Campesino de León. Sólo eso querría Matías Llorente Liébana que pusiera en su epitafio. Pero será imposible.
Este lunes 29 de mayo, horas después de las elecciones municipales, se ha conocido el fallecimiento de un histórico de la política y de la lucha sindical agraria de la provincia leonesa. A sus 72 años, ha luchado con la misma fuerza con la que se aupó sobre el capó de los tractores que desafiaron al moribundo régimen franquista, siempre en la primera línea de ambos ámbitos contra una enfermedad tan terca como él, y lo ha hecho al pie del cañón casi hasta sus últimas fuerzas.
Cuesta quedarse con uno de los dos principales perfiles de este duro hombre de campo. En la política, como alcalde de su Cabreros del Río, donde fue concejal desde que se instauró la democracia tras la muerte del “abuelete”, como siempre llamó al dictador Franco, y donde empuñó el bastón de mando municipal desde 1983 como alcalde. Hasta hoy. Porque fallece todavía como alcalde en funciones, aunque ya en la última lista ocupara el puesto número 3. Y por cierto, consiguiera un acta póstuma en la jornada de ayer.
También en la política, su perfil de dirigente en la Diputación de León, donde fue dos veces vicepresidente, cargo que también ocupaba hasta ahora, acudiendo aún hace escasísimas fechas a todos los actos institucionales y reuniones convocadas.
Choque de trenes con Carrasco
Pocos en el Palacio de los Guzmanes y en los 211 municipios leoneses dirán que no era él el espíritu mismo de la institución, que conocía al dedillo y a la que también siempre se consagró para ejercer desde allí su amplio poder. Hasta choque de trenes hubo en tiempos de la presidenta del PP Isabel Carrasco, asesinada después, a la que acusó en público de corrupción en gastos fastuosos y oposiciones de dieces para cargos populares y familiares, como nadie se hubiera atrevido.
Tanto gobernando como en en la oposición, tanto con el alianza con el PSOE como con la de UPL, que en este mandato no acabó bien, tras expulsarle la formación leonesista por no avenirse a romper el pacto de gobierno o no ver que “no había tempero” para defender la moción de León sólo.
No hay que olvidar que el ascendente de Llorente se apuntaló sobre todo con José Luis Rodríguez Zapatero en la Presidencia del Gobierno, que le abrió las puertas de la Moncloa y el Ministerio de Agricultura, para convertirle en un consejero agrario y ganadero muy discreto. A cambio, el Estado compensó esfuerzos y favores con la más millonaria obra de fondos europeos en Castilla y León, para la comunidad de regantes de la Margen Izquierda del Porma que él también presidía.
El campo y la tensión
Pero su perfil sindicalista, 'rey' también del campo leonés durante décadas, no es menos dilatado. Sin apenas sombra ha dirigido los destinos del sindicato Ugal, de la que no dio el relevo hasta hace menos de un año, así como de la cooperativa Ucogal y de la comunidad de regantes, acrecentando además su influencia incontestable con la fuerza que le otorgaba el poder político.
Quizá fue fue por eso, por su afán de almacenar poder como quien almacena grano, por lo que tuvo que avanzar a base de sonoros encontronazos, desde el que protagonizó inicialmente con el líder agrario Gerardo García Machado, fundador de la Unión de Campesinos Leoneses, hasta el que ha venido manteniendo en los últimos años con el de Asaja, José Antonio Turrado, denuncias judiciales personales incluidas.
Uniendo ambos perfiles, se le recordará sobre todo por poner en pie y criar a uno de sus 'hijos' más queridos: la marca de Productos de León', que él instauró hace cuatro décadas desde la Diputación, que ha seguido mimando, y convertido en la enseña agroalimentaria más rica de la provincia de León. Al final, casi todo lo ha dejado atado y bien atado hasta donde le han dejado los rápidos efectos de su enfermedad.