Los guardianes del ganado rebuznan

Burro en Casa Grande de Xanceda para detectar lobos

Isabel Rodríguez

La difícil relación entre ganaderos y lobo no termina siempre en la persecución de este animal o en indemnización. En una granja ecológica gallega, Casa Grande de Xanceda, han demostrado que es posible ahuyentar a este mamífero salvaje gracias a una serie de medidas que surgieron de la desesperación en que les sumió el 2008, cuando vieron morir hasta ocho vacas en solo dos meses. “Fue una situación muy estresante, recuerdo que las chicas de ordeño llegaban llorando por la mañana, nos mataron a una a solo 50 metros del taller de yogur”, relata una de las socias de esta granja, Crsitina Armesto.

A día de hoy, todavía no tiene claro qué fue lo que ocurrió aquel año, aunque Cristina considera que fue una mezcla de varios factores (un buen año de alimento que les hizo reproducirse, la prohibición de tirar las reses muertas al campo, más prados y menos zona forestal...) la que convirtió a esta zona en una de las más afectadas de España, no solo por las muertes sino también por todos los efectos colaterales: estrés en la cabaña, disminución brutal de la producción, incremento de abortos... “Cuando miramos los marcapasos que llevan las vacas en la pulsera de la pata, vimos que estaban disparados por las galopadas que se pegaban huyendo de la manada”.

Ante tal situación, primero buscaron ayudas en la Xunta, pero ninguna indemnización era suficiente; también se asesoraron por grupos ecologistas y probaron todo tipo de remedios, desde colocar banderines de colores en las vallas hasta untar a las vacas con sprays de olor que repelieran al lobo.Nada era suficiente, así que probaron una curiosa iniciativa que Cristina había visto llevar a cabo en Namibia, donde pasó una temporada con una ONG. Allí, los ganaderos africanos se protegían de los leopardos y guepardos incluyendo a burros en la manada.

“Tenían que ser burras jóvenes porque tienen más instinto maternal y protector y por ello se anteponen al peligro y lo detectan mucho antes que otros animales”. Cuando lo sienten, previenen al resto del grupo con fuertes rebuznos.

Esta es la más llamativa, pero no fue la única medida. Al mismo tiempo que introdujeron a los burros, acudieron a una adiestradora de perros y buscaron mastines en perreras. “Nos parecía una atrocidad pagar cuando hay tantos abandonados, así que encontramos tres, criaron y ahora tenemos hasta seis repartidos en las 200 hectáreas de terreno donde están las vacas”, comenta Cristina. “Los mastines lo llevan innato, por el día los ves tirados, pero por la noche es impresionante cómo se crecen”.

En Casa Grande habilitaron también terrenos vallados en cuyo interior duermne las vacas, aunque para eso tuvieron que contratar a otra persona que se encargara de sacar y meter al ganado. “Tuvimos que invertir mucho, esto no es barato, pero nos parecía que era parte de nuestra responsabilidad social”, apunta Cristina.

La suerte es que todos sus esfuerzos fueron recompensados pues desde entonces no han vuelto a sufrir un solo ataque, mientras que algunos de sus vecinos continúan con problemas. “Alguna vez sí hemos tenido que acercarnos porque los burros rebuznaban muchísimo, pero no ha habido más”.

Cristina no tiene constancia de que esta práctica se haya extendido a otras explotaciones españolas, pero está encantada de asesorar a todo el ganadero que se interesa por su método. “Nos han llamado muchos para informarse y algunos han venido a verlo, pero claro, es costoso y lleva mucho tiempo hasta que lo aclimatas todo, no es inmediato, pero es una alternativa sostenible.

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