Las armas y el pueblo

Subasta de armas en España controlada por la Guardia Civil.

Javier Pérez

Ha sido durante una emergencia de primer nivel, de acuerdo, pero el Gobierno de Ucrania ha decidido repartir armas a mansalva entre su pueblo, sabiendo los problemas de mafias y orden público que ya había antes de la guerra. ¿Qué consecuencias puede tener esto en el futuro?

Cuando un gobierno decide, casi siempre con razón, restringir la posesión de armas por parte de los ciudadanos, se entiende que es porque él mismo se impone la obligación de garantizar su seguridad y el pacífico desarrollo de su vida. Lo malo viene cuando algunos estados prohíben la tenencia de armas y luego miran para otro lado, y de modo activo o pasivo permiten que sean los delincuentes los que impongan su ley. ¿A que os suena? ¿A que no os parece que hable de Canadá o Nueva Zelanda? Es bastante más cercano.

A mí también, y la verdad, aunque me duela, y creo que el gobierno ucraniano ha llegado a la conclusión, como muchos antes, de que no es cierto eso de que donde hay armas hay más crímenes. Podemos buscar la prueba más cerca o más lejos, al gusto de cada cual: es indiscutible que en Estados Unidos se permite tener armas y que de vez en cuando las noticias se salpican de matanzas, tiroteos, y asesinatos en masa. Pero no es menos cierto que en Suiza todo el mundo tiene un arma en casa y no por eso vemos que en Berna, Zurich o Ginebra anden a balazos. Y si miramos cerca, nos pasa otro tanto; en la ciudades es muy raro que la gente tenga en casa una escopeta, mientras que en el medio rural es rara la casa donde no hay una o dos, porque haya un cazador en la familia o por herencia no declarada del abuelo. Así es la realidad y no vemos que la gente de los pueblos ande a tiros a diario mientras los de las ciudades juegan al corro de la patata dándose besos de paz.

Me temo, y mucho, que la violencia no la generan las armas, sino la incultura, o las condiciones socioeconómicas del momento. Me temo, yo que siempre las vi en casa, que el peligro de las armas no está en su existencia, sino en la educación, el respeto, y lo que sean capaces de enseñarte los responsables de ellas. Lo malo es que enseñar algo lleva tiempo y da trabajo, y es mejor que se ocupe otro de ello, aunque sea cargándonos de prohibiciones.

¡Y claro que me gustaría más vivir en un mundo donde no fuese necesaria arma alguna! ¡Nos ha jorobado! Pero cuando se suceden acontecimientos violentos, asaltos y otros menos sonados, no queda más que pensar que el gobierno nos quiere indefensos para mejor expoliarnos, imponer sin miedo cualquier injusticia y dar más posibilidades de éxito e impunidad a quienes se pasan la ley por el burladero.

Porque a lo mejor, si hubiese un millón de ciudadanos con un rifle en casa, el gobierno no se atrevía a hacer ciertas cosas. Ni el ejército. Ni la banca. Ni nadie. ¿O por qué pensáis que en Estados Unidos y en Suiza nunca ha habido golpes de Estado? Porque el golpista se juega el cuello a lo grande.

Pero aquí el objetivo parece que es desarmar a la Sociedad, y en los dos sentidos de la palabra: quitarle las armas y desmontarla hasta convertirla en sus más mínimas e inútiles piezas. El objetivo es que el chorizo pueda seguir matando al joyero, el asaltante al dueño de la casa y el yonki a la abuela. El objetivo es enseñarnos a callar para que cada día las traguemos más gordas. Y después de la pandemia ya sólo nos falta tragar autobuses de un bocado.

Pero si no nos resistimos, hacen bien, porque para el que calla cualquier injusticia es poca. Al que baja la frente, del cielo le cae el yugo.

Amén.

___Javier Pérez Fernández es un escritor leonés con varios premios literarios. En 2006 ganó el Premio Azorín con su obra La crin de Damocles, ambientada en los años de la gran inflación, durante la República de Weimar, continuada por La Espina de La Amapola, en los primeros años del nazismo. Su última obra, de 2021, es Catálogo informal de todos los papas.

La crin de DamoclesLa Espina de La AmapolaCatálogo informal de todos los papas

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