Una nueva generación de lupuleros se profesionaliza
Sergio Sánchez García es un ingeniero agrónomo, hijo de agricultores, que tiene su explotación en San Román de la Vega. En 2011 “dije: 'se acabó', mis padres se jubilaban, el sector de la empresa privada estaba muy mal y me animé. Siempre vi como una posibilidad muy latente llegar a ser lupulero, siempre me gustó y lo vi, pero me dedico a ello con un enfoque diferente a la manera en que lo cultivó mi padre”. Estas palabras de Sergio Sánchez son la clave para entender qué está ocurriendo en el sector del 'oro verde', durante los minutos de conversación con este joven agricultor la palabra más utilizada fue 'profesionalización'. El sector “debemos profesionalizarlo, es el futuro, no cabe duda. Antes se hacía de manera manual y ahora tenemos que encontrar la manera de que podamos competir”, señala.
La transición del cultivo manual -que se venía poniendo en práctica desde la década de los años 1950 cuando el lúpulo empezó a implantarse en España- al profesional la está protagonizando la tercera generación de lupuleros, “gente como yo que cultivo 10 hectáreas y aunque dependo de mano de obra, es de manera muy específica y en temporadas”, asegura Sergio Sánchez, a quien todavía le echan una mano sus padres puntualmente, sin embargo el grueso de su plantilla lo componen temporeros: de 12 a 14 entre marzo y mayo en la época del trepado, y tres para la recolección que finalizará sobre el 15 de septiembre.
Felipe Rubio (izquierda) y Sergio Sánchez delante de una peladora de lúpulo.
El lúpulo tiene futuro aunque quienes están a pie de finca no ven por delante un camino de rosas, ni mucho menos.Felipe Rubio, ingeniero de minas, es el mayor productor de España con 23 hectáreas, está en la frontera de los 42 años que lo empiezan a alejar del calificativo de joven agricultor. “El problema que tenemos es que dependemos de un único comprador, estamos buscando mercado fuera pero es difícil, está todo monopolizado. Estamos intentando entrar en contacto con las microcerveceras pero es complicado porque piden un abanico amplio de variedades”, afirma Rubio, quien subraya que el principal problema en la actualidad es el precio: les pagan 3 euros por kilo, la misma cifra que desde hace 40 años. “En 2009-2010 nos dieron el caramelo y luego nos lo quitaron, nos subieron el precio entre un 25 y un 30% y luego nos obligaron a romper el contrato, nos amenazaron con no recoger más lúpulo cuando finalizara”. El obstáculo más importante para despegar es que solo venden a la 'SAE Fomento del Lúpulo',enclavada en Villanueva de Carrizo, que se encarga de comprar y procesar las plantas para vender el producto final a la industria cervecera.
En octubre, cuando cuelguen el mono de trabajo, Felipe Rubio y Sergio Sánchez, miembros de la directiva del Grupo de Cultivadores, viajarán a Alemania para encontrar nuevas vías.“ No nos cansamos de buscar, llevamos un par de años, pero la situación del mercado a nivel mundial es complicada porque está monopolizado por cuatro o cinco grandes comercializadoras” que no se hacen la competencia entre sí, una comercializadora nunca entra en la zona donde esté asentada otra. “La salvación es negociar directamente con cerveceras, pequeñas, grandes, muy grandes o microcerveceras”, apunta Sergio.