Cruz cierra La Perla tras medio siglo viendo el latir del comercio desde lo más estrecho del Camino de Santiago en León

César Fernández

12 de noviembre de 2024 08:31 h

Cuando hace medio siglo se incorporó a la tienda de ropa y complementos La Perla de León, Cruz Rodríguez Yugueros tenía otros seis compañeros y un encargado, no había centros comerciales y muchos de los clientes venían de los pueblos a este negocio ubicado en La Rúa, que era entonces popularmente conocida como la calle de las zapaterías. En vísperas de una celebración como la reciente festividad de Todos los Santos, lo normal es que hubiera vendedores de flores por el casco antiguo. Ahora que se prepara para retirarse en vísperas de Navidad, lleva tiempo asumiendo en solitario un comercio que tiene que competir con grandes superficies y en el que ya la mayoría de los compradores son turistas y visitantes en una calle en la que ya no hay ninguna zapatería. Y lo hace, 50 años antes y ahora, con una ventaja añadida (la de su ubicación en pleno corazón de la capital leonesa) y una singularidad que no es menor (la de ser el punto más estrecho del Camino de Santiago a su paso por la ciudad).

La Perla tuvo una vida anterior a la de la calle La Rúa. El negocio dio sus primeros pasos en León en la Plaza Mayor. Se trataba de una iniciativa de Dídimo González, abuelo paterno de la abogada laboralista Lola González Ruiz, una de las protagonistas de la reciente serie de Televisión Española Las abogadas. Dídimo González y compañía gestionaba La Perla, una marca comercial que también explotaba otras tiendas del sector textil en Zamora, Valladolid, Salamanca y Oviedo. Cruz Rodríguez Yugueros, que nació un 3 de mayo (día de la Cruz) en Valporquero de Rueda, se crio ya en León capital y a los 14 años de edad entró a trabajar a La Perla, ya sólo tiene recuerdos del local de La Rúa. La entrada era distinta, en forma de chaflán cuando allí estaba el hostal y restaurante Dos de mayo. Había dos alturas, ya que en torno a la mitad del establecimiento se bajaban un par de escalones para pasar a la zona de los probadores. La lana, que la gente compraba para hacerse artículos como las pelerinas (una especie de ponchos, dice Cruz), era entonces la estrella del comercio (La Perla Casa de las Lanas, rezaba un papel de envolver que todavía conserva en los cajones).

Cruz llegó en 1975. Y ya vivió en primera persona la principal reforma del local acometida en 1982 (los escaparates se cambiaron en 2011) tras cumplir una serie de objetivos comerciales e ir desterrando la lana. Pasó a ser el encargado (durante unos años lo fue también del comercio de Valladolid) y el negocio varió el rumbo. “Había que especializarse en algo”, dice. Y La Perla de León lo hizo en artículos para señora además de los complementos para dejar otros campos a las tiendas ubicadas en el resto de las ciudades antes de que la sociedad original se dividiera. El negocio tuvo que redimensionarse. Y cuando se reformó el local en ese 1982, ya sólo había dos empleados más el encargado.

“¡Qué pena que esto cierre! ¡Pero qué alegría para ti!”. Con carteles de liquidación desde finales de septiembre, la frase de una clienta que entra en el local es la más repetida estas semanas en La Perla. Cruz Rodríguez entró a trabajar hace casi 50 años, pero estuvo algo más de una década fuera (desde 1993 trabajando como comercial diez años en una imprenta y luego un año en una tienda de ropa en República Argentina). Fue en 2005 cuando cogió el traspaso de La Perla. Y salvo una campaña navideña en la que contrató a una empleada a media jornada, ha completado esta segunda etapa siempre en solitario.

Yo he tenido un negocio de subsistencia. De subsistencia a base de horas, porque yo no he cerrado por vacaciones. Te pones a mirar y eres un esclavo del negocio

Su trayectoria ha estado salpicada de fluctuaciones económicas en una provincia que ha ido cayendo en población y dinamismo. “La crisis del ladrillo la noté más tarde, ya hacia 2011 y 2012”, anota para interpretar que entonces se produjo un cambio de paradigma en el consumo: “Yo vendía a los turistas muchos artículos de regalo como bolsos. Y entonces empezaron a comprar más productos típicos como embutidos y estas cosas. Son cosas que se comparten, que se consumen entre varios. Y aunque me gaste el dinero, es para más gente. Es la conclusión que saco yo. No tengo por qué tener razón”. El consumo vivió otra revolución tras la pandemia del coronavirus, con una desescalada que vivió al compás de la hostelería: “La recuperación fue lenta. El consumo bajó. La gente se movía cuando abrían los bares. Si no abrían, por la calle pasaba la gente a toda pastilla. Se arreglaban muy poco porque no salían a cenar. Yo creo que hasta iba gente a trabajar en chándal”.

Fue precisamente a la salida de la crisis sanitaria cuando se puso a echar cálculos sobre su vida laboral hasta fijar su retiro en este diciembre a los 63 años de edad. La tienda fue estabilizando de nuevo las ventas desde 2022, sin grandes alegrías. “Yo he tenido un negocio de subsistencia. De subsistencia a base de horas, porque yo no he cerrado por vacaciones. Te pones a mirar y eres un esclavo del negocio”, cuenta sin dejar de reconocer que su ubicación es un punto a favor en una ciudad que en 2015 estrenó conexiones por alta velocidad ferroviaria. “Y todo lo que venga nos puede dejar algo”, dice con la esperanza de que la futura implantación de la Facultad de Medicina sea otro revulsivo para la capital leonesa y un argumento que facilite el traspaso del local, no necesariamente para el mismo sector.

“Es un local pequeño y se maneja bien”, cuenta Cruz Rodríguez Yugueros mientras recibe a dos señoras ya al filo del cierre al mediodía, a las 14.00 horas. “Podéis mirar lo que queráis”, dice él. “¿Y ahora dónde voy a comprar yo las cosas de Anekke?”, pregunta una de ellas sobre esta marca, una de las señas de identidad del local en el que se acumulan bolsos, carteras, paraguas, maletas o sombreros. ¿Qué va a echar de menos cuando cierre antes de Navidad? “El trato con la gente y el café de las 12. Echaré de menos el contacto con la gente”, responde para imaginarse desarrollando su afición a pintar al óleo antes de salir a la calle y posar para una fotografía que resume una trayectoria de medio siglo en el punto más estrecho del Camino de Santiago a su paso por la ciudad de León.