que han visto a esto fue Katrina”, nos explica desde allí Juan Carlos González.
Asentados en Valencia ciudad, los efectivos de la brigada de Tabuyo del Monte cada día se trasladan a la localidad que les asignan para hacer el trabajo que se les requiera. “Hemos hecho limpiezas de tapones en los ríos, por si vuelve a aumentar el caudal” y han pisado el lodo de localidades que tristemente ya son conocidas para cualquier persona en la provincia leonesa: Alfafar, Benetúser, Masanasa... “Es un desastre enorme que no responde a una inundación sino a un huracán o un tsunami. Uno no se hace a la idea hasta que está aquí”. El día 21 volverán a casa “a descansar unos días” y después volverá a bajar otro reemplazo: “Algunos vamos a repetir”.
Los tres han tenido “suerte”, no han sufrido daños ni han visto la peor cara del horror, la de encontrar cuerpos en las tareas de rastreo. Fueron como profesionales, pero no se sienten mejores que los “miles” de voluntarios “sin siglas”, anónimos, que han pasado o siguen ayudando. Empresas de todo tipo, mucha gente muy joven, migrantes, que “hacen una labor muy importante”. Y destacan que “queda mucho trabajo”, pero lo que se necesita sobre todo es maquinaria pesada: tractores, todoterrenos, grúas, plumas, vehículos especiales para aspirar el barro, sacar enseres, quitar vehículos y apilarlo todo de manera provisional en campas vacías para restablecer cuanto antes cierta 'normalidad' en las calles.
Para ellos se queda, para siempre, lo que sintieron cuando llegaron y, sobre todo, cuando se quedan a solas. “Han sido muchas y muy grandes las pérdidas, no solo materiales. Pero hay personas que se preocupan por ti, te bajan café o comida, te ponen una sonrisa...”. El corazón, en definitiva, por el que no dudarían ni por un segundo en volver a hacer lo mismo si fuese necesario.