Cuando un deseo se torna en mensaje

El chileno Luis Guajardo con su famosa pancarta.

'Ayer' una fotografía me causó una fuerte impresión. Entendía como de enorme valor la instantánea que se nos ofrecía, en sí y por lo que de sugerente tenía la imagen: decisión sufriendo, o después de haber sufrido; tanto da, pues se intuía que mostraba un pasado con deseo de prolongación, traducible a bienestar ajeno para los retoños del país.

Como quiera que no puedo aportarla, me atreveré con una somera descripción: Un hombre mayor, portaba en la mano derecha elevada, una pequeña pancarta que decía: “Por los jovenes del mañana, yo lucho aun hoy”. Tal cual. Parecía caminar con paso anhelante, ligeramente encorvado y apoyándose en un bastón ortopédico en la mano izquierda. La mirada un tanto perdida… denotaba firmeza y decisión. Tocado con una visera, de las de siempre, que venía a ensombrecerle la frente y los ojos, no ocultaba un rostro de facciones bien perfiladas, sin prominencias bruscas y cano bigote. Un pantalón vaquero y fuerte tabardo completaban la indumentaria. 

En un entorno de personas más bien jóvenes, caminaba 'solo'. El eslogan de la pancarta mostraba una contundente vivencia que se podía conjugar con lo que al actor le aportaban los años. Estaba escrito con limpia letra sobre papel reciclado, en el que subyacían, en mayúsculas, tenues mensajes anteriores. Lo cierto es que, ¡emitía tanto la persona!, que la imagen te atraía. Por ello no destaco tan sólo lo expresado en el eslogan, sino lo que de valioso tiene el gesto, y, de postural e interpretativa, la 'firmeza' de su marcha.

Y he querido traerlo aquí, a un escrito de opinión, pues conjuga con algo de lo leído en el discurso de Inés Fernández-Ordoñez en la Real Academia Española. Resulta destacable añadir que estaba acompañada por nuestro también académico, don José María Merino.

Aunque el discurso era de febrero de 2011, apareció ayer coincidente en las redes con la foto descrita. Y con el máximo respeto lo digo, me venía al pelo su arranque, pues decía: “Todo discurso de ingreso simboliza un final y un principio, y es motivo simultáneo de tristeza y de alegría”, por ello, al pronto, decidí incorporarlo de forma virtual como 'pie de foto'. 

Veamos algunos apuntes para la justificación de este entronque: 

El discurso de la nueva académica cuyo título era: “La Lengua de Castilla y la formación del Español”, sin duda era una interesante pieza doctoral (con aparente asepsia histórico-política) sobre la que está muy lejos de mi ánimo emitir juicio o valoración 

La lingüística y la filología adornan el amplio saber de la joven académica, y, como no podía ser de otra manera, hay alusiones a otras lenguas, entre las que encontramos el asturleonés… el hablado en el antiguo Reino de León, nos dice. 

Reseño lo del asturleonés, leído en el gran contexto que supone en la académica su interés por la articulación lingüística en la Edad Media, como preocupaciones heredadas de Menéndez Pidal, a través de su nieto Diego Catalán. Dicho así, lo confieso, es tan sólo elección personal de lo ya escrito por otros. 

No me seduce para nada cuando citan “la monarquía castellano-leonesa”. Pero no van por ahí mis preocupaciones en esta ocasión. Si bien, no tengo necesidad de omitirlo.

Incorporar leonesismos a los escritos 

Supongo que, como todos los leoneses, he podido ir incorporando de manera más o menos inconsciente leonesismos a mis escritos de antaño; y resulta que 'hoy,' más que ocasionalmente los busco para sazonar las ideas de fundamento leonesista que son mi debilidad. Nunca, y bien que lo siento, traté de profundizar en la lengua leonesa. ¿Me resta sentimiento leonesista esto? Creo que no, o así lo espero.

Perdone la autora que, de su discurso académico, tan sólo esté tomando algunos datos, precisamente los que me están siendo útiles, lo confieso, para componer esta tribuna.  

Nos dice la catedrática: el español es también el resultado de la evolución de los tres dialectos románicos centrales de la península Ibérica, castellano, asturleonés y catalanoaragonés. Leído esto se animó en mí el interés, por lo que continué con una primera lectura, digamos somera o rápida, para la ocasión… y luego, ya guardada en el ordenador, ha quedado en espera.

Especial interés puse cuando la académica en el terreno de las palabras gramaticales (que nos muestra en varios mapas bien elaborados), ofrece un paralelo de la distribución común castellano-leonesa (sic), y me detengo en la reinterpretación del significado de todavía: siempre, en toda situación; y que su valor semántico evolucionó hasta confluir en parte, con los valores de aún: continuidad de una acción, o que viene de un tiempo anterior. 

“Si nuestra lengua culta acepta el moderno 'todavía' junto al antiguo 'aún', se debe a la evolución común al asturleonés y al castellano… influencia castellano-leonesa y no sólo castellana.”

En este momento me permito recordar al lector que el personaje fotografiado, y que me 'engancho' per se, como ya dije en origen, nos mostraba en la pancarta escrito un átono 'aun' puede que tan sólo fuera la leve falta de tilde, igual que la de “los jovenes” por los que abogaba. Quise ahondar un poco, acompañando a su mensaje buenista, con algunas palabras del discurso académico, tomando prestadas unas frases para componer esta tribuna. Espero haber logrado conjugarlo, y así pretendo dejarlo reflejado en las tres líneas finales, no correctoras, sí interpretativas. 

“Yo lucho aun hoy”: yo lucho incluso hoy, (con resuellos que vienen de un ayer) pues, todavía hay oportunidad para los jóvenes. Bien matizado con: lo hago desde una aparente tristeza de hoy, para la alegría de los jóvenes de mañana. 

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